Hace exactamente una semana un distendido Frank Kudelka daba una tranquila conferencia de prensa con miras al duelo con Unión Española. A contramano de las últimas fechas, donde el único tema era su supervivencia y un impreciso plazo fatal, tres o cinco fechas, lo del entrenador azul versó sobre el horario del partido y los inconvenientes de jugar a las tres y media de la tarde en verano. Menudencias. El 3-0 sobre Huachipato le había dado un poco de paz.

Cinco días más tarde, Kudelka estaba fuera de Universidad de Chile. El disparador fue la derrota con Unión, articulada en gran parte por un error de Johnny Herrera ante un tiro atajable de Mauro Caballero. Pero también producto del mal juego estructural de la U, que apenas se dibuja sobre rachas y golpes de luz individuales. El tema no es nuevo, los azules vienen jugando mal hace años, y en el camino se han quedado media docena de entrenadores. Por algo han encadenado la peor racha negativa de la historia en los clásicos frente a Colo Colo.

Pero lo de Kudelka tuvo un ingrediente extra. Cuando se marchaba del Centro Deportivo Azul, el ya ex entrenador de la U bajó la ventanilla de su auto y se despachó a gusto: dirigentes que no saben nada de fútbol, asesores del presidente con el puñal en la mano todo el día y el gerente técnico, Sabino Aguad, sobre todo Sabino Aguad, recibieron las contundentes y poco habituales críticas públicas del argentino. En un medio donde todo se convierte en secreto de camarín, la honestidad se guarda para no avivar giles y ponerse el casete frente al micrófono se entrena tanto como los balones parados, que alguien dijera lo que siente y cree fue como un electroshock.

La verdad es que Kudelka estaba sentenciado hace rato, como él mismo reconoció. Si no era esta semana, era el lunes próximo. Un partido perdido más y a llamar la carroza. Más, si los propios dirigentes y funcionarios azules, como lo es Aguad, maniobraban a vista y paciencia de todos, llegando a negociar con Alfredo Arias y sin problemas, o provocando, que la noticia fuera publicada en los medios. Frank Darío, esta vez, no quiso quedar como el bobo de la tribu y se fue.

Ahora, y luego de años dando botes de un lado para otro sin políticas claras, sacando y metiendo técnicos, directores deportivos, jefes de divisiones inferiores y gerentes de toda laya, es bueno preguntarse para dónde va la U. El manoseo que sufrió Harold Mayne-Nicholls, quien fue objeto de todo tipo de conspiraciones apenas se vislumbró que podía llegar al club. es un ejemplo inapelable del estado de las cosas.

También es necesario cuestionar la capacidad de mando y el liderazgo de Carlos Heller, no las buenas intenciones o su amor por la U, mismo que pocos días antes de la renuncia de Kudelka se le chisporroteó frente a un periodista hípico que "estaba cansado" y tenía ganas de dejar el club. Después tuvo que autodesmentirse. Lo cierto es que en la cúpula de Universidad de Chile todos parecen cansados, confusos, chatos y desorientados. El propio presidente se siente más cómodo, más feliz al menos, en el Club Hípico que en el Nacional.

Y en esa borrasca, el único que navega con el mascarón de proa sonriente es Sabino Aguad. Vivo, ha intentado cargar todos los dados del fracaso deportivo en el renunciado entrenador, como si él fuera un mero espectador. Es evidente que tal posición es absurda e insostenible. Al menos una manilla, y tal vez dos, del ataúd en el proceso de Kudelka las lleva Sabino.

P.D. A propósito de la columna de la semana pasada sobre el Club de Campo de Coya, desde Codelco y la división El Teniente se apresuraron a desmentir su transformación en un complejo de canchas de fútbol. Pese a que la cancha de golf se secó y está inutilizable, la están recuperando y la quieren transformar en un club abierto a la comunidad. Buenas noticias.