“Gracias, negrito”. Así, Edinson Cavani le agradecía a un seguidor en Instagram, probablemente un amigo, las congratulaciones por la actuación que había cumplido en el partido frente al Southampton. Ese 29 de noviembre, tuvo una actuación consagratoria con la camiseta del Manchester United. Anotó dos goles y puso a la exigente afición del equipo inglés a sus pies. Sin embargo, el gesto de cercanía terminó transformándose en un dolor de cabeza.

La Football Asociation (FA), la entidad que rige al fútbol inglés se quedó en la expresión literal. Consideró que la palabra “negrito” era razón suficiente para abrirle una investigación al uruguayo. “Edinson Cavani fue acusado por conducta indebida. Cometió una infracción de la Regla E3 de la FA, en relación a una publicación que hizo en redes sociales el jueves 29 de noviembre de 2020”, consigna un comunicado de tres puntos emitido por el Manchester United el día en que se conoció la apertura del expediente. “Se alega que, contrariamente a la regla E3.1 de la FA, el comentario publicado en el Instagram del jugador de Manchester United fue insultante y/o abusivo y/o inapropiado y/o desprestigió el juego”, añade. Y concluye: “Además, se alega que el comentario constituye una violación agravada, que se define en la regla E3.2 de la FA, ya que incluía una referencia, ya sea expresa o implícita, al color y/o raza y/u origen étnico”. El jueves se conoció el fallo contra el delantero: tres partidos de suspensión y una multa de US$ 135 mil.

Más allá de la polémica y las reacciones en contra del castigo, especialmente en Uruguay, lo que está claro es que, incluso ante la posibilidad de verse expuestos, los futbolistas de todo el mundo deberán ajustar su vocabulario en relación a normas estrictas y, a la luz de lo que vive el charrúa, con escaso margen para la contextualización. Tolerancia cero. Y con elementos nuevos en el fútbol masculino, como la presencia de mujeres en el referato.

El debate quedó abierto inmediatamente. Cavani explicó el contexto amistoso de la frase y encontró defensa incluso en el mundo académico. “Cualquier usuario de nuestra lengua en esta parte del mundo entiende que esa palabra, utilizada en el contexto que ha dado lugar a la medida punitiva, posee un claro sentido afectivo, por completo exento de cualquier matiz discriminador o racista”, señala, a modo de ejemplo, un comunicado de la Academia Argentina de Letras firmado por el vicepresidente, José Luis Moure. El uso diminutivo, según el profesor, intensifica incluso el sentido afectivo de la expresión. En Dinamarca, Andreas Beck Holm, docente de la Universidad danesa de Aarhus, refuerza esa tesis. “Mientras las palabras que usó Cavani no son racistas, la decisión de imputarlo sí lo es. Específicamente, es un caso de racismo cultural que está conectado muy de cerca con el etnocentrismo”, postula. “Es un claro ejemplo de discriminación basada en la cultura de una persona, también llamado racismo cultural. La denuncia está implícita, pero claramente indica que las normas culturales de Sudamérica son inferiores a las de Gran Bretaña y no deberían ser toleradas”, dice.

En Chile, el fenómeno del racismo se mira con distancia. “Acá, el racismo no es tema”, se atreve a afirmar el volante de La Serena, Sebastián Leyton. “O sea, si se le dice ‘negro’ a alguien es de cariño, en buena onda”, explica en relación a una expresión frecuente en cualquier grupo de amigos en los mismos términos que tienen a Cavani metido en un lío. “Nunca he visto un acto de racismo. En Huachipato tenemos un jugador ecuatoriano y todos le decimos ‘Negro’, pero es en buena onda, con respeto y él lo entiende así. En mi caso, tengo la posibilidad de jugar por la selección de Canadá y la mayoría de sus jugadores son negros. Y es un país multicultural. Entonces, desde siempre he tenido claro qué es racismo y qué no”, sostiene el volante acerero Juan Córdova.

Sin embargo, al margen de la anécdota, es un tema para tomarse en serio. La última denuncia en ese sentido fue la que planteó el holandés Bernio Verhagen, quien en noviembre de 2019 dejó Audax Italiano acusando racismo, discriminación y bullying. La acusación se diluyó rápidamente y, por contrapartida, reveló una trama que incluía suplantación de identidad y violencia de género por parte del delantero nacido en Surinam, quien ni siquiera debutó en Chile. Más atrás, en 2014, el delantero venezolano Emilio Rentería, quien defendía a San Marcos de Arica, abandonó la cancha llorando producto de insultos de la barra de Iquique. El juez Julio Bascuñán suspendió ese clásico nortino. En 2003, en pleno Superclásico, el delantero colombiano Faustino Asprilla, quien defendía a Universidad de Chile, fue objeto de cánticos racistas por parte de la hinchada de Colo Colo. A Jean Beausejour también le ha tocado recibir insultos derivados de su color de piel y de su origen mapuche.

Lo que sí reconocen los actores del fútbol nacional son los ajustes en relación a la conducta que debe adoptarse ante las mujeres que dirigen los encuentros. La irrupción de María Belén Carvajal, Cindy Nahuelcoy, Loreto Toloza, Leslie Vásquez y Marcia Castillo instaló la inquietud. “Hoy se han incorporado árbitras, lo que obliga a ajustar ciertas cosas, como el uso del lenguaje, el reclamo. Ahora hay sanciones morales. En un partido nuestro, escuchamos que un jugador le sacó la madre al árbitro y él se hizo el leso. Pero si a una jueza se le dice ‘huevona’ se puede tomar mal”, explica el psicólogo deportivo Enriqe Aguayo, de amplia experiencia en el fútbol chileno y quien, actualmente, asesora a Santiago Wanderers.

El profesional advierte que hay que tomarse la situación como un proceso. “Va a tomar un tiempo que se familiarice. El fútbol tiene una idiosincrasia que irá cambiando. No es que le genere conflicto que lo complique racionalmente, pero genera comportamientos que van a ser castigados cuando si el mismo comportamiento lo tiene con un hombre, podría pasar de largo”, plantea. “Hay un desarrollo de la sociedad que no podemos frenar, pero hay que entender que necesita tiempo”, insiste.

Los jugadores, ya sea por consejo de sus respectivos cuerpos técnicos o por una cuestión estricamente cultural, observan y practican la diferencia. “Es obvio que el trato es diferente que con un árbitro. Se piensa dos veces en cómo reclamarle algo a una jueza. Al hombre se le dice un poco más gritado. A la mujer se le habla, se bajan las pulsaciones para hablarle, pero por lo menos yo no tengo problema en bajar pulsaciones y hablarle”, manifiesta Leyton. Y añade un ejemplo concreto. “No creo que alguien se atreva a garabatear a una mujer como podría hacerlo con un hombre. Sería desubicado. No sé si sea algo cultural, más bien es algo de formación. De niño me enseñaron a respetar a las mujeres”, refuerza el mediocampista papayero.

“Uno se frena cuando enfrente está una mujer. Es algo lógico. No le voy a reclamar de la misma forma que a un hombre. Yo me crié respetándolas. Igual es delicado el tema, porque cualquier cosa se puede prestar para interpretaciones y generar un problema aparte”, admite Córdova. Incluso revela la estrategia que usan jugadores desde que aumentó la presencia femenina en los campos de juego. “Cuando una mujer está dirigiendo o está como asistente, todo el mundo se va con el cuarto árbitro, que es hombre. No van directamente con ellas, para no meterse en líos”, explica.

El uso del lenguaje incluso toca a relatores y comentaristas. Hace algunas semanas, las redes sociales estallaron luego de que Claudio Borghi, analista del CDF, dijera en vivo que una jueza de línea era “guapa”, después de elogiar su desempeño con el banderín. El exjugador y entrenador tuvo que ofrecer disculpas por su expresión.

Aguayo amplía el análisis en relación a los cambios que han debido incorporar jugadores y técnicos. “Este año cambiaron muchas condiciones producto de la pandemia, por los entrenamientos en solitario. No hay fútbol de menores, está la falta de público, ahora recién se empieza a concentrar, hay cambio de estadios. Está lo del VAR y la incorporación de las mujeres. Son temas que requieren adaptación, que implican adaptar las conductas. Ahora haces un gol y tienes que esperar tres minutos para celebrarlo. Para el caso específico de la presencia femenina, por ejemplo, hay que adaptar las reacciones, porque el árbitro hombre tolera ciertas discusiones. Con una mujer se puede considerar violencia de género. Hay que tener incluso cuidado con las declaraciones. Hay un cambio de conducta. Más de alguno no las va a cambiar, porque tiene el hábito”, precisa.