El desgarrador relato de Adriano sobre su vida en la favela: “Bebo cada dos días; a mi edad, la cosa empeora”
El exdelantero publicó una carta donde revela los motivos que lo han llevado a caer en el alcoholismo. “¿Sabes lo que se siente al ser una promesa? Lo sé. Incluso una promesa incumplida. El mayor desperdicio del fútbol: yo”, escribe.
Adriano rompe el silencio. El exdelantero lleva varios años alejado del fútbol profesional. De hecho, ahora vive en la favela Vila Cruzeiro, en Río de Janeiro. Hace algunas semanas, el exariete hizo noticia al aparecer visiblemente borracho en un registro. Estaba en una calle, en el suelo. Ahora, envió un documento al medio The Players’ Tribune, el texto se titula ‘Una carta a mi Favela’. Ahí, quien en su momento fue catalogado como el sucesor de Ronaldo, revela detalles de su vida y da a conocer su alcoholismo.
“No me drogo, como intentan demostrar. No estoy metido en el crimen, pero, por supuesto, podría haberlo hecho. No me gusta salir de fiesta. Siempre voy al mismo lugar de mi barrio, el kiosko de Naná. Si quieres conocerme, pásate. Bebo cada dos días, sí. (Y los otros días, también.) ¿Cómo llega una persona como yo al punto de beber casi todos los días? No me gusta dar explicaciones a los demás. Pero aquí va una. Bebo porque no es fácil ser una promesa que sigue en deuda. Y a mi edad, la cosa empeora”, escribió.
El relato es demoledor y da cuenta de lo que pasa por la mente del otrora atacante del Inter de Milán. “¿Sabes lo que se siente al ser una promesa? Lo sé. Incluso una promesa incumplida. El mayor desperdicio del fútbol: yo. Me gusta esa palabra, desperdicio. No solo por cómo suena, sino porque estoy obsesionado con desperdiciar mi vida. Estoy bien así, en un desperdicio frenético. Disfruto de este estigma”, sostuvo.
Ahí recuerda la relación que tenía con su padre y exhibe el recuerdo del día que su progenitor lo vio beber alcohol. “Tomé un vaso de plástico y lo llené de cerveza. Aquella espuma amarga y fina que bajaba por mi garganta por primera vez tenía un sabor especial. Un nuevo mundo de ‘diversión’ se abrió ante mí. Mi madre estaba en la fiesta y vio la escena. Se quedó callada, ¿no? Mi padre… Mierda. Cuando me vio con el vaso en la mano, cruzó el campo a paso apresurado de quien no puede permitirse perder el autobús. ‘Para ahí mismo’, gritó. Corto y espeso, como siempre. Dije: ‘Oh, hombre’. Mis tías y mi madre se dieron cuenta rápidamente y trataron de calmar los ánimos antes de que la situación empeorara. ‘Vamos, Mirinho, está con sus amiguitos, no va a hacer ninguna locura. Sólo está ahí riéndose, divirtiéndose, déjalo tranquilo, Adriano también está creciendo’, dijo mi madre. Pero no hubo conversación. El viejo se volvió loco. Me arrancó la taza de la mano y la tiró a la cuneta. ‘Yo no te enseñé eso, hijo’”, rememoró.
También se refiere al momento que marcó su trayectoria, algo que ya ha dicho antes. “La muerte de mi padre cambió mi vida para siempre. Hasta el día de hoy, es un problema que todavía no he podido resolver. Toda la mierda empezó aquí, en la comunidad que tanto me importa”, expresó.
“Maldita sea, a mi padre le dispararon en la cabeza en una fiesta en Cruzeiro. Una bala perdida. Él no tuvo nada que ver con el desastre. La bala entró por la frente y se alojó en la nuca. Los médicos no tenían forma de sacarla. Después de eso, la vida de mi familia nunca fue la misma. Mi padre empezó a tener convulsiones frecuentes. ¿Alguna vez has visto a una persona sufriendo una convulsión epiléptica frente a ti? No quieres verlo, hermano. Da miedo. Yo tenía 10 años cuando dispararon a mi padre. Crecí viviendo con sus crisis. Mirinho nunca más pudo trabajar. La responsabilidad de llevar la casa recaía enteramente sobre mi madre”, añadió.
Finalmente, el exseleccionado brasileño asume que pasa por un momento complejo, pero asegura que en la favela encuentra tranquilidad. “Ahora lo ves por ti mismo. ¿Hay algo malo en cómo estamos pasando el rato aquí? No. Lamento decepcionarte. Pero lo único que busco en Vila Cruzeiro es paz. Aquí camino descalzo y sin camiseta, sólo con pantalones cortos. Juego al dominó, me siento en la acera, recuerdo mis historias de infancia, escucho música, bailo con mis amigos y duermo en el suelo. Veo a mi padre en cada uno de estos callejones. ¿Qué más quiero? Ni siquiera traigo mujeres aquí. Mucho menos me meto con chicas que son de mi comunidad. Porque sólo quiero estar en paz y recordar mi esencia. Por eso sigo volviendo aquí. Aquí soy verdaderamente respetado. Aquí está mi historia. Aquí aprendí lo que es la comunidad. Vila Cruzeiro no es el mejor lugar del mundo. Vila Cruzeiro es mi lugar”, cerró.
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