Durante toda su vida en el fútbol, Vicente Cantatore tuvo una forma definida de ver la pasión que lo trajo a Chile, como jugador, en los 60 y que luego lo hizo brillar como entrenador en Cobreloa y Valladolid, entre otros equipos, a los que llevó a lo más alto de sus capacidades.

Para el rosarino, atraverse era la clave de todo. “Yo no creo nunca expectativas porque no prometo nada. La gente sí se las crea, pero no se le puede quitar la ilusión. En la vida es bueno tener ambición, la ambición desmedida es mala, pero la falta de ambición es peor”, decía en una entrevista en 1990, cuando arribó a Sevilla.

De todos modos, sus plantamientos tendían a ser más prácticos. Si había que atacar, se atacaba. Y si había que arroparse para defender, tampoco tenía asco en hacerlo. “Cada uno tiene su manera de pensar, de ver el fútbol, y la mía es buscar el equilibrio defensa-ataque. Además, siempre va a haber gente que esté conforme y disconforme. Es un problema de la democracia que debe haber en el fútbol”, sostuvo en otra entrevista con el diario español El País, en 1995.

“El fútbol es uno solo, aunque se puede manejar de distintas maneras. No hay un fútbol de ataque. Es completo, es total. El debate llega a crear confusión en la gente. Salir a atacar sin equilibrio puede arruinarte. Hay que ganar y con la máxima holgura posible, pero si no tienes la pelota, debes defender. Saber defender es una obligación en los buenos equipos. Se critica a (Javier) Clemente (el seleccionador español en ese momento), por ejemplo. Puede no gustar algún partido, pero el rendimiento de la selección es el mejor de su historia. No se puede hacer una buena campaña jugando mal”, explicó.

En ese sentido, también estaba consciente de que los resultados mandan. “No es justo que así sea, pero los resultados son lo que más importa en fútbol. Cuando elegí ser técnico me preparé para el día de ser destituido, no para cuando las cosas salen bien, porque para eso estamos todos preparados. Por otra parte, es lógico que se destituya al entrenador, no se puede cambiar a ocho o 10 jugadores. Si el directivo está convencido de que ese técnico es bueno, no lo debería cambiar, pero eso pasa muchas veces”, comentó en otra ocasión al mismo periódico.

También tenía claro en ese momento que el recambio es algo a lo que se debía llegar con cuidado. “El público pide siempre gente joven, pero si esa gente no tiene condiciones, al primero que van a crucificar es al entrenador”, solía decir. Pero pese a eso no tenía problemas en tomar decisiones: “Yo siempre parto de la base de que en fútbol no hay que tener miedo y uno siempre se debe manejar de acuerdo a la filosofía futbolística que tenga. Yo estoy convencido de que los partidos los ganan los hombres y no los nombres indudablemente. La posibilidad de jugar en Primera División se la gana el jugador con su trabajo y los técnicos siempre vamos a poner a los jugadores que pensamos son más convenientes para el equipo. Para ello hay que tener el coraje de alinear a chicos que todavía no han jugado, pero que pueden ser importantes”.