El acuerdo entre David Pizarro y Ángel Guillermo Hoyos consiste en ocupar al volante en los segundos tiempos, cuando -se considera- están mejor dadas las condiciones para disponer de su talento, hay más espacios y las marcas se sueltan un poco más.
Las ausencias de Gustavo Lorenzetti, Jean Beausejour y Gonzalo Jara, claves en el armado de la U, forzaron al técnico a recurrir al porteño desde el arranque, rompiendo así ese trato que para algunos resulta medio incomprensible; dejar en la banca al elemento de mejor técnica no suele ser lo habitual.
El asunto fue que con el Fantasista en la cancha, los azules no ganaron ni en el control ni en la gestación, pues fue la orgullosa y diezmada UC la que dominó las acciones después de unos breves minutos iniciales favorables a los laicos.
Pero sí ganaron el partido, que a la larga, es lo que importa.
En una de las pocas jugadas que logró armar la U, Pizarro anotó el único gol, uno de esos que quedan en la memoria colectiva y por los que el mediocampista, después de 15 años a alto nivel en Europa y un frustrado retorno a Wanderers, decidió estirar una carrera que parecía concluida tras su traumático paso por Valparaíso.
Nadie discute un ápice de la brillante trayectoria del porteño; hecha casi en su totalidad donde realmente cuenta, por lo demás. Sin embargo, por lo mismos, en estos pagos se le vieron muy pocos de esos días imborrables que ahora comienza a acumular.
Anotar el tanto de la victoria en un clásico universitario como este, donde los azules se peleaban la opción de seguir bien metidos en la lucha por el título y con el Nacional repleto, es de esos escenarios perfectos para engalanar la carrera de cualquiera. El aplauso cerrado y de pie que recibió de la multitud cuando fue reemplazado es la prueba de ello.
La relevancia de la conquista, del triunfo y la ovación, incluso, pueden ocultar que el de Pizarro no fue un gran encuentro, mucho menos el de sus compañeros, superados durante casi todo el encuentro y que, de milagro, no vieron disminuidas sus posibilidades de alcanzar el bicampeonato. Por el contrario, a cuatro fechas del cierre, resultaron reforzadas.
Hoyos alabó a sus muchachos. Les elogió que jugaran con el corazón cuando las piernas se hicieron insuficientes, después de semanas de furioso trajín. La U pelea en todos los frentes. No gusta demasiado, pero a esta altura a quién le importa. De seguro ni a David ni a su técnico ni a sus hinchas.