Diez días después de coronarse como campeón del Tour de Francia, el ciclista colombiano Egan Bernal se dio un baño de multitudes en Zipaquirá, el pueblo que le vio crecer y dar sus primeras pedaladas sobre una bicicleta. Ante unas seis mil personas, el ídolo local se presentó en la Plaza de Comuneros de su terruño y les ofreció el maillot amarillo que ganó en las carreteras francesas y con su humildad habitual agradeció el apoyo que desde su país le brindaron para superar a los duros rivales que tuvo en la máxima competencia universal.
La localidad situada a poco menos de 50 kilómetros al nordeste de Bogotá y que cuenta con una población de unas 600 mil personas, cambió su habitual tranquilidad por una fiesta digna del ganador de la Grande Boucle. El color verde de las montañas en las que Bernal empezó desde su infancia a llenar de oxígeno sus pulmones con los que superó a sus contrincantes en los Alpes dio paso al amarillo que pintó calles y fachadas. El maillot jaune fue la prenda más popular entre los paisanos del joven maravilla, como le apodan en su tierra, un lugar en el que el ciclismo le gana la partida al fútbol y del que surgió el primer referente local en este deporte, Efraín "Zipa" Forero.
Además, el corredor del Team Ineos estuvo rodeado por un reconocido grupo de los llamados escarabajos que pusieron en la palestra el ciclismo colombiano en el siglo pasado, entre ellos Lucho Herrera, ganador de la Vuelta a España en 1987, y Mauricio Soler, campeón de la montaña del Tour en 1997.
Puntual a la cita, sobre las 10:00 de la mañana, cuando la niebla característica de las montañas dio paso a un sol radiante que terminó de poner la tonalidad de moda en el lugar, Bernal apareció sobre su bicicleta que le acredita como campeón de la ronda gala y saludó uno a uno a los espectadores acomodados en la zona VIP, entre los que estaban su familia, el apoyo más importante que ha tenido a lo largo de su corta pero exitosa carrera.
De su padre, Germán, un ciclista modesto, heredó los genes y la pasión por el deporte de las dos ruedas. Aún recuerda cuando cada fin de semana le llevaba por las rutas entre Zipaquirá y Cogua a pedalear para hacer deporte y divertirse. Entonces, nadie imaginaba que allí estaba forjándose la figura de un campeón. Su madre, Flor, cuidó siempre todos los detalles domésticos que le enseñaron la disciplina y la responsabilidad, además del esfuerzo por madrugar y trabajar con esfuerzo por la consecución de los objetivos. Su novia, Xiomara, que también comparte su pasión por el ciclismo, también ha sido clave para Egan, ya que es su soporte emocional cuando las cosas vienen mal dadas.
Si bien Bernal hoy saborea el mayor logro para un ciclista latinoamericano en la historia, no olvida que hace poco sufrió una dura caída en la que se fracturó la clavícula cuando se alistaba para intervenir en el Giro de Italia. Por cosas del destino, ese doloroso revés solo hizo aumentar su fortaleza y le permitió llegar con las piernas frescas al Tour
Humildad a toda prueba
El muchacho de 22 años, a quien el éxito le llegó antes de lo que esperaban los expertos y su propio equipo, aún parece no haber asimilado lo que consiguió el 28 de julio, cuando recorrió los Campos Elíseos vestido de amarillo y alzó los brazos a los pies de la Torre Eiffel. "No veía la hora de estar aquí y compartir con ustedes esta camiseta amarilla", fueron sus primeras palabras ante sus paisanos. Lejos de la efusividad que inspiraría una conquista de tal magnitud, Bernal fue uno más entre los zipaquireños. Agradeció a sus mentores y a los corredores que con su ejemplo motivaron a un joven humilde a pedalear ante la élite del ciclismo mundial y superarlos en buena lid.
"Yo solo quiero ser feliz, estar con mi familia y con mis seres queridos, y seguir disfrutando cada vez que me subo a la bicicleta", se limitó a decir cada vez que se le preguntó por los planes a futuro y por la lucha deportiva dentro del equipo Ineos, en el que comparte el liderazgo con Chris Froome y Geraint Thomas. Con una indolencia casi juvenil, no se detuvo a explicar lo que significa para él este histórico logro que acaba de conseguir, sino que solo quiere ser feliz con su gente.
Durante esta semana se ha dedicado a recorrer las calles empinadas de su pueblo a bordo de su bicicleta, como hacía cuando vivía en el humilde barrio Bolívar de la localidad situada en el departamento de Cundinamarca, así como en varias modestas residencias a las que su familia se fue moviendo durante su crecimiento, cuando el dinero no sobraba y tocaba mudarse a los lugares que los ingresos familiares podían costear.
Dos horas
El ciclista del momento ha entrado de lleno en la constelación del ranking mundial, pero él disfrutó más al compartir con sus paisanos, que lo vitorearon durante dos horas en el centro de su pueblo natal. Desde ahora, Zipaquirá, que era conocida como la capital salinera de Colombia y, precisamente, por acoger debajo de sus montañas con la Catedral de Sal, una joya arquitectónica construido en el interior de las minas, será referencia en el mundo por tener a un ciclista de talla mundial, un "pelado" que ganó el Tour de Francia y aún sigue rodando por las carreteras de su pueblo con la misma inocencia con la que empezó a andar sobre las dos ruedas.