La fiesta estaba desatada en el Buenos Aires Lawn Tennis. Por fin uno de los suyos, Agustín Calleri, se iba a quedar con el principal torneo argentino. Sólo era cuestión de que ganara uno de los dos puntos de partido que disponía en el segundo set para que los 4.500 fanáticos celebraran. El marcador indicaba 6-2, 5-3 y 15-40, tras una doble falta de Nicolás Massú, un rival que parecía muerto. Incluso, el transandino llegó a estar 5-1 en el segundo parcial.
“No tenía por dónde ganar. El Gordo estaba jugando muy correcto, tirando las pelotas a la línea, y yo seguía luchando. No tenía otra opción. No podía hacer mucho, me la jugué. Seguí gritando y en ningún momento entregué el partido”, recordó Massú en una entrevista con El Deportivo, cuando se cumplieron 15 años del partido que cambió su carrera.
Esa tarde del 24 de febrero de 2002, el Vampiro quería dejar atrás la frustración de las dos finales anteriores que disputó. Su amigo, Fernando González, le impidió celebrar en Orlando 2000, mientras que Tommy Haas le arruinó los festejos en Adelaida 2001. Y todo indicaba que la tercera tampoco sería la vencida. Sin embargo, el coraje que ya mostraba desde pequeño tuvo su estreno en sociedad en la capital argentina. Contra todo pronóstico, Massú no solo salvó los match points en contra, sino que volvió a quebrar para ponerse 5-5 y posteriormente llevar la definición al tie break, que ganaría por 7-5.
“El estadio empezó a quedar callado. Sabía que tenía que ganar el set para tener alguna posibilidad y también veía que la expresión corporal de Calleri no era la misma. Luego, en el tercer set me dediqué a meter mucha pelota adentro, porque el Gordo iba a ir con todo para adelante. Lo más importante eran los dos primeros juegos. Si empezaba bien, mentalmente iba a tener una opción. Y ahí Calleri se desesperó por lo que pasó en el set anterior y terminé ganando 6-2″, rememoraba, sentado en una terraza de la antigua Ciudad Deportiva de Iván Zamorano, donde funcionaba su academia.
En la temporada 2002, el Vampiro había comenzado en el cemento de Oceanía, pero con poca suerte. Cayó al puesto 101. No obstante, en la semana previa a Buenos Aires, alcanzó las semifinales de Viña del Mar, lo que le permitió subir al 90º del mundo. En esos días, también, dejó de utilizar la señera cuerda de tripa para jugar con una Luxilon.
Por esas cosas de la vida, llegó solo a Argentina. Su entrenador, el español Ricardo Sánchez, no pudo acompañarlo, mientras que su PF se ausentó porque se convirtió en padre. “A Buenos Aires no tenía con quién ir, así que fui con un amigo y con mi papá. No tenía muchas personas a quién recurrir en aspectos técnicos. Todo lo tenía que preparar yo sólo”, contaba.
Las dos primeras rondas fueron sencillas. Cómodos triunfos sobre el argentino Gastón Etlis y el español David Sánchez lo dejaban bien aspectado en los cuartos de final, donde se midió con el ídolo local David Nalbandian: “Me acuerdo de que ese día fue uno de los que mejor saqué en mi carrera. Saqué muy fuerte. A los años vi el video y me sorprendí de lo fuerte que serví”. El duelo se definió por un estrecho 7-6 (2), 4-6 y 7-6 (2), en 2.50′.
Contra los dolores
El triunfo en semifinales ante Feliciano López trajo otras dificultades: “Empecé a sentir un problema en el codo y después en la final me molestaba para sacar y más encima con Calleri me costaba jugar. De hecho, jugamos ocho veces y él me ganó seis. Y las dos que le gané fueron con match point en contra. No era fácil jugar con él, más encima con molestias para sacar y con cinco mil personas en contra”.
Semanas después, esas molestias se transformarían en una grave bursitis, que lo mantendría alejado un par de meses de las canchas. Pero qué importaba. Massú había roto con el paradigma de que la gloria en Argentina estaba prohibida para los chilenos. “Vengo llegando de Buenos Aires y todos me decían: ‘Este sí que tenía huevos’. Me gané un respeto, quedó esa imagen de luchador y traspasé una mentalidad distinta a los jóvenes”, confesaba.
Calleri mantiene una amistad con Nico. “Siempre bromeamos, pero nunca hablamos en profundidad de esa final”, decía Massú sobre el triunfo que sería un aperitivo de lo que ocurriría dos años después en Atenas.