Antes de representar a 16 de las 23 seleccionadas chilenas que el martes comienzan a competir en el Mundial femenino de Francia, de representar a más de 50 futbolistas y algunos entrenadores y de alternar su vida entre Chile y Europa, nadie más que Edgar Merino (31) veía allí un nicho de negocio. Ahora, pasados ya los años de incertidumbres, préstamos y deudas; de utilizar la casa de sus padres como su propia oficina; de los viajes a Europa para cerrar contratos que, a veces, solo le dejaban lo necesario para pagarse el pasaje; de mentirle a su madre de que sí estaba postulando a otros trabajos como periodista, este ex arquero de las inferiores de Colo Colo, es el agente monopolio del fútbol chileno femenino. Solo Cracks, su agencia deportiva, es la compañía que lidera la exportación de jugadoras sudamericanas a las ligas europeas y la norteamericana.
Pero Edgar asegura que fue el fútbol femenino quien lo encontró a él. No al revés. El primer acercamiento que tuvo con este mundo, sin embargo, no fue con la arquera Christiane Endler, su principal embajadora y a quien representa formalmente desde 2015. En 2008 y 2009, durante su época universitaria, organizó uno de los primeros torneos de fútbol femenino, el que contó con la participación de más de una decena de equipos. Rocío Yáñez, ex entrenadora de Lota Schwager y amiga de él, lo recuerda perfectamente: "Era muy entusiasta con el tema de los campeonatos. Ayudó a organizar una liga femenina en la que participaban equipos que venían de todo Santiago, no solamente universitarios".
Hoy levanta sospechas. No es habitual que tanta tarta de una selección (16 futbolistas de 23) pase por las mismas manos. Y además, con el seleccionador como uno de sus antiguos clientes, al que ayudó en la gestión de algunas operaciones. Merino se defiende de los murmullos que lo señalan: "En Chile esto está recién comenzando. Fui el primero, y ya hay cuatro empresas de representación. Yo represento a la mayoría y es normal, porque fue mi agencia la que comenzó con esto en Chile".
El fútbol femenino es un mundo en miniatura, que aún se desarrolla en un escenario diminuto en comparación a sus pares hombres. "Aquí las cifras son muchísimo más bajas que en el fútbol masculino, pero lo que me encanta es que las chicas se lo toman con un profesionalismo que impresiona".
Merino es licenciado de Periodismo en la PUC, donde trabajó en revistas universitarias y algunos suplementos deportivos siendo aún estudiante. Luego, en 2012, realizó un Máster en Sport Management en el Instituto de Johan Cryuff, del que ahora es docente. Allí se sintió iluminado para lo que vendría.
Su primera representada, sin embargo, no fue futbolista, sino la boxeadora Carolina Rodríguez, a quién guió en su lucha por llegar al profesionalismo y sus dos títulos mundiales desde 2013. Crespita aún representada por él, solo tiene buenos comentarios para él. "Él se acercó a mí para ofrecerme su trabajo. Lo encontré confiable, apasionado, sentí que no buscaba solo ganar plata, sino que de verdad le motivaba lo que estábamos haciendo. Lo considero un amigo", reconoce la púgil peso gallo.
La misma opinión tiene Ziomara Morrison, la basquetbolista más destacada en la historia del país. "La verdad es que él no fue mi representante, pero sí trabajamos en un par de cosas juntos. Puedo decir que es muy profesional", reconoce la pívot.
Un mundo miniatura
Edgar creció escuchando un tango cuya letra está tatuada en su memoria. "Mamita querida/ Ganaré dinero/ Seré un Baldonedo/ Un Martino o un Boye". El sueño del pibe, canción que narra la ensoñación de un chico que celebra y sueña con su primera citación a prueba en un equipo de fútbol. Su abuelo, José Vidangossy (tío abuelo del volante Matías Vidangossy) fue un futbolista con paso por el Audax Italiano de los 60. "Pero como no tuvo un representante, no pudo desarrollar su carrera", reconoce Merino. Su ejemplo, dice, es el que lo inspira ahora en trabajar en el desarrollo del fútbol femenino.
Pese a que lo tentaron a incluso ser la mano derecha de un importante representante en Chile, prefirió soñar su propio sueño. Se conforta; cree que fue la mejor decisión. "Esto para mí es un trabajo, es mi empresa, pero me es imposible separar lo humano de lo netamente laboral. Por ejemplo, si hago una operación de un monto muy bajo, prefiero no cobrarle nada a la deportista, porque siento que no corresponde", asegura. A diferencia de lo que ocurre en el fútbol masculino, "aquí aún priman otros valores", asegura. Según Merino, aunque no habla de cifras, la diferencia con el mercado de varones es infinitamente menor.
Tan diminuto es aún este mundo que incluso, una vez, una marca de teléfonos móviles (que prefiere omitir), lo contactó para realizar una campaña con sus representadas más insignes. Al consultar el pago, debió meditar su indignación. "Me dijeron que no había nada, que a lo mejor nos podían regalar teléfonos". Y como este mundo recién se desarrolla, muchas jugadoras aún sienten que un celular a cambio de una campaña publicitaria es un gran negocio. Edgar, en cambio, debió encontrar sus mejores argumentos para explicarles por qué no iban a aceptar esta oferta. "No es de agrandado, pero si aceptaba era conformarse con muy poco".
Su fórmula le dio resultado. Ahora, Televisa, Abastible, Santander, y varias otras marcas de renombre han firmado contratos con sus embajadoras. De a poco, Edgar Merino está construyendo su imperio. Ya tiene una amplia oficina en Providencia y desde hace años que los clubes lo llaman para buscar nuevos elementos. Después del Mundial de Francia confía en que su reino se extenderá.