Eduardo Lobos (38) cerró su carrera en silencio. Coquimbo Unido, el año pasado, fue el último club del arquero formado en Colo Colo, campeón con los albos en 2002, el año de la quiebra del Cacique, y quien jugó por cinco años en Rusia, en el Krylia Sovetov. En el cierre de su trayectoria, tuvo que soportar los cuestionamientos acerca de su forma física, una materia que no elude en la duodécima edición de En Cuarenena, de El Deportivo, de La Tercera. El exarquero habla con entusiasmo respecto de su incipiente carrera de entrenador. Su primera experiencia fue dirigir, a comienzos de año, al equipo del Sifup, que agrupaba a los jugadores que buscaban una oportunidad. “Ha sido muy buena. Cuando empecé a estudiar esta carrera de técnico era más por conocimientos, saber un poco más y entender mejor el juego mientras lo jugaba. Después fui adquiriendo más conocimientos y me fue gustando para dirigir como entrenador principal, más allá de lo que la gente que puede creer que podría ser entrenador de porteros por mi carrera de arquero. Por ahí voy dirigiendo mi carrera. La pasada en el Sifup fue la primera experiencia que se asemeja más a a la realidad de un plantel, de poder dirigir, planificar los partidos. Los chicos que están en una situación de incertidumbre, que no encuentran equipo, que algunos se retiran. Ahí hay una labor de orientación en todos los ámbitos, desde lo sicológico, lo nutricional, el apoyo técnico. Ha sido un año difícil. Después del Sifup pretendíamos como cuerpo técnico poder dirigir algún plantel. En estos momentos eso está en standby por la pandemia. Pero sigue siendo mi proyección. Mi futuro sigue siendo poder dirigir prontamente un equipo profesional”, explica.
Se dice que el arquero ve mejor el fútbol, ¿ayuda esa experiencia que adquirió en el arco para la lectura de un partido de fútbol?
Creo que la posición del portero es privilegiada, de tener una mejor visión, una mayor amplitud del campo de juego, de los movimientos. A eso también hay que agregarle la inteligencia para entender el juego. Hay que entender cómo poder dirigir bien, cómo mover a sus compañeros. Eso tiene que ver con estudiar. Sin duda que la visión que da esa posición es privilegiada en relación a las demás posiciones del campo de juego.
Trabajar con jugadores que están preparándose para una oportunidad, ¿cómo se trabaja la motivación ahí?
No es fácil. Hay chicos que han estado en Tercera, Segunda Profesional, Primera B. Otros que están al borde del final de su carrera. Hay muchas limitantes que ellos tienen. En el Sifup nos dieron todas las herramientas posibles para poder implementar cosas y hacer un trabajo mucho más integral de lo que se venía haciendo; integramos sicólogos, nutricionistas, GPS, desayuno todos los días, proteínas. Lo asemejamos muchísimo a la realidad que se puede encontrar en un plantel profesional. Tratamos de traspasarles nuestra experiencia en el fútbol. Ellos lo agradecen. Hasta el último día que trabajamos en el Sifup mantuvimos la motivación a tope, sabiendo que es difícil, que algunos no tenían para comer, otros que tienen hijos y no tienen para comprarle pañales. Tratamos de que esa motivación estuviera hasta el final.
Su carrera terminó muy en silencio, ¿soñó alguna vez con una despedida distinta?
Siento que la carrera del jugador tiene que ser tal como es. Estoy muy feliz con la carrera que hice, 20 años jugando a nivel profesional, jugué en todas las categorías de la selección, en la adulta, en los mejores equipos de Chile, en Europa. Nunca esperé que el final de mi carrera fuera renombrado. Siempre dije que tal como llegué me iba a ir. No era mi idea hacer una despedida. Esto tiene que ver con mi personalidad, mi perfil. Me mataba entrenando, jugaba, me podía equivocar porque es parte del juego. Había que tratar de minimizarlos. Hice mi carrera tan como la soñé. No tengo nada que reprocharme.
¿Algún proyecto que no pudo realizar como futbolista?
Me hubiese encantado ganar todas las finales que disputé. Perdí la final con Unión Española que me hubiese encantado ganar por lo hermoso que es el club. Perdí con San Marcos de Arica, que le hubiese dado a ese club la posibilidad de entrar a un torneo internacional. Perdí una final de Copa Chile con Everton ante Colo Colo, que hubiese sido maravilloso poder dársela a Everton. Lamentablemente no fue así. No tengo nada que reprocharme. Es un juego de aciertos y errores.
¿Cuánto afecta en este balance los cuestionamientos que recibió sobre el final con respecto a su forma física?
No me afectaba. Más que un tema de peso, si hubiese sentido que ese peso hubiera influido, lo hubiese aceptado y me hubiera retirado antes. En Everton pasó algo particular: desde el día uno la gente no me quiso. Firmé por un año. Después por rendimiento, liderazgo y personalidad, porque era útil para el club, tuve una renovación de dos años y medio de contrato. La gente de Everton tenía rivalidad con Colo Colo, donde yo me formé. Tito Tapia me llevó a Everton. Tuve la capacidad de poder abstraerme de esa mala onda que tenía la gente conmigo. Trataba de rendir de la mejor manera posible. Si lo llevamos a lo macro en cuanto a rendimiento, peleamos dos títulos continuos con Colo Colo hasta las últimas fechas. Final de Copa Chile. Clasificación a dos torneos internacionales consecutivos, de manera histórica. Con malos rendimientos esos objetivos no se hubiesen cumplido. Solamente me enfocaba en ayudar a mis compañeros y el club.
Cuando se dieron esos cuestionamientos dijo en su momento que no estaba mal físicamente, que la ropa lo hacía verse más ajustado. ¿Hoy asume que su forma no era propia de un futbolista profesional?
Siempre tuve problemas de peso, solo que antes tenía la capacidad de bajar más rápido. A mí no me complicaba eso. Todos mis compañeros sabían todo lo que me cuidaba, lo que me entrenaba y hacía para estar bien. Siempre dije que iba a jugar hasta dónde me sentía más cómodo. Cuando me retiré en la última etapa, en Coquimbo, sentí que no estaba para rendir. No me afectaba en lo absoluto. Si hubiese sentido que mi peso me impedía jugar, que se perdía por mí, lo acepto, pero no es la realidad. Lo que decían los periodistas me importaba cero. Mi carrera no fue en base a halagos de periodistas. Siempre fui sincero, quizás fui tildado de pesado.
Los hinchas de Everton le cuestionaron bastante, ¿esas críticas le llegaban más?
Tampoco. Lo que opinaba la barra de Everton me daba lo mismo. Entraba a jugar no pensando en ellos. Debo ser al único jugador que le rayaron el reloj de flores de Viña para que me fuera. Rayaron el estadio. Me cantaban durante todo el partido para que me fuera. Lo único que me complicaba era que mis compañeros tuvieran la capacidad de abstraerse de esos cánticos que me hacían. Cuando se critica o pifea a alguien en un estadio, le influye también al resto del equipo. A mí me importaba cero.
¿Pensó en irse antes de Everton?
Nunca. Eso me hacía más fuerte. Una de mis fortalezas es mi capacidad mental de abstraerme de situaciones difíciles. Si lo llevamos a lo macro, para mí todo lo que me critican es por los errores contra Colo Colo. Si hubiese tenido temor, le decía a Vitamina que no me ponga en los partidos contra Colo Colo. Pero asumía jugar y todos los riesgos.
¿Ese partido marca la relación con los hinchas de Everton?
Si me enfoco en ver esos partidos detenidamente, saco tres, cuatro o cinco pelotas de gol en esos tres partidos que perdimos con Colo Colo, por partido. Desafortunadamente fueron contra Colo Colo, equipo con que la gente me identifica. Ambos equipos estaban peleando una instancia de campeonato entonces la gente piensa que me dejaba hacer los goles para favorecer a Colo Colo. En lo absoluto, solo quería que ganara Everton. Que Ojalá Everton hubiera ganado el título y clasificar a la segunda ronda de la Copa Sudamericana. Ojalá le hubiéramos ganado la final de la Copa Chile a Colo Colo. Para eso trabajamos durísimo, después de haber estado peleando el descenso casi en los últimos lugares. Creo que éramos uno de los equipos que jugaba el mejor fútbol. Si me van a criticar por lo de Colo Colo, lo acepto, pero tiene que haber un análisis con mayor altura de miras.
Después de Claudio Bravo, ¿ve a un arquero con proyección real de llegar a esa altura?
No sé si después de Claudio llegue algún arquero a jugar a esos niveles. Es muy difícil. Sigo apostando por Bryan Cortés, en la medida que tenga un preparador de porteros que le saque el mayor rendimiento posible en cuanto a la evolución del fútbol. En la medida que encuentre un preparador que le saque su mayor rendimiento, será fundamental.
En su momento estuvieron a la par con Bravo…
Hasta el 2003 yo era el que jugaba hasta que me lesioné. Era el arquero con más proyección del fútbol chileno, estaba en la Selección, pero todo pasa por algo. Me lesioné en la Copa Libertadores jugando contra Boca Juniors en el Monumental, donde perdimos 1-2. Después no comienza Claudio porque estaba lesionado, contratan a Jonny Walker. Luego Claudio empieza a demostrar todas sus cualidades. A mí me alegra muchísimo porque soy amigo de él, me alegra mucho todo lo que han conseguido, evolucionado, todo lo que creció deportivamente y como persona. Nunca voy a saber lo que hubiese pasado si no me lesionaba.
¿Qué elementos que trabajaban juntos ve en el juego de Claudio Bravo?
Los dos tuvimos la formación de Julio Rodríguez, que viene con la metodología holandesa. Tiene que ver con el juego con los pies, la toma de decisiones. El juego aéreo siempre lo tuvo, solo que después lo fue mejorando. Fue mejorando el riesgo de cuándo salir a cortar. La lectura de juego, el atreverse con los pies, tiene mucho que ver con Rodríguez. Después Claudio tuvo muy buenos entrenadores en la Real Sociedad, en el Barcelona, en el City. Todas esas cosas van mejorando.
¿Es cierto que Colo Colo pensó en desprenderse de Bravo cuando ustedes estaban juntos?
Sí. Claudio no era tan alto y había entrenadores que no le gustaba, por su personalidad, por cómo jugaba, porque era bajito. Ahí el que lo defendió fue Julio Rodríguez y claramente no estaba equivocado. A Miguel Riffo también lo querían echar.
Usted fue pionero con el juego de pies en el fútbol chileno, ¿de dónde sacó ese estilo?
Tiene que ver con la base formativa que nos dio Julio, donde la importancia del arquero con el juego con los pies era muchísima, de ser un líbero, de entender y leer bien el juego. De tomar buenas decisiones. Y también tiene que ver con atreverse. Porque cuando Julio trajo esa metodología en el año 1995, ningún entrenador de cadetes aguantaba que nosotros jugáramos con los pies, estaba prohibido que jugáramos de sobrepique. Tiene que ver con nuestra personalidad, de Claudio, Felipe Núñez y Víctor Loyola, de respaldar a Julio en esa forma que tenía de ver el fútbol. Nosotros creíamos que era la correcta. Me encanta que mis equipos salgan jugando. Le doy la responsabilidad para que jueguen.
¿Cuándo esta integración del del portero en el juego de pies se puede transformar en una distracción que lo saque de la obligación de atajar?
La esencia principal del portero sigue siendo atajar. Eso no va a cambiar. Que uno le vaya dando otros matices, dando herramientas como el juego de pies, la del sobrepique porque es más rápido, va más bajo el balón. De jugar más adelantado porque el equipo nuestro está presionando en mitad de cancha. Hay que darle un equilibrio. Eso lo da el entrenador con la concepción de juego que pueda tener. Tiene que ver con las herramientas que le da al equipo. He visto arqueros que salen a hacer paredes casi a mitad de cancha y eso no tiene ningún sentido. Tiene que ver con responsabilidad, buena toma de posición. Entender el juego y tomar una buena decisión.
Este año en la pretemporada criticó la decisión de Colo Colo de fichar a Miguel Pinto, ¿por qué?
No critico que lo hayan contratado a él, sino la forma. Cuando hablamos de que el club tenga una estructura, que le de posibilidades a los que están formando en casa, donde invierten muchísima plata. En contra de Miguel no tengo nada. Ha hecho una carrera maravillosa, estuvo en México, en la Selección. Siento que no es un arquero para Colo Colo, por sus características. Detrás de Bryan estaba Dario Melo, contratado, Omar Carabalí, Julio Fierro, que han demostrado tener una proyección importante en Colo Colo. No siento la necesidad de tener un arquero como Miguel. Brayan tiene que tomar la personalidad y empezar a proyectarse.
¿Qué le falta a Brayan Cortés para consolidarse como la promesa que fue?
Básicamente entender que Iquique no es Colo Colo. Jugar en Colo Colo no es fácil, no es para cualquiera. He visto llegar a los mejores jugadores del país a jugar en Colo Colo y han tenido un rendimiento cero. Las responsabilidades son distintas. En Iquique tenía una personalidad increíble para cortar un centro. Al primer error te empiezan a pifear 30 mil personas. Que la prensa te cuestiona y que dice que van a traer un arquero porque falta experiencia, jerarquía. Entonces tiene que tener la capacidad sicológica de abstraerse de ese tipo de críticas. Tiene que entender que los errores sí cuestan goles. Tiene que sobreponerse ante esos errores. No es lo mismo equivocarse en Iquique. En Colo Colo va generando desconfianza. Eso pesa en la toma de decisiones. Insisto que, desde la proyección, es el mejor arquero que hay en Chile.
¿Cómo cree que lo recuerda el hincha de Colo Colo?
Por lo que siempre me escriben, por las veces que me reconocen en la calle, me recuerdan mucho el título de la quiebra. Muchos jóvenes estábamos esperando debutar profesionalmente, sin experiencia y lo hicimos bastante bien; llegamos a una semifinal, ganamos un campeonato, clasificamos a la Libertadores, ganamos en Calama después de 21 años, tres veces seguidas. Creo que me recuerdan con cariño y respeto por lo que hicimos en ese torneo.
¿Qué tan concreta fue la opción de que llegara a Universidad de Chile hace un par de años? Tan cerca no estuvo. Tuve la posibilidad. Me reuní con el gerente de la U en un café del sector oriente. Por lo que me dijeron después Heller dijo que no por mi pasado en Colo Colo. Eso fue lo más cercano.
¿Su pasado colocolino no era un factor para cuestionarse el ir a la U?
A Colo Colo le tengo mucho cariño y respeto por todo lo que me dio. Siempre he sido un agradecido por la formación, lo deportivo, en cuanto mi proyección internacional. Pero esto es una profesión, es trabajo. Uno tiene que tener la capacidad de rendir lo mejor posible donde sea. Siempre dije que uno tiene que jugar donde el destino lo lleve. No tiene que ver con colores.
¿Cómo van a jugar sus equipos cuando sea el entrenador?
Me gusta mucho que los equipos salgan jugando desde atrás, pero ese salir jugando desde atrás no tiene ningún sentido si no tiene las progresiones o la profundidad en el juego. Tener el balón por tenerlo, una posesión que se más linda en la estadística y perder el partido 1-0 y crearme una opción de gol, para mí no tiene sentido. Hay que encontrar jugadores que son rápidos para la forma que quiero para jugar, transiciones rápidas, profundidad, toma de decisiones y jugadores que tengan buen trato con el balón. Que tengan buena intensidad y que vayan entendiendo el juego según las circunstancias del partido.
Si le llega un jugador pasado de kilos, ¿cómo lo va a tratar?
Es que no tiene con cómo era yo. El fútbol no te permite tener tres o cuatro kilos de más, porque así no puedes rendir. Somos súper estrictos en ese sentido. Hay que ser prudente. No hay doble lectura ni doble discurso en ese aspecto.