Hace poco más de tres años, probablemente sin dimensionarlo, Palestino dio un salto hacia el futuro del deporte. En el estadio Monumental, el equipo de La Cisterna recibía a River Plate. La escuadra que dirigía Ivo Basay estaba obligada a ganar para ilusionarse con avanzar en la Copa Libertadores, por lo que, al margen de realizar un extremo esfuerzo deportivo para ponerse a la altura de su linajudo rival, también necesitaba de un estímulo adicional.
Esa noche, en Macul, unas 10 mil personas los apoyaron físicamente en las tribunas. La diferenciación radica en que a miles de kilómetros de distancia, en Ramallah (Cisjordania), un grupo de hinchas seguía el duelo, pero también estaba presente en el recinto de Colo Colo: en 60 metros de pantallas led, se proyectaron imágenes de los fanáticos que el club chileno tiene en Palestina. La idea dio la vuelta al mundo. Sin proponérselo, aunque con una idea que llamó la atención del mundo entero, la entidad árabe establecía un concepto que alcanzaría su peak al poco tiempo, producto de la irrupción del Covid-19: el público virtual.
Hoy, la tecnología ya forma parte fundamental del negocio del deporte. Sin ir más lejos, gigantes como el Manchester City y el Barcelona han dado un nuevo salto. Mientras los ingleses se aliaron con Sony para recrear un Etihad Stadium de capacidad ilimitada para que pueda ser recorrido por los seguidores de los Citizens en todo el planeta, los culé le encargaron a Virtway, especialista en crear eventos digitales en 3D, una réplica del Camp Nou que sirva como plataforma para distintos actos. Como la versión física, está equipada con palcos VIP, museo, salas de reuniones, un auditorio y otros espacios de variada utilidad.
La experiencia forma parte de la nueva forma de allegar recursos a una actividad que, necesariamente, debe desarrollarse de la mano de la evolución tecnológica. Esa relación les permitirá a los clubes generar nuevas formas de relación con sus aficionados y, con seguridad, rentabilizarlos. Factores como la Inteligencia Artificial o la Realidad Aumentada entran con fuerza al juego.
Decisiones calculadas y criptomonedas
En un futuro que ya no lo es tanto, las decisiones deportivas también se adoptarán en virtud de la información o del Big Data. Un pionero en ese sentido es el volante Kevin de Bruyne. El año pasado, el belga extendió su relación con el todopoderoso Manchester City por cuatro años, a cambio de US$ 116 millones. La cifra no fue antojadiza: el exjugador del Wolfsburgo le encargó a una agencia de analistas de datos un estudio para valorizar su rendimiento futbolístico y su valor de marca.
En rigor, el enfoque de De Bruyne es acertado. En la nueva realidad, cualquier aficionado podría compartir con él en forma virtual e inmortalizar el momento. O revisar un partido de cualquier deporte desde el ángulo que se le ocurra. E, incluso, entrar al estadio en que siempre se imaginó como una gran estrella para correr dentro de él junto otros aficionados. Y, naturalmente, tendrá que pagar por ello.
En la práctica, parte de eso ya es posible. La irrupción de las criptomonedas ya ha permitido involucrarse, de alguna forma, en las decisiones de las entidades deportivas. Adquirir un NFT (new fan token) implica comprar un margen de determinación sobre un comportamiento específico, naturalmente dentro de los límites que impliquen no desnaturalizar la actividad. Así, por ejemplo, en los deportes colectivos se puede optar a seleccionar la música que antecede a los encuentros; elegir las imágenes que se utilizarán en las redes sociales del club; tener privilegio para la compra de equipamientos oficiales o entradas; o incluso a la opción de elegir la camiseta que podría utilizarse en un partido o la que debería ser escogida como tercera alternativa. En otros deportes, como la Fórmula 1, lo usual es que esa unidad de cambio permita adquirir otros privilegios, como la asistencia a eventos exclusivos realizados por las respectivas escuderías.
A Chile, esa realidad ya llegó. En 2020, la U anunció que se aliaría con Socios.com para generar su propio Fan Token. La promesa, publicada en el sitio oficial de los azules, era revolucionaria: “Generar una mayor interacción con el club, permitiéndoles acceder a contenido exclusivo e influir directamente en decisiones a través de encuestas vinculantes o con acción consultora, como también participar de diferentes y exclusivos sorteos”. Los azules se convertían en el segundo club sudamericano, después de Independiente, de Argentina, en entrar al negocio y se ponían a la altura de exponentes europeos como el Atlético de Madrid, el Galatasaray y la Roma, que también habían generado su propio NFT. La lista, naturalmente, ha crecido en los últimos años.
Del monitor a la cancha
En el campo de juego, el VAR supuso el ingreso en pleno de la tecnología en el juego. Aunque es en el fútbol donde adquiere mayor notoriedad, lo cierto es que fue en otros deportes, como el básquetbol y el rugby, donde la revisión de las imágenes adquirió antes un rol significativo en la búsqueda de la justicia deportiva.
Sin embargo, hay otras manifestaciones en que la tecnología influye directamente en el rendimiento de los deportistas. La ropa y el calzado ya forman parte fundamental del desarrollo y la medición de rendimiento se puede realizar al instante mediante el monitoreo que ofrecen pulseras y relojes inteligentes. En 2019, en Viena, Eliud Kipchoge bajó el límite de las dos horas para los 42 kilómetros que contempla el maratón, aunque el registro de 1:59′4″ no fue reconocido oficialmente. Al margen de la capacidad física del keniano, la mirada se puso en sus zapatillas, las Nike Alphafly, cuyo diseño favorece el rendimiento en carrera.
Hay más: una preparación optimizada de acuerdo a parámetros tecnológicos permite observar casos llamativos, como que el japonés Kazuyoshi Miura pueda seguir jugando en el Suzuka Point Getters, de la cuarta división nipona, a los 55 años, uno después de haber estado en la J-League, la liga principal, con la camiseta del Yokohama Marinos, o que, en 2014 Stanislav Kowalski, con 104 años, se convirtiera en la persona más longeva en correr los 100 metros planos. Más aún: tecnologías como la impresión en 3D, la neurorretroalimentación y el fortalecimiento genético han permitido que deportistas discapacitados compitan contra otros que no lo son: el caso más emblemático es el de sudafricano Oscar Pistorius.