El deporte chileno de alto rendimiento recibió ayer la noticia por la que llevaba tiempo suspirando. El gobierno descorrió el pestillo que lo tenía bloqueado y en muchos casos deprimido. Le permite regresar a los entrenamientos. Las cuarentenas en los lugares más castigados por el Covid-19 ya no van a ser un obstáculo para ponerse en forma. Respiran los atletas con relación olímpica y respira el fútbol, su enorme industria. Y hasta se festeja. Casi como una Libertadores. Nunca se vieron tantas ganas por entrenar.

El riesgo para la salud está todavía ahí, exige un cuidado extremo y máxima responsabilidad. Pero sirven como avales fiables la firmeza prometida de los protocolos (con sanciones tipificadas para los incumplidores) y la experiencia palpable de lo sucedido en otros lugares (si no se cometen imprudencias, se puede desarrollar la competencia y el ejercicio sin grandes contratiempos; si se cae en temeridades, el problema aparece sí o sí). En ese sentido, el fútbol, no tanto otros deportes, ha resultado casi modélico. Sin incidencias dentro de la cancha que lamentar. Fuera ha sido otra cosa.

En todo caso, ganó la necesidad sobre las precauciones. La de las aspiraciones deportivas en el caso de los 250 salvoconductos levantados (entre atletas y entrenadores) fuera del fútbol y que tienen como argumento las competencias del ciclo olímpico, especialmente los propios Juegos de Tokio 2020, que se celebrarán en 2021. Los ya clasificados reciben permiso para preparar la cita. Y los que aún no lo están, encuentran un colchón para intentar meterse a través de las competencias ad hoc. En realidad, el criterio para recibir el permiso está claro, pero ayer había varios deportistas preguntando si a ellos les tocaba o no. Los excluidos esperan a que la nómina sea oficial para protestar.

Y también ganó a las precauciones otra necesidad, la de la industria del fútbol, que llevaba meses soltando lagrimones. Como bien se encargó de remarcar ayer Sebastián Moreno, todavía presidente de la ANFP, no se trata de volver a jugar a la pelota, sino de salvar una actividad que da trabajo a 30.000 personas. Y satélites. Si el fútbol deja de estornudar, se le cura el catarro a una multitud. No habrá público en los estadios aún, pero con la puerta abierta para volver a entrenar y unos días después a competir se garantiza que vuelva la televisión y el negocio. Y ahí ya quedan todos salvados. En el bolsillo y en el ánimo.

Resta ponerle una fecha en rojo al calendario, que no debería pasar de la primera quincena del mes que viene. Los equipos van a volver a las prácticas el mismo jueves (menos Colo Colo, que necesita unos días más para sacar a sus jugadores del seguro de cesantía) y el torneo podría reiniciarse de ahí en tres semanas. Los clubes más optimistas apuntan al 8 de agosto. Aunque antes deberán obtener una nueva bendición gubernamental. El visto bueno más importante.