Apenas Toni Kroos anotó el segundo gol alemán (90'+4'), el Estadio Olímpico de Fisht estalló de júbilo. La alegría de los germanos al terminar el partido contrastó con la amargura de los suecos, que vieron todo su trabajo hecho añicos. Y esa desazón se transformó en ira cuando al pitazo final parte los jugadores alemanes y su cuerpo técnico corrieron a celebrar a la banca rival, provocando un malestar que casi termina en pelea.
Así lo confesó el entrenador escandinavo Janne Andersson, quien tuvo que ser contenido para no encararse directamente con los germanos. "Algunos de los líderes del equipo alemán celebraron corriendo en nuestra dirección, haciendo gestos. Eso me dejó muy irritado. Las otras personas de nuestro banco también se sintieron bastante incómodas. Nosotros imaginamos que después de los 95 minutos, con el pitazo final, te apretas la mano y te vas. Por eso me irrité mucho con esa actitud", explicó el entrenador.
De acuerdo al relato del sueco, lo que desató su rabia y posterior actitud fue que varios de los colaboradores de Joachim Löw, como el ex goleador Miroslav Klose o Oliver Bierhoff, junto a algunos jugadores, se encontraron con sus pares suecos, notoriamente molestos ante las burlas por la derrota. Andersson tuvo que ser contenido por los árbitros y sus propios asistentes, lo que evitó que todo pasase a mayores.
En cuanto al análisis final, Andersson no quiso culpar a ninguno de sus jugadores por el gol que definió todo. Eso sí, reclamó por el penal que, a su juicio, no se cobró a favor. "Si miras la televisión, encontrarás que hubo penal contra Marcus Berg. Si hubiese sido cobrado, tal vez sería lo suficiente para batir a Alemania (...) diría que lo más justo hubiese sido el empate".