El calvario de Stephanie Subercaseaux
La deportista chilena vive días convulsos, con la bicicleta aparcada. Trabaja como radióloga diagnosticando infectados por coronavirus mientras pelea en los tribunales contra el también ciclista Antonio Cabrera, al que acusa de violencia intrafamiliar.
Stephanie Subercaseaux (36 años) no sabe cómo definir estos días. ¿De máxima exigencia? ¿De completa entrega a su profesión? ¿Estresantes? ¿Aterradores? ¿Angustiantes? ¿De liberación? Como todos los profesionales de la salud, debe ocuparse continuamente de combatir los embates del coronavirus. Es radióloga y analiza imágenes de órganos, principalmente pulmones, para determinar si la infección ya contaminó los alvéolos y vasos sanguíneos pulmonares y qué tan malogrados pueden estar. Su diagnóstico es vital para que un médico tratante determine los pasos a seguir. Todo eso es de día; en las noches no consigue dejar de llorar.
La doctora transita por mundos aparentemente inconexos. Pese a lo demandante de su profesión, se las ha arreglado para también brillar como deportista desde hace años. Lo hizo primero en el triatlón, sorprendiendo al ganar su categoría, de 25 a 30 años, en el primer Ironman 70.3 que corrió, Pucón 2010. Desde ahí, siempre se subió a los podios de aficionadas. Pero en 2012, tras iniciar un noviazgo con el actual campeón panamericano de ciclismo de pista Antonio Cabrera, se convenció de cumplir su sueño: dedicarse a un deporte como una profesional. No le fue mal sobre la bicicleta: destacó en varios selectivos nacionales, quedó afuera de Santiago 2014 solo por una fractura en la muñeca e incluso es una de las dos únicas chilenas en terminar un mundial de ruta. Lo hizo en el durísimo circuito de Innsbruck 2018, donde acabó 75ª. Antes, solo Paola Muñoz lo había conseguido, en Richmond 2015.
Hace un mes, Stephanie decidió gritar por auxilio. Lo hizo al terminar la relación que mantuvo por 10 años con Cabrera. Fue el fin de una etapa, con algunos días alegres también, pero en la que dice haberse sentido atrapada y sin poder pedir ayuda. Sus razones están plasmadas en una demanda por violencia intrafamiliar que hace una semana interpuso en el Tribunal de Familia de Santiago. “Sistemática violencia sicológica, física y sexual” son parte de las acusaciones que hizo contra el Hijo Ilustre de San Fernando.
Su relato estremece: “Las agresiones ocurrían principalmente cuando yo lo descubría en alguna infidelidad y él, al verse acorralado y sin respuestas, me pegaba. Me tomaba de los antebrazos, me botaba al suelo, me pateaba, colocaba su pie sobre mi cabeza y me escupía, me insultaba”. Todas esas situaciones de abusos, cuenta Subercaseaux, se hicieron más frecuentes después de que Cabrera obtuvo el oro en los Panamericanos de Lima 2019. “Comenzó a beber mucho. Tenía cambios de ánimo todo el tiempo, muy repentinos. A veces le decía cualquier cosa y lloraba, otras me agredía. Pienso, y lo digo porque viví con él durante nueve años, que el consumo de drogas provocó en gran parte todo eso”.
“Me tomaba de los antebrazos, me botaba al suelo, me pateaba, colocaba su pie sobre mi cabeza y me escupía; me insultaba”.
La última agresión, según la denuncia, la sufrió la madrugada del viernes 28 de febrero. Esa noche, pese a que ya no estaban juntos, él se negó a abandonar el departamento de ella. El día anterior, Cabrera llegó a Santiago para reunirse con el Ministerio del Deporte, que solicitó sus servicios para correr por el equipo estatal en la Vuelta a Chiloé, pese a que su especialidad es la pista. Esa noche entró al apartamento de su ex compañera, otra vez contra su voluntad. “Veníamos mal desde 2018, pero nunca conseguía sacarlo del departamento. Desde esa fecha comencé a correr por equipos en Colombia, Venezuela y Tailandia, por lo que pasé casi diez meses afuera cada año. Lo veía muy poco, lo que para mí era mejor. Pero apenas llegaba a Chile, comenzaban las peleas. Todo lo que yo hacía le molestaba y todo lo que a él le pasaba, era por mi culpa. Eso decía”.
Esa noche, dice Stephanie, discuten, la pega y sale a buscar a ayuda para echarlo definitivamente. Vuelve con su madre, pero se encuentra la puerta bloqueada. Así que llama a un cerrajero. Cabrera se va, pero con ocho millones de pesos en equipamiento deportivo de ella (su bicicleta, zapatillas y lentes, entre muchas cosas). Lo devuelve todo días después, tras ser funado en redes sociales.
¿Por qué no rompió antes? “Él tenía acceso a mi Facebook y desde ahí respondía en mi nombre, eliminaba amigos, no me daba los mensajes. Al final, me fue dejando sola y sin tener ninguna red de apoyo. Temo por mi vida y la de mi familia, y ese miedo me ha hecho abrir los ojos. Además, no quiero que esto le pase a alguien más y yo no haber hecho nada para evitarlo”, asegura.
“Respondía en mi nombre, eliminaba amigos, no me daba los mensajes. Al final, me fue dejando sola . Temo por mi vida y la de mi familia”.
Hace más de un mes que Stephanie no se sube a la bicicleta. Aunque normalmente dedicaba cientos de kilómetros semanales para mantenerse en la mejor forma posible, la propagación del coronavirus y los oscuros recuerdos que le brotan sobre los pedales la tienen viviendo un aislamiento voluntario durante todo ese tiempo. “Tengo un rodillo en casa, pero no me atrevo a usarlo. Ya no sé siquiera si voy a continuar en el ciclismo, recién estoy trabajando en mi terapia siquiátrica”.
Sus días son casi siempre iguales. Trabaja extensas jornadas y, aunque lo hace desde casa, debe estar siempre atenta para diagnosticar pacientes de emergencia las 24 horas del día. Transformó su vocación en una forma de lucha contra la depresión.También, por temor, se cambió a un lugar más seguro para pasar la cuarentena. Huyó de su antiguo departamento para que no le trajera a la memoria el infierno que asegura haber vivido.
De momento, la Justicia resolvió el viernes pasado perseguir a Antonio Cabrera por el delito de maltrato y decretar orden de alejamiento hasta el 9 de octubre. El ciclista deriva su versión a su abogado, Néstor Gómez: “Antonio está bastante angustiado, pero confía en que los tribunales y la fiscalía hagan su trabajo y se pueda establecer la verdad. Las agresiones dejan marcas, huellas y heridas, y eso debe ser acreditado. Ella habla de conductas desde hace años atrás, pero nunca hizo una denuncia”.
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.