Hace dos semanas, a Luis Baquedano le correspondió comunicar una decisión impopular. Forzado por la escasez de ingresos producto de la inactividad por el coronavirus, Unión Española se transformó en el primer club chileno en aplicar la reducción salarial. En Europa, la tendencia ya sumaba un par de ejemplos: la Juventus y el Barcelona habían acordado con sus respectivos jugadores el recorte en los ingresos. Ese día, Baquedano volvió a mostrar su perfil más duro. “Es una rebaja que se realizará a todo el club, por la situación en caja. Es algo que se veía venir”, explicó a La Tercera. También garantizó que los recursos serían repuestos y que en Independencia no habría despidos. El equipo capitaneado por Diego Sánchez sabía la idea, pero no la daba por pactada. Al día siguiente, el Sifup la calificó de “inaceptable”.

A Baquedano poco le importa quedar como el malo de la película. Y si le afecta, poco se le nota. En pleno estallido social, que como si se tratara de una ironía del destino tuvo su epicentro en la plaza que homenajea a Manuel, el héroe de la Guerra del Pacífico con el que comparte apellido, fue el más insistente en el retorno del fútbol. “A Unión Española no le parece esta decisión. Nosotros queremos jugar este fin de semana, no le encuentro ningún sentido a parar. Están todos trabajando. Los únicos que no hemos trabajado somos nosotros. A los futbolistas les pagamos para que jueguen, no para que entrenen”, sentenció en noviembre, cuando en las calles aún se vivía la intensidad de la revuelta y no había siquiera certeza de un retorno seguro a los estadios. También planteó que los clubes no podían doblegarse a los llamados de las barras, que amenazaban con el boicot. Su intento no fructificó. El Campeonato fue finalizado cuando quedaban seis fechas.

Tampoco vaciló para enfrentarse con la ANFP, en plena discusión por la definición del cuarto cupo chileno en la Libertadores. La interpretación de las bases y el vacío reglamentario que se produjo por el final administrativo del torneo desataron la guerra. En Quilín pretendían que los hispanos se enfrentaran a Universidad de Chile para dirimirlo. Esa vez, habló de “decisiones arbitrarias” y llegó a sugerir arreglos entre el directorio de Sebastián Moreno y los laicos. Finalmente, luego de bravatas que también incluyeron a los azules como destinatarios de sus dardos (“la única manera de la U de ganar fue por secretaría”, llegó a decir), el equipo de Ronald Fuentes no viajó a La Serena y la regencia del fútbol chileno decidió pasar al díscolo Baquedano al Tribunal de Honor, el sanedrín que juzga a los directivos.

Pasado uniformado y albo

Muy probablemente, la rigidez de Baquedano proviene de la formación que recibió en el Ejército. Estuvo en la Escuela Militar. Aunque su futuro se iría alejando paulatinamente de las armas y de la entidad castrense, la huella permaneció en su personalidad.

Al fútbol llega a Colo Colo, de la mano del expresidente albo Peter Dragicevic. En Macul recuerdan que instruyó una fuerte reestructuración en las divisiones inferiores. “Destruyó el plan Juventud 2000, que había sido una fuente importante de nuevos jugadores”, dice un dirigente de la época.

Otro tanto de la personalidad de Baquedano tiene su origen en su pasado como empleado del desaparecido banco Santiago. Eso recuerda, por ejemplo, Dragicevic, con quien compartió en el directorio de Colo Colo que antecedió a la quiebra del club popular, en 2002: “Ha pasado harto tiempo, pero recuerdo que era tremendamente disciplinado y muchas veces tenía ganas de aprender. Había trabajado en un banco. Se notaba que era muy ordenado”. Baquedano llegó a presidir al Cacique entre 2003 y 2004. Fueron los últimos años de la sindicatura, pues al siguiente el control lo asumió Blanco y Negro.

Juan Gutiérrez convivió estrechamente con Baquedano cuando era jefe del área formativa de los albos. “Es súper directo. No se guarda nada. Eso a la gente le molesta. Es parte de la pega nomás. A lo mejor es demasiado directo a veces. Es mejor tener enfrente a alguien del que se sepa lo que piensa”, lo define. “Tampoco tiene la intención de caer bien. Y va al frente con lo que cree o lo que le encomiendan. Es un gallo que suma. A muchos les puede caer mal. Tuvimos muchos roces por pega, por opiniones, nombres, proyectos. Cada uno defendía su posición. Me tocó aprender de él, de sus planillas, de ser mucho más concreto”, agrega.

Siempre presente

En la intimidad de Santa Laura, a Baquedano le tienen aprecio. Dicen que su forma de ser dista radicalmente de su imagen pública. “Es buena persona. Siempre está con nosotros. Va al estadio, a los entrenamientos, conversa con el grupo. Yo hablo con él día a día. Es cercano, respetuoso”, grafica Diego Sánchez, quien en su rol de capitán es quien más contacto tiene con el personero.

El guardameta intenta incluso comprender el perfil que ha cultivado Baquedano y los ajustes que ha introducido su gestión. “Hace su trabajo, la plata no es de él. Es intermediario, representa al dueño, que es Jorge Segovia, pero no es confrontacional, para nada”, refuerza el Mono