El fútbol chileno llama de urgencia a Robocop. La escalada de violencia en los estadios, que se ha producido tanto en encuentros del Campeonato Nacional, como el Superclásico y el Clásico Universitario, como en la Copa Libertadores, en el duelo entre Colo Colo y Monagas, exigen una reacción radical. Ya no queda espacio para concesiones. Menos para recortar costos sacrificando la seguridad de los espectáculos deportivos, sus protagonistas y sus asistentes. La urgencia exige, claramente, otra cosa. Una reacción tan integral como concreta.
La ANFP toma nota. Los graves incidentes que se produjeron en Concepción motivarán acciones específicas. Por lo pronto, en Quilín evalúan el retorno a los estadios de los equipos de seguridad de elite que ya estuvieron en los recintos deportivos después del estallido social, que en su momento recibieron el apodo del personaje de la película de acción que cuenta la historia del oficial Álex Murphy, quien después de ser asesinado revive como un ciborg policía. Los problemas de seguridad del fútbol chileno, en cualquier caso, están lejos de constituir un guion de ficción.
En la U, por ejemplo, ya han intentado utilizarlos durante la presente temporada. Sin embargo, al ser presentados en el plan de seguridad frente a la delegación presidencial, se les ha rechazado la petición. “Hemos solicitado durante varias oportunidades tener guardias más calificados, pero la respuesta ha sido negativa”, confesó Cecilia Pérez, la vicepresidenta de Azul Azul.
¿Quiénes son los robocop?
Los robocop son algo así como las Fuerzas Especiales entre los servicios de seguridad privados. En su mayoría, se trata de excarabineros o ex miembros de las Fuerzas Armadas, lo que implica un grado de preparación mucho mayor que el que detentan los actuales encargados de mantener el orden en el interior de los recintos deportivos, ante la ausencia de Carabineros. En la actualidad, basta que un vigilante cuente con un curso impartido por el departamento OS-9 de la policía uniformada, el mismo que se les exige a los conserjes, para quedar habilitado para ejercer labores de control. En la práctica está demostrado que esa exigua instrucción no les permite ejercer autoridad sobre los individuos que han puesto en jaque al fútbol chileno.
De hecho, este domingo, en Concepción, Carabineros tuvo que irrumpir en el interior del coliseo y en la cancha para restablecer el orden. Los actuales guardias ni siquiera cuentan con elementos disuasivos ni de protección. Apenas los distingue un chaleco reflectante. En esas escuadras hay mujeres y mayores de edad. Evidentemente, están en desventaja frente a los más exaltados y a los antisociales.
Ya la indumentaria de un robocop es distinta. A la usanza de las Fuerzas Especiales de la policía uniformada, utilizan casco y protecciones en hombros, codos y rodillas, además de chalecos antipuñales, para prevenir las consecuencias de ataques con armas blancas. Incluso emplean escudos para protegerse y, eventualmente, para custodiar a los actores a los que deban cuidar. Y, a diferencia de los guardias convencionales, portan bastones, convencionales o retráctiles, que les permiten controlar de manera más efectiva eventuales focos de desorden. Ese equipamiento lleva varios años en bodega. “Tenemos todo el equipamiento guardado, porque no quieren que lo usemos. Da vergüenza ver esos paraguas para que pateen los córners. En el Superclásico, el cortaplumas pasó un quitasol. Nosotros tenemos escudos”, grafican en MMC, la firma que proveyó el servicio cuando se llegó a implementar.
El ejemplo llamó la atención incluso en el exterior. “Querían que fuéramos a Paraguay para dar instrucción. Nuestros guardias ‘robocop’ tienen una preparación distinta. Todos son ex funcionarios de las Fuerzas Armadas. El mínimo era el servicio militar cumplido. Además, reciben instrucción de un oficial del Gope una vez por semana. Nos hicieron invertir en implementación, porque nuestro equipamiento es el mismo de un Gope. Y ahí quedaron, arrumbados”, lamentan.
Los robocop, como los carabineros que integran las Fuerzas Especiales, actúan como pelotones organizados. “No nos sirve de nada que salga uno solo, porque se pone en peligro y no rendirá el efecto que debemos tener”, explicó hace algunos años uno de los funcionarios que desempeña la tarea, quien pidió reserva de su identidad, a La Tercera.
La formación castrense de los integrantes de la fuerza les da, en efecto, ventajas comparativas. “Eso es para que actúen como equipo de cuerpo y sus desplazamientos sean cohesionados. Así, nuestra presencia se hace más notoria”, explicaba la fuente.
Cuestan más caro
La presencia de los robocops supone, en efecto, una mayor eficiencia en el control de la seguridad. O, cuando menos, una reacción más enérgica frente a eventuales desmanes. Sin embargo, su retorno a los estadios implica dos adecuaciones: la primera es legal, pues las actuales regulaciones no permiten que los guardias utilicen los elementos que suele emplear este servicio, una corrección que el actual momento del fútbol chileno reclama casi como una necesidad. Esa fue una de las razones por las que se dejó de llamar a la empresa que lo prestaba: MMC Seguridad, con asiento en Rancagua.
La segunda, afecta directamente a la economía de los clubes, como organizadores y, por ende, responsables de garantizar un adecuado desarrollo de los encuentros. La contratación de estas dotaciones, cuesta, en efecto, mucho más caro: si un guardia convencional. En la época en que ese servicio se prestaba en el fútbol chileno, cada guardia implicaba el costo de $70 mil pesos, el doble que uno convencional. Actualmente, una empresa del rubro cobra $ 40 mil pesos por un vigilante de los que habitualmente se ven en los partidos. De ese monto, el 90 por ciento llega a manos del vigilante. La razón: es la única forma de tentar a trabajadores para que presten servicios en espectáculos que representan un evidente riesgo.
A ese valor hay que añadirle más conceptos: en ocasiones, las empresas tienen que financiar traslados, alimentación e hidratación de los vigilantes, con los que se establece un contrato por servicios específicos. Los ingresos se pagan contra boleta de honorarios, en efectivo.