El fin de semana en que los Cóndores fueron infantes de marina
En abril, el equipo se internó en el Fuerte O’Higgins, donde se sometió a pruebas extremas junto con los miembros de la Armada. La experiencia fue clave para enfrentar los momentos adversos en la histórica llave ante Estados Unidos.
Pocas veces se ha visto en el deporte chileno una remontada tan increíble como la que protagonizó la selección masculina de rugby ante Estados Unidos. En condiciones inhóspitas, con 36 grados de temperatura, una altitud de más de 1.600 metros y una desventaja de 19 puntos en el partido y 20 en la serie, los Cóndores dieron el gran golpe y clasificaron por primera vez en su historia a un Mundial, mostrando una fortaleza mental a toda prueba.
El fin de semana del 2 y 3 de abril los jugadores vivieron una experiencia que marcaría a fuego el carácter del grupo para la recta final de las Eliminatorias. Se trató de una estadía en el Centro de Entrenamiento Básico del Cuerpo de Infantería de Marina de la Armada de Chile, ubicado en el Fuerte O’Higgins en Talcahuano, donde los rugbistas realizaron diversos ejercicios y pruebas extremas junto con los infantes de marina.
“Vivimos la prueba final de los infantes de marina, que es el desafío del guerrero. Estuvimos 16 horas a cargo de ellos, en las que nos mostraron diferentes pruebas y cómo viven. Fue una experiencia única, muy sufrida, pero muy entretenida. Sacamos grandes enseñanzas como grupo. De ahí viene nuestro gran lema que dice que todo está en la fuerza mental, algo que necesitábamos para estos momentos. Aprovecho de agradecerles a ellos, porque siempre creyeron en nosotros”, cuenta Rodrigo Fernández, una de las figuras del equipo.
El capitán de fragata IM Jaime Gómez estuvo a cargo de conducir a los deportistas. Ahí, el comandante de la Unidad les entregó un banderín, el que debía ser protegido a toda costa. Los jugadores se equiparon como soldados y de inmediato enfrentaron el rigor de las tareas, donde el principal objetivo era alimentar la aptitud física y mental, además de fortalecer el espíritu, la moral y fomentar la autodisciplina.
“A partir de nuestra experiencia como formadores de infantes de marina, se desarrolló un plan de entrenamiento con énfasis en: trabajo en equipo, generando la cohesión del grupo y la confianza mutua necesaria para enfrentar cualquier obstáculo; resiliencia, capacidad de superarse ante la adversidad, en forma individual y colectiva; actitud física y mental, orientadas a poseer la fuerza y resistencia, junto con fomentar una aptitud mental y emocional que permitan mantener la voluntad de lucha en todo momento”, relata el capitán Gómez.
El comandante destaca que no es primera vez que acceden a una solicitud de estas características, ya que en 2007 el Cenbim recibió al club de rugby Los Troncos para realizar su pretemporada para el Campeonato Nacional, el que finalmente ganarían. “Con ese antecedente, la actual administración del rugby nacional, como parte de su preparación para este histórico desafío, decidió realizar un trabajo de entrenamiento con nosotros, que fue solicitado al mando de esta institución”, explica.
“El objetivo planteado por la Federación Deportiva Nacional de Rugby de Chile fue realizar un entrenamiento militar que permitiera mejorar las cualidades individuales y colectivas del equipo, poniendo a prueba el espíritu de superación ante las adversidades impuestas, probando en diferentes condiciones la capacidad física y mental de los jugadores”, apunta.
El teniente segundo, infante de marina Luis Videla, junto al grupo de instructores militares IM pertenecientes al Cenbim, dividieron al grupo en dos para enfrentar actividades de iniciación, retos mentales y marchas militares. Durante la noche tuvieron que caminar 35 kilómetros, dormir en la intemperie y recuperar el banderín que les fue quitado mientras pernoctaban. A las 5 de la mañana del domingo 3, y después de un muy corto periodo de sueño, los jugadores se dispusieron a arrastrar un camión de amplias dimensiones por varios metros, con distintas pendientes.
“Había que tirar el camión por 600 metros, y el tiempo mayor era 30 minutos y nosotros lo hicimos en 18. Fue una experiencia única. Lo pasamos mal, pero terminas queriéndolos igual”, revela Matías Dittus. “Hicimos diferentes ejercicios militares, pasar cosas, arrastrarse por el piso; cosas de estrategia, muchas cosas de trabajo en equipo y de liderazgo. Eso nos dio ese envión extra que necesitábamos cuando creíamos que no podíamos a hacer cosas. Después de eso pienso que estábamos más convencidos, porque habíamos pasado por cosas peores”, complementa Fernández.
Dittus recuerda también ese momento. “Todo fue durísimo, de principio a fin: estar desde las 3 de la tarde hasta las 11 de la mañana del día siguiente y, entremedio de eso, dormir 20 minutos a la intemperie en un saco de dormir, andar con armamento que era falso, pero era andar con peso todo el rato... Las pruebas eran todas difíciles, pero nos sirvieron mucho para mantenernos unidos como equipo. Fue extraordinario. Lo vi todo como el peor escenario posible, toda la noche fue una prueba de superación para nosotros”, reflexiona.
La experiencia finalizó con una competencia entre patrullas en botes, dirigiéndose a una Unidad de la Armada para sellar el ritual con un salto de confianza al mar desde un buque. De regreso en el Fuerte O’Higgins, fueron recibidos por el head coach Pablo Lemoine, quien vio el arribo de sus pupilos al Patio de Honor cargados con dos botes anfibio.
El entrenador uruguayo recuerda cómo se gestó esta idea. “Nuestro asesor externo, Craigh White, diseñó un plan para el trabajo mental de 12 meses y una de esas etapas era hacer un desafío que nunca habían hecho en su vida. Teníamos que lograr que se enfrentaran a algo totalmente desestabilizador. Estos chicos están entrenados a un nivel superlativo, por lo que es muy difícil llegar a generar un estímulo físico que los noqueara”, confiesa.
El reputado estratega valora la experiencia y cree que significó un antes y un después en la preparación de los Cóndores. “La verdad es que fue una experiencia fabulosa. Se cumplieron todos los objetivos de desgaste físico y mental, pero en lo humano esos chicos salieron de ese cuartel hechos otras personas. Entendieron el valor de cosas mucho más simples; del respeto hacia la bandera; a la camiseta; de cómo las cosas se construyen mentalmente cuando uno no tiene más fuerzas y tiene que hacer esfuerzos extraordinarios. Todo desde el esfuerzo mental, porque físicamente estaban licuados, ya que llevaban 15 horas en una condición de extrema demanda física, pero entendieron que lo mental era más fuerte”, sentencia.
El charrúa recuerda que sus dirigidos estaban sin celular ni reloj ni ningún elemento tecnológico en esa incursión, y relata una anécdota. “Cuando durmieron pensaron que habían dormido tres horas, pero en realidad durmieron seis minutos”, dice para celebrar el poder interno de sus dirigidos, algo que relaciona directamente con la histórica victoria sobre los norteamericanos. “El partido se termina definiendo con la fortaleza mental”, establece.
“Rescatamos que en todo momento tuvieron una mentalidad positiva y ganadora, que les permitió incluso batir algunos récords de las diferentes situaciones ‘de combate’ impuestas por este Centro de Entrenamiento IM”, resalta el comandante de la Unidad, quien no duda en calificar la experiencia como algo enriquecedor. “Creo que ambas partes aprendimos. Nosotros valoramos su compromiso al ejecutar cada una de las pruebas y situaciones con profesionalismo, garra y humildad”, concluye.
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