Hace ya cinco años, en Río 2016, Usain Bolt se quedó con la medalla de oro de los 200 metros planos. Ese día, también, el astro jamaiquino eligió a su sucesor. El canadiense Andre De Grasse, quien hoy se quedó con la victoria en el doble hectómetro en Tokio, se llevó la atención del Rayo. En Brasil se había colgado la plata, un logro meritorio que le valió el reconocimiento de la estrella centroamericana, quien no tardó en reconocer sus méritos, que se sumaban a los que ya detentaba por lograr el bronce en los 100. Sin embargo, en la competencia previa le había tirado las orejas. La historia es una de las más recordadas del evento que se desarrolló en el país más grande de Sudamérica.

En la semifinal, De Grasse y Bolt corrieron juntos. Y fue en esa carrera en la que el nacido en Toronto intentó mostrar sus credenciales. Con un fulminante esprint final, intentó amenazar la supremacía del dueño de la velocidad hasta entonces. Bolt lo vio de reojo y tuvo que apurar el tranco para rematar en la primera posición en la serie. Después, lo miró. Y con un tono que mezclaba ironía con paternalismo, le recriminó. “Baja la velocidad, hermanito. Es solo la semifinal”, le dijo. Íntimamente, sin embargo, Bolt ya tenía una certeza: estaba frente a quien debía transformarse en su sucesor. En las entrevistas posteriores, incluso en la antesala a Tokio, nunca dudó en destacar sus condiciones ni en mencionarlo como candidato para sucederlo.

“Se suponía que él debía reducir la velocidad. Entonces le dije: ‘Qué haces, es una semifinal’. Pero creo que me quería presionar”, explicó Bolt en la rueda de prensa posterior, en relación a la anécdota que los marcó. De Grasse aportó su visión. “Fue el calor del momento, así que la verdad no lo recuerdo muy bien. Estábamos bromeando. ‘Oh, estamos corriendo tan rápido que deberíamos ganar esta semifinal’, eso es básicamente lo que nos dijimos”, reveló.

Lo esperó toda su vida

En el atletismo destacaban que De Grasse es un experto en sumar podios. Pero, por debajo, recalcaban que nunca había podido ocupar la parte más alta del lugar en que se premia a los medallistas. Por esa razón, después de vencer el estigma, el canadiense no podía más que reflejar su emoción. “Llevo esperando este momento toda mi vida. Desde hace cinco años no hacía marcas personales y aquí están. Sabía que los estadounidense Knighton, Lyles y Bednarek me apretarían y eso me animó a correr más”, declaró después de su momento más glorioso en el recortán. “19.62 hice, no lo puedo creer. Casi 19.5”, recalcaba, para darle valor al registro que había conseguido.

La trayectoria deportiva de De Grasse pudo ser distinta. Fanático de los Toronto Raptors, representante de Canadá en la NBA, su primera inquietud estuvo vinculada con el básquetbol. A los 17 años, producto de las condiciones naturales que mostraba, se terminó inclinando por el atletismo.

No tardó en hacerse un nombre a nivel nacional y, luego, mundial. Y desde ese momento, tuvo que responder insistemente la misma pregunta: “¿Es usted el nuevo Bolt?”. “No, quiero hacer mi propio camino”, solía contestar, sin siquiera sospechar que su carrera deportiva terminaría, igualmente, marcada por el velocista más grande de todos los tiempos.

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