Minuto 96. Colo Colo parecía sumar una nueva derrota en el Torneo Nacional. Solo quedaba una posibilidad: un tiro libre con la ilusión de que alguien pudiese conectar el balonazo hacia el área de Coquimbo. Y ahí, cuando los albos ya estaban entregados, apareció la cabeza de Luciano Arriagada, quien de espalda tocó el balón y batió a Matías Cano. El futbolista de apenas 18 años anotó el 2-2 definitivo en el debut de Gustavo Quinteros en la banca del Cacique.
El tanto le valió los elogios del mayor cabeceador de la historia del fútbol chileno, Iván Zamorano, quien alabó en una entrevista con el sitio Dale Albo el movimiento que realizó el joven atacante: “Es fundamental el gesto técnico que hace al pegarle a la pelota, porque sabe perfectamente dónde está ubicado y, como prácticamente estaba en el área grande, había que darle mucha velocidad. Entonces, el giro que hace con la cabeza, desde el punto de vista técnico, es perfecto, porque no salta mucho; hace un pequeño salto, nomás”.
Pero llegar a ese momento no fue fácil. “Es un chico que lo pasó mal cuando de buenas a primeras lo subieron de la Sub 16 al primer equipo y después lo bajaron a la Sub 19. Ahí no hacía goles y no se sentía cómodo. Optamos por bajarlo a la Sub 16 para que retomara la confianza y volviera a hacer goles. Tenía una rabia contenida y los nervios de punta al ver la cara y verlo celebrar el gol. Me pone feliz por el resultado del trabajo y por su profesionalidad, que está dando frutos”, recuerda el español Manuel Crespo, exjefe de las divisiones menores del Cacique, quien hoy se encuentra en Chile a la espera de nuevos proyectos.
Pero no fue la única frustración que debió enfrentar el joven delantero, ya que acompañó el proceso de la Sub 17, que jugó el Mundial de Brasil. Sin embargo, quedó fuera de la lista final. “Luciano lo pasó mal cuando se quedó fuera de una nómina del Sudamericano y después del Mundial Sub 17. Y eso para un chico que siempre participó en los procesos de la Selección le movía el piso”, detalla Crespo. Y añade: “Él siempre ha apoyado su carrera deportiva en dos pilares; su familia y la forma en que toma su profesión. Es un chico muy educado, formado, estudioso y que se preocupa por aprender más”.
Su llegada a Colo Colo se produjo gracias a Abel Sepúlveda, masajista histórico del club. “Mi papá es minero, somos de Lota. A mi papá le salió pega en Calama y después en Santiago. Allá jugaba en las escuelas de Calama y cuando llegamos a Santiago no quise ir a las escuelas y fui a probarme. Mi tata tenía a un mejor amigo: Abel Sepúlveda, quien me consiguió una prueba. Quedé como a los seis meses”, recordó hace un tiempo el delantero, en una entrevista con ESPN.
“Su virtud es ser un rematador, pero no está exento de calidad, de un regate, de velocidad, de potencia. Tiene una serie de características que hacen que pueda marcar diferencia y que poquito a poco se abra paso y pueda competir en Colo Colo. Además, siempre fue un chico que estuvo al pie del cañón para cualquier necesidad. Incluso, no ha dudado en poner de su parte para ello. De hecho, ha mejorado mucho su complexión física de manera individual, ajustándose en porcentaje de masa muscular y de grasa en esta pandemia para llegar en las mejores condiciones y competir y tener esta oportunidad que tanto le ha costado y que tanto ha peleado”, sostiene Manuel Crespo.
Tras esa experiencia en el primer equipo en tiempos de Pablo Guede, con apenas 15 años, solo volvió al primer equipo con Mario Salas en la banca. A comienzos de año, dejó una grata impresión en la Noche Alba y después participó en febrero en un duelo ante Cobresal. Su momento de gloria llegó en Coquimbo, algo que espera repetir hoy ante Unión Española.