Javier Parraguez anota su primer hat-trick en Brasil y se llena de elogios. Con la camiseta del Sport Recife, de la Serie B, el Búfalo empieza a recuperar la confianza que había extraviado con las intermitencias que mostró en su paso por Colo Colo. Ya suma cuatro conquistas en el torneo pernambucano y, a los 32 años, se ilusiona con retomar el poderío goleador que mostró en sus pasos por Puerto Montt, Wanderers y Huachipato, pero que solo logró insinuar en el Cacique, aunque en Macul se le recuerda por su aporte clave en los duelos en que el Cacique luchaba por mantener la categoría en 2020 y por el carisma que le imprimía a cada una de sus acciones en seno del plantel.

En enero, el centrodelantero toma la decisión de partir al fútbol brasileño. En los albos, la posibilidad de jugar sería cada vez más incierta. Aunque Iván Morales había partido al fútbol mexicano, las señales no le favorecían. Había llegado Juan Martín Lucero, en el plantel se mantenía el venezolano Christian Santos y Gustavo Quinteros pedía públicamente un nuevo ariete. Parraguez y su entorno interpretaron que lo mejor era partir del club.

En Recife, Parraguez encontró todas las condiciones para reencontrarse con el nivel que lo llevó a destacarse en el fútbol chileno. Lo primero fue paciencia, pues recién el 12 de marzo, cinco días antes de ofrecer su mejor presentación, anotó su primer gol: aportó un tanto en la victoria sobre el Náutico. “Ahí ya hay una diferencia respecto de lo que pasaba en Colo Colo, donde la presión era evidente. La única diferencia es que allá le dieron la oportunidad y la confianza. Cuando no hizo goles, lo mantuvieron en el equipo. Como en Puerto Montt, Wanderers o Huachipato”, explica un cercano al oriundo de Cerro Navia.

Mariscos y ‘portuñol’

Otro tanto aporta el entorno en el que vive. En Brasil, el delantero aprovecha las bondades del entorno que lo acoge. Eligió vivir en un departamento a escasos metros de la playa, tiene al alcance los mariscos y pescados que tanto disfruta y recibe el trato que siempre le acomodó. “Es una cuestión de confianza”, se anima a confesar repetidamente a su entorno.

El club también le ofrece lo mejor para hacerlo sentir a gusto. De hecho, sale a las 6.30 horas del condominio que lo acoge para sumarse a los entrenamientos, que parten a las 8 horas, principalmente por la alta temperatura que se registra en el lugar. Después de la práctica, el delantero suele aprovechar las instalaciones del club, que van desde un gimnasio de última generación y múltiples canchas hasta un hotel, donde suele quedarse a dormir la siesta. Recién después de las 17 horas deja las instalaciones para partir a casa.

“En el Sport Recife lo tratan como figura. Y el club tiene todo lo que un deportista necesita. Los jugadores podrían vivir ahí, si quisieran. Eso es importante. Lo otro es la fortaleza mental que muestra Javier. Ya la había exhibido en su paso por Colo Colo y eso le ha servido para adaptarse en su nuevo club”, explica un cercano. La adecuación ha sido tan rápida que, inmediatamente después de su consagratoria actuación, Parragol se animó a conceder una entrevista en “portuñol”.

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