A Eduardo Berizzo se le acaba el crédito. La derrota frente a Venezuela era, precisamente, el resultado que todos querían evitar. Primero, porque haber sumado implicaba cerrar de la mejor forma posible una fecha que había partido con la victoria sobre Perú y meterse de lleno en la pelea por los cupos en el Mundial de 2026. Y luego, porque una derrota reviviría los fantasmas que había dejado el anterior paso de la Roja por tierras llaneras, cuando con Reinaldo Rueda en la banca había caído incluso con mayor decoro: en Caracas se inclinó por 2-1. A la larga, ese resultado terminó siendo clave para las truncas aspiraciones de clasificarse a Qatar 2022.
El Toto tiene, ahora, la pistola en el pecho. La paciencia se agota, porque, salvo algunos destellos, las soluciones futbolísticas no llegan, aunque lo principal es que haberse devuelto desde Maturín con las manos vacías implica un nuevo retroceso en la tabla de posiciones, con el agravante de que, al menos históricamente, el paso por el país caribeño solía garantizar algún punto en el bolso. Ya van dos procesos seguidos en que no se suma ninguno.
Se mueve la aguja
La cosecha en las Eliminatorias ha sido magra. El inicio del camino hacia la cita planetaria que se disputará en México, Estados Unidos y Canadá considera la caída ante Uruguay, el empate frente a Colombia, el triunfo ante Perú y el nuevo revés ante Venezuela. La recolección es, de por sí, escuálida, aunque la sensación se agrava considerando que en los amistosos solo fue capaz de ganarle a Paraguay, duelo al que también llegó severamente cuestionado, y a Cuba y República Dominicana, dos rivales de discretísimo nivel que se consiguieron casi de emergencia.
Antes, las derrotas frente a Corea del Sur, Túnez, Marruecos y Polonia habían generado inquietud. Había reproches, también, por la escasa efectividad ofensiva de la Roja. Ese acápite recibió señales positivas en la victoria sobre los guaraníes (triunfo por 3-2) y en las que se obtuvieron ante los equipos caribeños, aunque en estos casos el mérito disminuye considerando el nivel que de antemano se sabía que exhibirían. Aún así, al menos servía para sumar confianza.
Por esos días Berizzo mantenía la confianza de la dirigencia. De hecho, después de la igualdad frente a los cafetaleros, la dirigencia pedía respaldar el proceso, en función de la seriedad del trabajo del oriundo de Cruz Alta. Había especial énfasis en la transición que estaba liderando, con el paulatino adiós de los referentes de la Generación Dorada y jugadores nuevos que, evidentemente no tienen la misma jerarquía. “Está claro que lo que tiene que conformar es una fuerza colectiva, porque no tiene ni va a tener talentos como Bravo, Medel, Aránguiz, Vidal o Sánchez, por mencionar algunos”, sostenía la dirigencia.
La alerta
De todas formas, Pablo Milad puso en duda ese discurso oficial más comprensivo. A comienzos de octubre, supeditó la continuidad del técnico a los resultados que obtuviera, precisamente, en esta fecha doble. “Eso hay que verlo, pero tiene todo el apoyo nuestro. Es un gran profesional. Lo hemos visto trabajar en la interna y lo que dicen (los jugadores) es que le creen, que trabaja muy intenso, que quiere cambiar la fisionomía del fútbol chileno desde lo individual a algo colectivo”, declaraba el timonel en el marco de la segunda jornada de Go Latam Summit. “Aunque nos quedan figuras todavía, tenemos que pensar más en lo colectivo, porque ese tiene que ser el fuerte de nuestra Selección. Una nueva cara y una nueva filosofía. No hay que pensar en perder, hay que pensar en ganar y en que se nos den los resultados”, reforzaba el mandamás.
“Las decisiones nunca se toman después de un resultado. Si no ganamos, ojalá sumar. Si perdemos, hay que seguir trabajando. No hay disposición a romper una relación contractual”, decía en radio ADN, horas antes del papelón en Venezuela. “El trabajo que hace es muy profesional, están preocupados todo el año de los jugadores, hay muy buen ambiente en el plantel. Entonces, a los técnicos y a los jugadores hay que apoyarlos, porque queremos el mejor resultado para Chile”, insistía.
Este martes, después del desastre en Maturín el discurso se endureció. La primera consideración apuntó al paupérrimo rendimiento individual y colectivo que exhibió el equipo. En esa revisión no hubo concesiones. “Medel ya no está para jugar a este nivel. Se lo llevaron con un chancho al hombro”, fue una de las primeras conclusiones que surgieron en caliente desde el directorio, aunque también hubo una señal de frialdad: Berizzo no será desafectado al retorno a Santiago. En lo que sí había consenso era en que el revés en tierras caribeñas es considerado un resultado ‘sacatécnicos’. Este jueves habrá reunión de directorio y ya se asume que la próxima fecha Eliminatoria será clave para el futuro del DT.
Es que el calendario de 2023 le ofrece al técnico dos nuevas posibilidades de redimirse, aunque tampoco da para confiarse demasiado. La primera chanche la tendrá el 16 de noviembre, ante Paraguay, en el estadio Monumental. un duelo que de por sí supone una dificultad considerable, aunque el antecedente más reciente genera alguna ilusión: en la ruta inconclusa hacia Qatar, Chile se impuso tanto en Asunción como en Santiago (0-1 y 2-0).
La siguiente estación es aún más compleja: cinco días después del encuentro ante los guaraníes, la Roja visitará a Ecuador, en Quito, donde en las Eliminatorias anteriores rescató un empate en blanco, aunque en Santiago sufrió un doloroso 0-2. Ese encuentro se anticipa como un infierno, no solo por el aspecto futbolístico ni por la dificultad que implica la altitud. También hay una cuenta que en la mitad del mundo aún tienen pendiente: las acciones en las que se involucró Chile a nivel legal para sacarlos del Mundial de Qatar por la irregular participación de Byron Castillo. Será la primera visita de la Roja después de la batalla jurídica que tanto la FIFA como el TAS resolvieron con salidas calculadas para que el calendario del evento planetario no se viera afectado.
Entremedio, incluso, Berizzo enfrentará otra prueba: los Juegos Panamericanos. Chile integra el grupo A, con México, Uruguay y República Dominicana. Los aztecas y los charrúas pueden ser considerados de antemano como rivales complejos. El evento continental puede ser, de hecho, una bisagra para la gestión del estratega: si obtiene una presentación destacada (idealmente una medalla) se afirmará en su lugar. De lo contrario, solo añadirá elementos para apresurar su partida.