El debutante Diego Fernández le da el cuarto punto a Chile frente a Eslovenia

Diego Fernández (832º) vivió su estreno en la Copa Davis. El tenista de 21 años ya había sido “bautizado” por sus compañeros fuera de la cancha con un estrafalario corte de pelo -que ocultó con su jockey-, por lo que solo le faltaba concretar su debut en la arcilla del Club Unión. Su rival fue el zurdo esloveno Sebastian Dominko (1.637º), de 18 años, quien venía de caer en el dobles previo junto a su compañero Blaz Rola. A pesar de la diferencia de ranking, el duelo fue en extremo reñido y terminó favoreciendo al jugador local, por 3-6, 7-6 (4) y 10-2, en una hora y media.

Si bien la serie estaba definida y Chile ya había asegurado su permanencia en el Grupo Mundial I, la mayoría de las 1.600 personas que llegaron al recinto de Viña del Mar permaneció para ver al joven jugador nacional, quien poco a poco se abre paso en el circuito.

La tensión del estreno se le notó al jugador local. En el cuarto juego su rival logró romperle el servicio y de ahí en adelante pudo controlar el set gracias a golpes profundos y también a algunos errores no forzados de Fernández. Así se fue el primer set.

El comienzo de la segunda manga ilusionó a la parcialidad. Con bastante más concentración, el tenista criollo logró quebrar en el segundo game y llegó a estar 3-0. Sin embargo, el europeo devolvió la ruptura en el quinto y le agregó incertidumbre al parcial. A pesar del bajón, el pupilo de Simón Gregorio de las Heras, dueño de un interesante revés a una mano, no dejó de luchar. Nicolás Massú lo mantuvo a flote con sus instrucciones. Incluso, logró sacarse dos puntos de quiebre en el undécimo juego y sobrevivir a un momento muy delicado.

El capítulo se definió en un tie break, donde el crédito local se vio más sólido y su joven rival sufrió con los nervios de la instancia. Así, todo se fue un desempate al mejor de 10 puntos, que reemplazó al tercer set. Nuevamente Fernández impuso su jerarquía y el público también puso cuota importante de aliento, para sellar una victoria que le quedará para toda la vida.