Han pasado dos años desde la tragedia que afectó al Chapecoense cuando viajaba hacia Medellín para enfrentarse al Atlético Nacional, por la final de la Copa Sudamericana. 71 personas fallecieron después de que la aeronave de la empresa LaMia se estrellara. El accidente es uno de los más graves que haya involucrado a una delegación vinculada con el deporte.
Apenas seis de los ocupantes del avión sobrevivieron. Y desde ese día intentan rehacer sus vidas. Los más afortunados, sin limitaciones físicas. Los menos, intentando sobreponerse a las secuelas, también sicológicas, que les dejó el infausto momento.
Alan Ruschel, por ejemplo, puede contarse entre los más afortunados. Pese a que tuvo que sobreponerse a dos cirugías de columna, el defensor pudo retomar su carrera deportiva. Reapareció en 2017 en la disputa del trofeo Joan Gamper, a la que el club brasileño llegó por invitación del Barcelona. Luego, ha jugado en algunos encuentros por las competencias locales brasileñas.
Su compañero Hélio Neto, el último al que los equipos de rescate pudieron salvar, también tuvo que pasar un par de veces por el pabellón. Sigue preparándose para volver a competir, pero, hasta el momento no lo ha hecho, pese a que se proyectaba que no tardaría tanto tiempo en retomar su actividad.
Más dramática es la situación del arquero Jackson Follmann, quien sufrió la amputación de parte de la pierna derecha y consecuencias también en el pie izquierdo. A pesar de ello, el guardameta conserva el optimismo e incluso se mantiene realizando actividad física, esperando la opción de disputar los Juegos Paralímpicos. Además, es embajador del club.
Otros profesionales conexos también intentan levantarse. El periodista y relator Rafael Henzel volvió a ejercer su función en radio Oeste Capital. Aún sigue al Chapecoense. Alterna sus funciones con charlas en relación al accidente.
La azafata colombiana Ximena Suárez optó por cambiar de roles. Ahora, ante el impacto y los daños sicológicos que le produjo el duro momento, se dedica al modelaje.
Finalmente, el mecánico Erwin Tumiri sigue persiguiendo su sueño de convertirse en piloto comercial.