Uno de los partidos más inusuales en la historia del Barcelona. Una victoria insípida, opacada por el referendo independentista que se llevaba a cabo en todo Cataluña. Los deseos de la directiva azulgrana se inclinaban por suspender el partido, aunque la Federación Española no concedió los permisos. Ante tal hecho, el presidente del Barcelona optó por jugar el compromiso ya que la sanción les resultaría demasiado cara. Seis puntos como castigo, tres por no jugar el compromiso y otros tantos por penalización.
La decisión de saltar a la cancha de igual manera ofendió a algunos miembros de la directiva del club. El vicepresidente, Carlos Vilarrubí presentó su renuncia, además de Jordi Monés, integrante del directorio. Joan Laporta, otrora mandamás culé, también fue crítico de la decisión: “Jugar el partido a puerta cerrada es inhibirse. Es votar en blanco, es ser cómplice de los que practican la violencia indiscriminada y de los que impiden el ejercicio pacífico de los derechos y libertades democráticas”.
Las puertas del Camp Nou, ante la violencia en las calles, se mantuvieron cerradas. Los hinchas se quedaron sin poder entrar, mientras que algunos, incluso, reclamaban que continuaban vendiendo entradas pese a la ya decisión de jugar sin público. La pantalla gigante del estadio mostraba una urna con un voto, y bajo ella la palabra "Democracia". En el campo, los jugadores vestían la camiseta de la senyera, que contiene los colores de la bandera catalana. No obstante, disputaron el partido con la playera blaugrana.
El partido se disputó con la misma emoción que provenía de las gradas vacías. Los referentes del club deseaban jugar el partido, y lo demostraron. Lionel Messi, activo y manejando el fútbol, asistió a Busquets para abrir la cuenta a los 49′. El argentino anotaría un doblete a los 70′, tras asistencia de Denis Suárez, y a los 77′, a pase de Luis Suárez.
La victoria los mantiene punteros, aunque el solo hecho de haber jugado es, para muchos una derrota moral.