“Don Nelson sabía cuando necesitabas una puteada o un asado”: historias imperdibles del Pelado Acosta contadas por sus pupilos
Los dirigidos del estratega uruguayo salen al rescate de su legado. También revelan algunos secretos de un estilo que consideran particular, pero tan exitoso como el de Bielsa. El cariño disfrazado con furiosos retos, jornadas de pesca en lugar de entrenar, su particular estilo para motivar. Detalles que dan vida al DT mundialista de 1998.
Pablo Contreras recuerda perfectamente la vez en que se dio cuenta del estilo de Nelson Acosta. Coincide con un hito en su carrera. El defensor se aprestaba para debutar por la Selección en un amistoso frente a Honduras y estaba, naturalmente, nervioso. Fue en ese momento en que el estratega se le acercó. “Es simple: si estai caga’o, mejor no jugai”, recuerda que le dijo el entrenador. Las palabras fueron las precisas para el momento. Forman parte del sello del Pelado en todos los equipos que dirigió: un técnico bonachón y cercano, que disfrutaba del contacto con sus dirigidos y que se involucraba en sus actividades, muchas veces como uno más del grupo. El DT mundialista que por temas alejados del deporte esta semana ha estado en la primera línea de muchas conversaciones.
“Acosta era un tipo que infundía respeto, al borde del temor. Yo recuerdo ese diálogo, primero porque era un momento importante en mi carrera y luego porque lo sentí como una forma de darme una responsabilidad y tranquilidad. Don Nelson era directo, frontal, con cada jugador. Marcelo Bielsa era de un estilo distinto, tenía otro formato. Y no es cuestión de compararlos, porque, al final, los dos obtuvieron los resultados para los que fueron contratados”, enfatiza el ex defensor de Colo Colo y el Monaco, entre otros clubes, quien fue parte del combinado que se quedó con la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Sidney, bajo la dirección del charrúa.
Gustavo Dalsasso lo tuvo como entrenador en Everton. Asegura que difícilmente lo olvidará, pues lo señala como uno de los técnicos que más confió en sus condiciones, aunque siempre en su peculiar forma. “Me exigía lo máximo. No me encontraba nada bueno. Me ‘pinchaba’ como lo hace un papá con un hijo, me hacía picarme. En los entrenamientos me gritaba todo el rato. Después, me llamaba a la oficina y me decía ‘si te puteo todo el rato es porque sé que puedes dar más’. Era un palo y una zanahoria”, recuerda.
Valentía
El exportero reconoce la capacidad de Acosta de saber leer los momentos. “Sabía exactamente cuando necesitábamos una puteada o un asado. Y te tocaba la fibra. Me acuerdo de esa final que le revertimos a Colo Colo. Vimos pasar botellas de champán y poleras del pentacampeonato. Yo estaba lesionado, pero me hizo concentrar igual. Estuve en el camarín y habló fuerte, en su estilo. Se apoyó en los líderes de ese plantel igual, que eran Limache González, Jaime Riveros y Miralles, por citar algunos. Acosta te perdonaba jugar mal, pero jamás que dejaras de correr. Y ese día menos. Nos dejó claro que había que pelear hasta el último, que había que dejarlo todo. En su estilo, claro, a puteada limpia. Y en el segundo tiempo Everton voló”.
Víctor Hugo Castañeda se remonta al momento en que Acosta asumió la Roja para destacar su valentía. “Lo recuerdo como el técnico que nos llevó a un Mundial después de todos los problemas que vivió el fútbol chileno después del Maracanazo. Incluso, después de los problemas que hubo con Azkargorta, tuvo el coraje para asumir el desafío y para cumplir el objetivo. Fue una gestión que no estuvo exenta de inconvenientes y ahí don Nelson mostró su mano, su estilo. Recuerdo que hubo líos con los clubes, que tuvo que tomar decisiones complicadas. En un momento, dejó afuera a los de Colo Colo, tomó las determinaciones que había que tomar. En el grupo era lo mismo. No le temblaba la mano con nadie”, resalta.
Asados y pesca
Contreras recuerda que a Acosta le encantaba involucrarse con sus jugadores. “A veces se caricaturiza el estilo de Acosta, por sus particularidades. Don Nelson era un técnico que interactuaba mucho con nosotros, que incluso se metía en los tenis-fútbol. Y en la comparación, Marcelo era más bien parco. Son distintos y punto. No es cuestión de compararlos”, insiste.
Luis Fuentes, quien compartió con el entrenador en su exitoso paso por Cobreloa, revela uno de los secretos de su estilo: las actividades grupales. “Una vez, nos llevó a todos a pescar al puente El Diablo, al interior de Calama. Pasábamos todo el día en eso. También lo hicimos en Antofagasta. Después nos dábamos cuenta de para qué servía. En ese equipo, terminamos todos siendo amigos y, obviamente, los resultados respaldaban esa forma de trabajar”, rememora.
La parrilla era otro elemento que fortalecía la cohesión, aunque la experiencia no siempre terminó bien. Y ahí, Acosta, mostró su mano. “Nosotros hacíamos asados los lunes o los martes. Una vez, lo hicimos un miércoles. En la práctica de fútbol del jueves fuimos un desastre. El equipo B nos llevaba 2-0. Ahí terminó la práctica, nos juntó y nos mandó para la casa. Nos citó al día siguiente, a las 9. Y ahí nos dijo que nunca más se haría un asado los miércoles. Que por un asado no podíamos bajar la guardia. Todos entendimos el mensaje. Acosta no era de andar vigilándonos, pero tenía un sexto sentido que le permitía saber qué habíamos hecho y qué no”.
Fuentes también recuerda que Acosta manejaba a la perfección el límite entre la cordialidad y el respeto por su cargo. “Era bastante cordial con nosotros. Después uno agarraba confianza, pero siempre con respeto. Él te ponía los límites y cuando tenía que subir la voz, la subía. Era cercano, pero no era amigo. ‘No te estés subiendo por el chorro’, decía cuando sentía que alguien se le pasaba la mano”, concluye.
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