El boxeo es deporte

ESPECIAL 70 AÑOS LT: VERDADES QUE YA NO SON

Boxeo
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El boxeo no es una metáfora de la guerra, es la guerra misma. Su esencia es lastimar literalmente al adversario, a veces de forma irreversible. Una ceremonia de sangre jaleada desde las tribunas y definida como deporte. Una afirmación muy discutida. Son muchas las voces que siguen intentando derribarlo, pero sin éxito. Ganan todavía los defensores. El negocio prevalece. El médico y periodista Ignacio Romo escribe sobre los pros y los contras de la actividad.



Imbatible

“La vida es lo más parecido al boxeo. Se trata de un combate tan parejo, tan igualado, que es imposible no darse cuenta de que, en realidad, tu adversario eres tú mismo”. La frase es de la escritora neoyorquina Joyce Carol Oates, en su delicioso ensayo On Boxing, una excelente disección del mundo del cuadrilátero, de su afición, su pasión, sorprendente para ella misma, por el deporte de las 16 cuerdas. ¿Deporte? Siempre ha habido muchas voces en contra de considerarlo como tal, debido exactamente a su esencia, al combate directo con los puños. Yo sí opino que el boxeo es un deporte. Un deporte que nace hace 3.000 años con el pugilato de los Juegos Olímpicos de la antigua Grecia, y con un riesgo físico que sus practicantes aceptan libremente.

La oposición al boxeo como deporte tiene su base en el daño físico infligido en los combates. El 5 de diciembre de 1984 la Asociación Médica Americana (AMA) adoptó e hizo pública una resolución en la que solicitaba la abolición del boxeo “en todas sus formas”. Otras voces a lo largo de la historia, como sucedió en los países comunistas, han aceptado el boxeo olímpico (mayor protección de los púgiles y menor duración de los combates) y prohibido su versión profesional. A día de hoy, la AMA mantiene, con algunas variantes, su posición contraria al boxeo a través de su último documento sobre el asunto, emitido en 2007. En esta resolución se afirma que el boxeo “es una manifestación pública de violencia interpersonal que es única entre las actividades deportivas”, si bien es cierto que matiza su documento diciendo que su oposición se refiere “especialmente al boxeo profesional”. La realidad es que la posición de la AMA no ha tenido demasiado eco, ni entre otras organizaciones médicas, ni entre los gobiernos y cuatro décadas después, la afición al boxeo y su práctica (deportiva o recreacional en los gimnasios de barrio) está creciendo en la sociedad.

Desde luego, el boxeo es un deporte con alto riesgo de lesión física. Las más graves son las lesiones neurológicas, principalmente los hematomas subdurales, que han acabado con la vida de centenares de boxeadores a lo largo de la historia. Pero sería injusto con los organismos que regulan el boxeo actualmente no reconocer que la seguridad en el ring ha mejorado mucho. Al contrario de lo que sucedía el siglo pasado, hoy en día los combates de boxeo profesional son detenidos mucho antes, el árbitro para el combate cuando observa una superioridad manifiesta de uno de los dos rivales y una incapacidad clara para continuar en el otro. Aquellas imágenes de KOs y de boxeadores inconscientes sobre la lona han dado paso hoy en día a otras en las que el árbitro se interpone entre los púgiles y detiene el pleito. Aquellos boxeadores sonados dan paso ahora a deportistas sin problemas cognitivos y con una buena capacidad de expresión en su mayoría.

Otro aspecto a favor del boxeo en la actualidad ha sido su aceptación en los gimnasios de forma masiva como método indiscutible para la mejora de la forma física, una moda que ha crecido en los últimos años, ampliamente aceptada por la sociedad. En este aspecto el boxeo es imbatible. El boxeador es un modelo de forma física, siempre en el peso ideal, con escasez de tejido graso, elevada potencia muscular y una resistencia aeróbica impecable. El trabajo de brazos y piernas, la activación muscular y la preparación de fondo físico convierte el entrenamiento de los boxeadores en un ejemplo de lo que se conoce como estar en forma. Carreras de fondo, golpes al saco, saltos a la comba, asaltos en el ring, trabajo de sombra, sprints, levantamiento de pesas, flexiones... todo ello convierte al boxeador, no solo en un deportista indudable sino en uno de los deportes en los que la preparación física es más decisiva. La nutrición es otra de las claves en la preparación de los boxeadores, que no se pueden permitir licencias en la alimentación antes de un combate.

Además, en las dos últimas décadas se ha producido otro fenómeno de gran calado en la aceptación del pugilismo como deporte y se trata de la irrupción con fuerza del boxeo femenino. Se trata de deportistas muy bien preparadas, que ofrecen combates de alto nivel y cuentan con una ventaja sobre el boxeo masculino: menor índice de lesiones y menor incidencia de problemas neurológicos, debido a que la potencia de pegada es inferior. La irlandesa Katie Taylor, que el pasado sábado logró su decimoséptima victoria en 17 combates profesionales, se había convertido ya hace tiempo en una estrella del deporte mundial tras haber sido campeona olímpica y cinco veces campeona mundial en el boxeo amateur. Taylor compaginaba el boxeo con el fútbol, en el que vistió en 11 ocasiones la camiseta verde de la selección de Irlanda. Siempre me llamó mucho la atención una frase de la madre de Taylor, que sorprende y pone todo en contexto, de forma incluso humorística. “Prefiero ver a Katie sobre el ring. Me pongo nerviosa cuando juega al fútbol porque temo que se lesione. Que se haga daño”.

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