Aquí, en Argentina, se rotula como "canillitas" a quienes venden diarios por las calles y/o en los semáforos. Es un oficio que no se encontraba en extinción hace casi dos décadas, cuando Fernando Zampedri lo desarrollaba en su Chajarí natal, en la provincia de Entre Ríos, a unos 500 kilómetros de Buenos Aires, sin imaginar que la vida lo sorprendería transformándolo en un goleador que mete miedo, capaz de ganarse una y varias tapas con su rostro en pleno grito desaforado.

Nicolás Blandi, en su niñez recorrida en Campana, a casi una hora de viaje de la Capital Federal, respiró el valor del esfuerzo a través de los ejemplos que bajaban sus padres. A diferencia de Zampedri, no tuvo la necesidad de trabajar. Lo atrapaba el fútbol. Coleccionaba figuritas soñando con alguna vez ser la cara de una de ellas. Ignoraba, claro, que unos 20 años más tarde su rostro de buen tipo quedaría estampado en miles y miles de álbumes.

Si Zampedri ya fue tapa de diario varias veces y si Blandi pudo encontrarse en montones de álbumes es porque supieron transformarse en especialistas del gol, con diferentes características, pero desde un mismo punto de partida: la humildad, la tenacidad y el esfuerzo. Por algo, empezando por ellos, Colo Colo y Universidad Católica tienen derecho a creer que todo es posible.

Zampedri parece estar en los partidos mucho más que Blandi. Es una cuestión de características. El entrerriano que disfruta Universidad Católica suele hacerse notar inclusive afuera del área, tirándose atrás y a los costados, peleando y utilizando el cuerpo, aprovechando su 1.85 de estatura para ser una alternativa de aguante en caso de que su equipo se encuentre acosado y necesite oxigenarse con un pelotazo largo. Con razón total, alguna vez Marco Ruben, inmenso goleador e ídolo de Rosario Central, definió a Zampedri como "un delantero impresionante, muy potente".

Con cuatro centímetros de altura menos que Zampedri, igual Blandi se las ingenia para ser una amenaza con su cabezazo, aunque exprime ese recurso más que nada por timming para anticipar, no tanto por físico. Eso sí, el goleador de Colo Colo saca ventaja en belleza para definir. Blandi no le teme al ridículo. Si él se encuentra en el área y cae un centro, atención. No importa que el lanzamiento sea imperfecto. Nico es capaz de convertirlo en un golazo por tendencia a resolver con piruetas, de chilena o de tijera. No es casual que varias veces haya sido el protagonista del mejor gol de la fecha en el fútbol argentino. Y además, le sobra oportunismo. Siempre está ahí. Pablo Guede lo dirigió en San Lorenzo, le dio la continuidad que le negaba Edgardo Bauza y lo resumió en un concepto: "Termina lo que construye el equipo".

Los goleadores argentinos de Colo Colo y de Católica persiguen en Chile una cuenta pendiente: marcar una huella en el fútbol internacional.

Con 30 años festejados el 13 de enero, Nico Blandi había cruzado la frontera para cumplir un préstamo breve en Francia, en el Evian, donde solo jugó seis partidos. En Boca no pudo afirmarse. Y en San Lorenzo le costó, pero con el tiempo lo logró. Imaginaba una transferencia millonaria, pero el pase no llegaba. Cambió de representante y tampoco hubo caso. Hasta que en el club de Boedo se desgastó y concluyó partiendo casi en silencio, pero respetado. Lo sintetiza una frase de uno de sus últimos técnicos en el Ciclón, Juan Antonio Pizzi, quien lo relegó al banco de suplentes pero a la vez lo destacó: "Es un ejemplo como profesional. Si yo pudiera tendría un plantel de 35 Blandis".

Zampedri tuvo que pelear aún más que Blandi para ganarse un espacio en la Primera División. Mejor que muchos puede explicar de qué se trata el fútbol regional y de Ascenso. Con 32 años cumplidos el viernes, recorre en Católica su primera experiencia fuera de la Argentina. A diferencia de Blandi, no pudo jugar en ningún equipo grande. Estuvo a principios de 2019 a un pasito de Independiente, también pedido por Ariel Holan. Todo se había arreglado, pero la transferencia se cayó porque fue sobre el cierre del libro de pases y Rosario Central no consiguió otro goleador para reemplazarlo. Eso sí, Zampedri se puso la camiseta de River, pero… Fue en redes sociales, celebrando la clasificación de los millonarios a la final de la Libertadores tras eliminar a Boca en la última edición, un posteo que le costó un conflicto y un pedido de disculpas a los hinchas de Central.

Si de algo se jacta el fútbol argentino es de nutrir con sus centrodelanteros a los mejores equipos del mundo: desde hace casi una década, laten Higuaín y Agüero; desde hace menos tiempo, Icardi y Lautaro Martínez… Es lógico que nunca hayan sido citados Blandi y Zampedri. Claro que en este rubro el goleador de Católica saca una ínfima ventaja sobre el de Colo Colo.

Es que Zampedri usó una vez la 9 de la selección argentina y convirtió un gol. Fue en un partido de Copa Libertadores, el año pasado, representando a Atlético Tucumán, contra El Nacional, en Quito. Hubo inconvenientes con el vuelo, la utilería tucumana no llegó a tiempo y el dilema se resolvió utilizando las camisetas celestes y blancas de Argentina: el Sub 20 estaba en la misma ciudad jugando el Sudamericano y prestó su ropa. Ese día, en el estadio Atahualpa, ganó Atlético 1 a 0 con un lindo cabezazo de emboquillada de Zampedri, cuya eterna celebración no se olvida. Festejó con una corrida larga y arrodillándose en el piso, con el escudo de la Selección en el corazón, con el "9" en la espalda y con un detalle encima del número: no se leía su nombre sino el de Lautaro Martínez… Aquella vez, Zampedri fue tapa de los diarios que dos décadas antes él mismo vendía.