El buscador de oro

Alex Ibacache cabalgó por el costado izquierdo y sirvió un preciso centro al corazón del área. Corría el minuto 114 en el estadio Félix Capriles de Cochabamba y la gran final del balompié masculino de los Juegos Odesur entre Chile y Uruguay parecía condenada a decidirse desde los doce pasos. Pero entonces apareció él. Un fantástico cabezazo del delantero de Universidad Católica, que llevaba apenas media hora sobre el terreno de juego, bastó al combinado Sub 20 para quedarse con el oro en tierras bolivianas. Y para reescribir la historia.

Y es que nunca antes, hasta la decisiva aparición del espigado ariete de la UC -de solo 18 años- en el área charrúa, una selección juvenil chilena había logrado subirse a lo más alto del podio de un certamen continental de la categoría.

Nacido en La Serena el 14 de enero de 2000, Diego Valencia cambió su ciudad natal por San Carlos de Apoquindo a la edad de 15 años. Una apuesta decidida pero también arriesgada que esta temporada parece haber comenzado a dar sus primeros frutos.

Porque 2018 será un año difícil de olvidar para el atacante, que apenas cinco días después de convertirse, el 5 junio en Bolivia, en el héroe inesperado del Capriles, pudo ver cumplido su otro sueño, el de realizar su debut profesional, en un duelo de Copa Chile ante Cobreloa, en el plantel adulto cruzado. Su próximo desafío internacional, el del detector de metales, el del buscador de oro de la Roja, arrancará en enero y en casa, en un Sudamericano Sub 20 en que los ídolos de Cochabamba tratarán de ratificar su dominio en el subcontinente.