Analizar a Damián Pizarro es un ejercicio tan complejo como cautivante. A los 18 años, el ariete detenta un puesto con el que cualquier experimentado soñaría: es el centrodelantero de Colo Colo. Sin ir más lejos, tiene dos que bregan por instalarse en el mismo sitial, Leandro Benegas y Darío Lezcano, pero que ven pasar los días y las posibilidades de arrebatárselo. Hay que decir, por cierto, que si el pintanino se instaló en ese puesto fue, precisamente, porque ambos decepcionaron a Gustavo Quinteros, quien los había fichado para la titánica tarea de reemplazar a Juan Martín Lucero y, sobre todo, su alta productividad ofensiva.
Hay quienes le perdonan a Pizarro sus carencias, sobre todo a la hora de definir en función, justamente, de su condición de jugador aún en formación. Hay, también, quienes, por sus 1,85 metros de estatura, lo ven como el atacante de referencia sobre el que hasta la Selección debería construir su nuevo ciclo (”Me alegró, porque necesitaba ganar confianza”, dijo, por ejemplo, Arturo Vidal después del duelo ante los mineros). Y por cierto, están los que se remiten a las estadísticas más frías y le llevan contadas las ocasiones de gol perdidas tanto a nivel nacional como internacional. Este sábado, todos se abrazaron: el ariete marcó dos de los seis goles que el Cacique le endosó al líder Cobresal, en una victoria que mantiene una luz de esperanza en la aspiración de alcanzar el bicampeonato. Por tenue que parezca.
Números y aprendizaje
Pizarro ha sido titular en 24 partidos de los albos, considerando sus participaciones locales y en las copas Libertadores y Sudamericana. Ha marcado cinco goles y ha aportado seis asistencias. Antes del choque frente a la escuadra de Gustavo Huerta, marcó el 15 de julio frente a O’Higgins, por el Campeonato Nacional, y le había dado al equipo de Macul la victoria sobre la UC el 20 de agosto, por la Copa Chile. Esos números inquietaban a los fanáticos: si bien tendían a comprender su condición de canterano y a disculparle por su inexperiencia, también advertían que la falta de eficacia se estaba traduciendo en detrimento de las aspiraciones del equipo popular tanto a nivel nacional como internacional. En el ámbito foráneo, de hecho, la producción goleadora de Pizarro es nula en los ocho partidos que jugó considerando ambos torneos.
De hecho, en la discusión se involucraron hasta leyendas del club. Manuel Neira le había aconsejado quedarse después de las prácticas para ejercitar la definición, tal como lo hacía él junto a Héctor Tapia . Y, sin ir más lejos, cinco días antes de que Pizarro realizara su actuación más consagratoria, el que había puesto el cable a tierra había sido nada menos que Carlos Caszely. “Yo creo que si él quisiera aprender, porque él no sabe finiquitar... Él tiene una fuerza increíble, es como un tractor, pasa por arriba, pero cuando va a finiquitar, no se perfila”, había advertido el Rey del Metro Cuadrado. “No sabe perfilarse para un borde o para el otro. Tú lo ves cuando entra por el lado derecho y le pega para arriba, es porque no se sabe perfilar, es tan grande que no se perfila bien y por el izquierdo tampoco se perfila bien. Si le enseñan a perfilarse dentro de la cancha y fuera de la cancha si es profesional cien por ciento, puede mejorar muchísimo, pero no se lo enseñan”, se explayó.
También puso énfasis en el tratamiento que se le había dado en los medios. “Uno de los primeros problemas es de la prensa, porque le pusieron el ‘Haaland de Macul’, un chico con 18 años, que está complicado de la cabeza. Le dicen el Haaland, se va a creer lo máximo y no aprende”, criticó.
Trabajo interno
El doblete que les marcó a los mineros ilusiona con una versión mejorada de Pizarro. En el primer gol, de hecho, mostró la serenidad que se le reclamaba para controlar el balón en un espacio complicado y definió ante Leandro Requena con un disparo más colocado que fuerte. Luego, hasta se dio maña para asistir en el segundo tanto de César Fuentes.. En el cierre de la primera fracción, definió con un toque de calidad sobre la salida de Requena después de un grosero error en la salida nortina.
Solo esas tres jugadas advierten de un cambio notorio. Pizarro privilegió la serenidad y dejó atrás un estigma que cargaba desde su etapa formativa. “A veces, baja la cabeza”, apuntaban en la intimidad de Pedreros cuando las cosas todavía no salían todo lo bien que esperaban. “Cuando ve al arquero enfrente, le quiere volar la cabeza”, agregaban respecto de los vicios que le observaban desde que llegó a Macul desechado por la U.
De hecho, el mismo Gustavo Quinteros dio pistas de las indicaciones que le dieron para aislarle de la presión. “Hablamos con él y le dijimos que no se ponga a leer todo lo que sale, que no tenga interferencias. El se tiene que que concentrar en mejorar mucho, debe mejorar los perfiles, el pivoteo y el cabezazo, que lo hace bien, pero lo puede hacer mejor”, reveló luego del partido ante Huachipato. El resto era cuestión de kilometraje. “Todo eso se lo va a dar la experiencia, en los entrenamientos, los partidos de la proyección y en Primera. Yo creo que va a crecer mucho, es un pibe que no tiene techo y que puede ser un gran aporte para nosotros este año”, apuntaba el DT.
Silencio
Por esos días, Pizarro se refugiaba en el trabajo y en el silencio. Después de los partidos, un poco por el frío y otro tanto por el deseo de pasar inadvertido, abandonaba raudamente la zona de vestuarios del Monumental. Su respuesta ante los requerimientos periodísticos era siempre la misma. “No hablo, amigo”, decía antes de apurar el paso y emprender la retirada.
Este sábado, cuando las luces estaban puestas sobre él, optó por mantenerse callado. De hecho, declinó de recibir el premio que la transmisión televisiva les entrega a las figuras de los respectivos compromisos y partió directamente a los vestuarios. En esa ‘jugada’ sorteó a dos rivales: su timidez frente a las cámaras y las eventuales consultas por la marginación del Superclásico por haber actuado en un partido amateur que terminó en una gresca junto a Jordhy Thompson, un error que las necesidades futbolísticas obligaron a enterrar en Macul. Ante Cobresal, al menos, ambos brillaron.
Eso sí, se desahogó a través de las redes sociales. ”Vamos por todo. Contento por el triunfo y por el esfuerzo de mis compañeros. Gracias a toda la gente que nos fue a apoyar! Vamos todos juntos por más”, escribió, acompañado por la canción Atrasado, del artista urbano Tempo. “Mientras muchos me maldicen el señor me bendice, aunque tengo las cicatrices por las cosas que hice yo no voy a dejar que ninguno de ustedes me pise... Infelices me paso por el bicho todo lo que dicen”, plantea la letra. El dardo a sus detractores y el desahogo son evidentes.
Para Thompson, su cómplice ideal, también hubo palabras. “@jordhyth_42 >> @leomessi ¿bancan chat?” se animó a consultar. Naturalmente, hubo respuestas para todos los gustos