El 1 de octubre de 1997, Vélez Sarsfield ya veía lejos el título del Clausura que, finalmente, quedó en manos del River Plate de Marcelo Salas y el técnico Ramón Ángel Díaz. Gran parte de esa ilusión se esfumó esa tarde noche de miércoles, cuando el Fortín cayó en su casa por la cuenta mínima ante Argentinos Juniors por la séptima fecha del Apertura.
En esa jornada, en el estadio José Amalfitani, los dos técnicos que se enfrentan en el Superclásico 193 se encontraron en la cancha de Liniers. Mauricio Pellegrino, actual entrenador de Universidad de Chile, ya era un titular indiscutido en la escuadra de la V azul. El espigado zaguero central subió en 1990 al primer equipo del cuadro de Vélez y ya tenía un largo recorrido con el cuadro azul y blanco. Incluso, en ese partido de la primavera del ‘97, el defensor jugó los 90 minutos.
En la banca estaba otro viejo conocido del fútbol. Marcelo Bielsa había tomado las riendas del cuadro de Liniers solo un par de meses antes. Fiel a su estilo, el rosarino gritó, ordenó y exigió a sus jugadores. Sin embargo, nada pudo hacer para evitar la derrota del cuadro porteño ante los Bichos Colorados, en ese tiempo entrenados por el ya desaparecido Osvaldo “Chiche” Sosa.
El solitario gol de Héctor González acalló a la mayoría de las 3.797 personas controladas que asistieron al Amalfitani. Una conquista que contó con la complicidad de José Luis Chilavert, arquero y figura de Vélez Sarsfield, quien no se entendió con el lateral Federico Domínguez, quien ese entonces solo tenía 19 años. Un largo centro al área, un remata aparentemente inofensivo que pasó entre las piernas del famoso golero paraguayo cuando se vio apremiado por su compañero.
“Lo asumo completamente. Hoy, Vélez Sarsfield perdió por un error mío. Respondo totalmente a la culpa. Al chico (Domínguez) hay que dejarlo de lado, jugó un gran partido. Eso pasó por confiarme. Sucedió un accidente, pero asumo la total responsabilidad de que el equipo perdió por una falta mía”, dijo en este entonces el guaraní después de la derrota.
Un cuadro de Liniers plagado de figuras como Flavio Zandoná, Marcelo Gómez, Christian Bassedas, Patricio Camps, Martín Posse y los hermanos Husaín; Claudio, el Turco, de corto paso por Audax Italiano en el final de su carrera; y Darío, el Turquito, de fugaz recorrido en Universidad Católica.
Un equipo que en el semestre siguiente logró el título del Clausura ‘98 con el Loco en la banca, la quinta estrella en el profesionalismo del club, el tercero y último en primera división para el recordado exentrenador de la selección chilena, quien también fue dos veces campeón con Newell’s Old Boys, en 1990-’91 y en el Clausura de 1992.
Quinteros en la banca
Mientras Pellegrino fue titular indiscutido, Gustavo Quinteros debió ver desde el banco de suplentes como su club, Argentinos Juniors, se llevaba una valiosa victoria del Fortín para escapar del promedio de descenso. El santafesino hizo gran parte de su carrera en el fútbol boliviano.
El recio zaguero central surgió de las prolíficas divisiones inferiores de Ñuls donde no encontró espacio para luego recalar en Talleres de Remedio y Escaladas, en julio del ‘87. Estuvo solo un año con los Tallarines para luego marcharse al fútbol altiplánico donde vistió los colores de Universitario de Sucre, The Strongest y San José de Oruro. Eso, al margen de jugar con Bolivia en el Mundial de Estado Unidos 1994.
En julio de ese mismo año se marchó a San Lorenzo de Almagro, donde jugó solo 18 partidos en tres temporadas. En 1997 fichó por los Bichos Colorados de La Paternal, donde pudo vestir la camiseta del cuadro de Diego Maradona en 24 presencias.
“Gustavo (Quinteros) estaba en la última etapa de su carrera. Era un jugador diferente, de mucha experiencia. Nos aportó mucho. Además, es un tipo extraordinario, sumó mucho para el grupo. Muchos de nosotros éramos muy chicos aún y lo que él vivió en el Mundial y en el fútbol nos aportó mucho. Fue un aprendizaje muy lindo. Recuerdo ese partido ante Vélez Sarsfield, fue muy importante para nosotros que veníamos de ascender con Argentinos. El equipo se afirmó con muchos jugadores que llegaron de afuera del club. Ese equipo de Marcelo Bielsa era muy bueno, tenía grandes jugadores. Claro wue recuerdo a Mauricio Pellegrino, un defensor de mucha técnica, siempre jugando por abajo, al margen de su estatura que ya le daba una ventaja sobre el resto. Por algo llegó a jugar en Barcelona”, recuerda Marcelo Pontiroli, arquero del equipo rojo, quien en esa jornada fue una de las figuras del encuentro.
Como si fueran pocos los ingredientes, en ese mismo duelo el referí fue Javier Castrilli, el ex jefe de árbitros del fútbol chileno y uno de los jueces se moda en ese tiempo en el torneo argentino. Un actuar sin grandes problemas, pero con dos polémicas que bien pudieron cambiar el rumbo del encuentro, de acuerdo con los medios de la época.
“Hoy aquí hubo un Castrilli común, igual a como dirigen los demás árbitros. Primero un penal que comete Darío Marra sobre Bassedas, que el juez entendió que simulaba y fue penal. Después, un penal sobre Cordona, que no fue hombro con hombro, sino que hubo un desplazamiento”, aseguró el periodista Marcelo Araujo en el programa Fútbol de Primera.