Rafael Dudamel tenía frente a Palestino la oportunidad de abandonar Universidad de Chile limpiando aunque fuera un poco su nombre. Un legado era imposible ya que detrás suyo el venezolano solo deja polémicas y malos ratos. Por eso, los tres puntos eran el único regalo de despedida que Dudamel podía entregar.
Y ni siquiera eso fue posible. No importó que fuera el último partido del técnico que los dirigió durante los últimos ocho meses, cuando el venezolano firmó su contrato el 6 de noviembre de 2020: los jugadores de la U tuvieron un desempeño igual de displicente e insuficiente como el que han durante gran parte de la era Dudamel. Empataron con Palestino sin goles y terminaron agradeciendo el resultado.
Jamás existió una idea clara, un proceso concreto, un mecanismo concienzudo que salte a la vista de aquellos que ven los partidos de la U. En pocos partidos se les ha visto ser dominadores absolutos; en la mayoría las victorias nacen desde lo emocional, algún arrebato individual o el oportunismo de Larrivey, cuyo regreso al 11 titular fue, quizás, el único acierto del exportero.
Fue el delantero argentino quien tuvo las mejores ocasiones para poner en ventaja a la U en La Cisterna, pero su exacerbado compañerismo era, irónicamente, lo que menos necesitaba el equipo en ese momento. Un poco más de egoísmo y el Chuncho se hubiese puesto en ventaja, pero aquello no sucedió.
Más allá de la oportunidad de Larrivey y un tiro de Brandon Cortés, el conjunto universitario no hizo nada más. En el complemento padeció por todos lados la arremetida palestina sin saber contrarrestarla ni mucho menos contraatacarla. Dudamel realizó cambios para proteger el empate pues sabía que sus pupilos serían incapaces de quedarse con la victoria. La U dejaría, otra vez, una pobrísima imagen sobre un campo de juego.
No porque Dudamel disputara su último partido significaba que se mantendría dócil en la zona técnica. Para nada. Volvió a los gritos, a los ademanes, a los cruces con el cuarto árbitro. Más gritón que nunca, el otrora guardametas quiso hacerse notar en su despedida dando indicaciones a todo pulmón.
Esta actitud no borrará, claro está, todas las polémicas acumuladas a lo largo de su estadía en Chile. Llegó al país y se contagió con Covid, lo que no evitó que saludara a un grupo de jugadores durante una práctica. A inicios de la temporada entregó una de las mejores conferencias de prensa que se recuerde, cuando disparó abiertamente a la dirigencia de Azul Azul por la falta de refuerzos. Y en abril, cuando la segunda ola del Covid-10 azotaba al país, sostuvo una reunión privada con varios jugadores azules, lo que le valió una investigación de la Seremi de Salud.
Sí logró evitar que la U descendiera e incluso la clasificó a la fase previa de la Copa Libertadores, hechos que vaticinaban un auspicioso futuro al comienzo del campeonato. Sin embargo, tales esperanzas se esfumaron tan rápido como nacieron, luego de que San Lorenzo, sin hacer demasiado, los eliminara en dos partidos.
Y como tantos otros técnicos, tampoco pudo terminar la maldición de la U contra Colo Colo en el Monumental. Mientras estuvo en el cargo jugó dos Superclásicos ante el Cacique: uno, ante el peor conjunto albo de la historia, lo empató 0-0; el otro, cuando la U mereció más, perdió por la mínima.
Los números finales de Dudamel ruborizan: 26 partidos, ocho victorias, 12 empates y 6 derrotas. El venezolano se va de la U y como legado no deja nada: solo un punto en los últimos tres partidos.