El horizonte de las plusmarcas
El sueco Duplantis y el ugandés Cheptegei reescribieron este año la historia batiendo dos registros que parecían inalcanzables. Así pusieron de nuevo al atletismo a calcular dónde está su techo.
Y de pronto, un chico de 20 años, hijo de un ex garrochista estadounidense y una heptatleta sueca, superó los imposibles 6,15m que Sergei Bubka, el legendario saltador ucraniano, tenía fijado desde hace 26 años. Pasa seguido: los récords del mundo llegan así, de la mano de prodigios protagonistas únicos, casi inhumanos, para que luego llegue otro aún más dotado que borre la marca.
Desde que en 1914 la recién formada Federación Internacional de Atletismo Aficionado publicó la primera lista oficial de récords, el mundo ha vivido la comparación y la competencia por superar lo hasta entonces establecido. El propio Bubka era uno de ellos. Vivió su vida atlética con la obsesión diaria de los récords y las marcas. Así, cuando se retiró se llevó con él 27 registros mundiales, además de ocho mejores marcas bajo techo, que no fueron ratificadas, pero sí legitimadas.
El camino de las plusmarcas siempre está ligado a sus dueños, hombres y mujeres excepcionales que han llegado a romper los límites de lo establecido, trayendo consigo una nueva era para la especialidad que practican. Y aunque año a año se establecen nuevas marcas, muchas veces pasan hasta décadas para que otro atleta sea capaz de superar aún más lo humanamente prácticamente imposible.
Es raro, pero pese a los meses de inactividad por la pandemia, este año hubo otro récord mundial. El ugandés Joshua Cheptegei fue quien maravilló en la Diamond League de Mónaco, donde rompió la plusmarca mundial en los 5.000 metros, otra eterna hazaña, vigente durante 16 años gracias al etíope Kenenisa Bekele.
Cheptegei, de 23 años, había anunciado que lo haría en el primer encuentro del certamen que disputara. Y sobre el rekortan, solo aceleró para cumplir con su anuncio, que pareció fanfarrón, pero que dejó boquiabiertos a todos: cumplió con las expectativas, dejando la marca en 12′35″36, casi dos segundos menos que los 12′37″35 que Bekele estableció en Holanda, en 2004.
Quizás el más icónico de todos fue Usain Bolt. El velocista jamaicano llegó en 2008 a Beijing para enfrentar a la mejor generación de sprinters conocida, que hasta ese entonces se peleaba entre Estados Unidos y la isla del Rayo el trono del más veloz de todos.
Su compañero Asafa Powell era el dueño de todo hasta ese momento, tras quitarle en 2007 la corona a Justin Gatlin, con unos rapidísimos 9″74. Y ahí, cuando parecía que nada iba a mover el cronómetro a un tiempo más breve, apareció su compatriota para correr solo en el hectómetro del Nido de Pájaros, pasando a la historia, pero solo con su primer capítulo. Porque luego, en la final de los 200 metros de los Juegos, conquistó la plusmarca de que Michael Johnson tenía en su dominio desde 1996, para rebajarla dos centésimas, dejándola en 19″30.
Ambas marcas fueron rebajadas al año siguiente por el Rayo, que a esa altura pasó a ser una tormenta sobre el Estadio Olímpico de Berlín. “Lo que él hizo es algo que está fuera de serie. Es lo que pasa en estos casos, que llega un atleta capaz de hacer algo que nadie jamás había conseguido. Creo que su marca perdurará por muchos años más”, asegura Gerardo San José, el entrenador chileno que ha conseguido seis récords nacionales en salto largo y heptatlon.
El récord del maratón es otro que constantemente se mueve. El año pasado, la keniata Brigit Kosgei estableció una nueva marca en el Maratón de Chicago, 2 horas 14′04″, borrando otra marca que se mantuvo por más de un decenio en lo alto de la larga distancia, las 2 horas 15′25″ que Paula Radcliffe alcanzó en 2003. Eliud Kipchoge, un año atrás, hizo lo mismo en Berlín, pero llevando al extremo la velocidad de cada zancada: corrió los 42k en 2 horas 01′39″.
Pero aún hay marcas que parecen eternas. Sobre todo en damas. Ahí, aparecen los 100 y 200 de la estadounidense Florence Griffith, que parecen aún congelados desde hace 32 años. También está el de la alemana Marita Koch (47″60 en los 400 metros, en 1985), el de la checoslovaca Jarmila Kratochvílová (1′53″28, en los 1.500 metros, en 1983), o en los saltos, donde los récords se mantienen desde hace más de tres décadas.
A fin de cuentas, el ser humano se mantiene en continua evolución. Y con esa evolución seguirán cayendo los récords. Pueden demorar, pero siempre se rescribirán.
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