El Estadio Nacional cumple 85 años: las historias y tesoros del mayor coliseo del país
El 3 de diciembre de 1938, Arturo Alessandri Palma inauguró el icónico recinto, en un principio diseñado para 52 mil espectadores, y en el que cuyas galerías se llamaban Maipú y Chacabuco. Un escenario que ha sido testigo de grandes acontecimientos y también de sucesos de dolor y muerte.
El 3 de diciembre de 1938, un sueño largamente esperado por la incipiente comunidad deportiva chilena se concretó. El Estadio Nacional veía la luz después de años de discusiones y proyectos de ley para impulsar el primer recinto deportivo a gran escala en el país. Una demanda que comenzó tímidamente en 1909, con una singular marcha bajo el lema “campos de juego, dadnos luego”, y terminó tres décadas después en la inauguración del coliseo emplazado en Ñuñoa.
Luego de periodos de inestabilidad, con varios presidentes en un corto lapso, recién en el segundo gobierno de Arturo Alessandri Palma (1932-1938) se retomó este viejo anhelo, que el 29 de agosto de 1934 dio un paso decisivo hacia su materialización, cuando se creó una comisión conformada por Ricardo Müller, Rolando von Kisdonck, Luis Quinteros, Guillermo García Huidobro, Ramón Palma y Enrique Barboza, cuyo objetivo fue ver la factibilidad de levantar el coliseo y proponer al Ministerio de Educación Pública el proyecto correspondiente.
No fueron pocos los que estuvieron en contra de destinar $ 5 millones de la época ($ 161.599.307 en la actualidad) para su construcción y otros cinco para erigir otros reductos a lo largo del país. El entonces diputado por Arauco y Cañete y futuro Presidente de la República Juan Antonio Ríos (1942-1946) fue un acérrimo opositor de la idea. “No soy contrario a la construcción de estadios, pero mi calidad de representante de una región apartada, posiblemente la más abandonada por el Poder Central, me obliga a votar en contra de este proyecto y a protestar que se le traiga en las actuales circunstancias, aun más, de que haya un ministro de Estado que plantee su discusión como la de un problema nacional”, llegó a decir, según recoge el texto del Mineduc Tres miradas al Estadio Nacional.
“El estadio tenía una ambición mucho más grande que la realidad chilena y eso hace que al principio se le critique porque se ve como una especie de despilfarro un estadio demasiado grande y demasiado ambicioso para el Santiago del ‘38, pero por lo mismo en el fondo era vanguardista porque tenía una mirada de futuro que iba mucho más allá de la realidad actual en ese momento”, sostiene la arquitecta Valentina Rozas-Krause, académica de la Universidad Adolfo Ibáñez y autora del libro Ni tan elefante, ni tan blanco.
“El estadio es un proyecto evidentemente político, pero también es un proyecto arquitectónico y urbano que enmarca un periodo súper importante en la historia de arquitectura de Chile y de Santiago en particular. Es la primera obra de infraestructura financiada públicamente en la que se describe 100% el modelo modernista. Se había hecho antes la Escuela de Derecho de la Chile, pero es primera vez que el Estado decide hacer una obra modernista y eso inaugura una etapa en que se masifica el modernismo en Chile. Entonces, ahí hay un movimiento político y un movimiento arquitectónico, de cierto estilo, que van de la mano”, plantea la autora.
Luego de sugerirse inicialmente la opción de construirlo en el Parque Cousiño y también proponer a Quinta Normal, los pies del Cerro San Cristóbal y Renca como lugares de emplazamiento, el ministro de Educación Pública Francisco Garcés Gana planteó que se levantara el coliseo en los terrenos de la chacra Lo Valdivieso, en Ñuñoa, propiedad de la Caja de Seguro Obrero. Así, el 25 de febrero de 1937 se iniciaron los trabajos de construcción, los que finalizaron en tiempo récord en diciembre del año siguiente.
La premura de las obras respondía a que a fines de 1938 finalizaba el periodo de Alessandri, por lo que era indispensable que el estadio estuviera listo antes de la transmisión del mando. La construcción estuvo a cargo de la firma Salinas y Fabres Limitada y se destinaron 230 mil sacos de cemento, 270 mil piezas de madera y más de dos millones de kilos de fierro, todo esto avaluado en $ 23.687.055 ($ 765.564.716 de hoy). También hubo pérdidas humanas en ese proceso, debido a accidentes durante la ejecución.
La obra fue inaugurada el sábado 3 de diciembre de 1938 ante 70 mil personas que repletaron el estadio, superando la capacidad en 18 mil espectadores (el aforo inicial era de 52 mil). La multitud le propinó una silbatina colosal al Presidente de la República, a quien culpaban de la matanza del edificio del Seguro Obrero, en septiembre de ese año, la que dejó un saldo de 60 fallecidos.
De esa época también es la placa hallada hace algunos años en una de las bodegas del Nacional, la que pese al tiempo transcurrido y del lugar en que se encontraba estaba en perfecto estado de conservación. Otro de los tesoros ocultos presentados a El Deportivo son los planos de remodelación para el Mundial 1962. Ahí se contempló una ampliación a 71.527 espectadores sentados (aunque finalmente se llegó a 80 mil) gracias a la eliminación del velódromo, aunque el detalle más llamativo estaba en el nombre de las tribunas. Por ejemplo, la galería norte se llamaba Chacabuco y la sur Maipú. Tribunas que fueron testigos del mítico tercer lugar alcanzado por el equipo de Fernando Riera, de las finales de Copa Libertadores, los títulos de la U en la Copa Sudamericana 2011 y de la Roja en la Copa América de 2015, además de competencias atléticas, el Mundial de Básquetbol de 1959, la final de la Copa Davis de 1976, las célebres veladas de boxeo de Martín Vargas, grandes conciertos, como el de Rod Stewart en 1989, las visitas del Papa Juan Pablo II y de otros dignatarios o el recordado discurso de Patricio Aylwin en 1990.
Momentos tristes y un renacer
El recinto de Ñuñoa también ha sido campo de tragedias, como la de la definición del Sudamericano de 1955 entre Chile y Argentina. Esa tarde fallecieron siete personas, ocho quedaron heridas y 500 con contusiones, producto de una avalancha en el acceso al recinto, que ese día controló 53.336 asistentes.
Pero sin duda que la mayor mancha ocurrió a partir del 11 de septiembre de 1973 y se extendió por 58 días, hasta el 7 de noviembre de ese año. Durante ese periodo, la recientemente instalada Junta Militar encabezada por Augusto Pinochet decidió tomar prisioneros a distintos simpatizantes de la Unidad Popular y recluirlos en el coliseo. De acuerdo, a los diversos informes de derechos humanos emitidos tras la dictadura, se produjeron entre 400 y 500 fusilamientos, además de torturas, vejaciones y múltiples desapariciones.
El estadio se reabrió para el deporte el 15 de noviembre, en un amistoso entre la Selección y Cerro Porteño de Paraguay. Seis días después, se produjo el partido ante la Unión Soviética, en el que la Roja anotó ante un rival inexistente y clasificó al Mundial de Alemania 1974, pues el elenco soviético se negó a jugar como protesta a lo que sucedía tras el Golpe de Estado.
En los primeros años tras el retorno a la democracia, el recinto no sufrió mayores modificaciones. Valentina Rozas-Krause afirma que “el punto de mayor decadencia fue en 2003, cuando el alcalde Pedro Sabat manifestó la idea de demolerlo”. Precisamente, para evitar una situación de esas características, el 11 de septiembre de ese año, fue declarado Monumento Nacional por el gobierno de Ricardo Lagos. Hoy es un sitio de memoria.
Finalmente, tras los Juegos Suramericanos de 2014 y los recientes Panamericanos y Parapanamericanos, el Parque Estadio Nacional vivió cambios significativos y enfrenta una nueva era. Siempre a cargo del IND, el paño de 64 hectáreas y con $ 240.017.853.000 de inversión, hoy se encuentra conformado por el Centro Acuático, el Centro de Deportes de Contacto, el Centro de Entrenamiento Paralímpico, el Centro de Raquetas, el Centro de Deportes Colectivos, el Centro de Entrenamientos de Atletismo Mario Recordón, el Centro de Entrenamiento del Hockey Césped, la Explanada de Deportes Urbanos, el Polideportivo y el Patinódromo.
“Por muchos años, el Estadio Nacional fue la casa del fútbol. Hoy esa realidad se transformó para dar paso a un Parque Deportivo, moderno y a la vanguardia de nuestro continente, un legado para la ciudadanía, con centros deportivos de alto rendimiento que pueden albergar la más alta expresión deportiva. El Parque Estadio Nacional cumple 85 años, paradójicamente es totalmente nuevo. Celebramos su historia y también su futuro”, reflexiona Israel Castro, director del IND.
A una edad adulta, el histórico coliseo sigue más vigente que nunca.
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