El huracán que amenaza al cuestionado Gareca: las reuniones y negociaciones que marcan el futuro del Tigre en la Roja

Ricardo Gareca

La goleada frente a Colombia cambió el escenario. Por primera vez, el Tigre y Milad abrieron la puerta para un término anticipado de la relación. Un proceso que partió con señales alentadoras hoy está en severo riesgo.


Ricardo Gareca llegó a Barranquilla temeroso de la humedad que caracteriza a la ciudad colombiana. La dejó con una auténtica tempestad a cuesta. Con Chile goleado y humillado, después una presentación paupérrima. Y puesto en más entredicho que nunca. Por primera vez, de hecho, se habló derechamente de su continuidad en la banca de la Roja. Lo abordó el propio estratega, quien abrió, al menos, la puerta para el análisis de su permanencia en el puesto. Por el lado directivo, Pablo Milad tampoco fue suficientemente enfático. El presidente de la ANFP supeditó la decisión a la reunión que sostendrán para analizar el descalabro en tierras cafetaleras. El rito es habitual después de cada fecha de las Eliminatorias. Después de la caída frente a Bolivia, tan dolorosa como esta, ya había existido un llamado de atención.

Gareca ya no convence. El respaldo unánime con el que llegó a reemplazar a Eduardo Berizzo, fortalecido por las auspiciosas presentaciones que realizó la Roja en la gira por Europa, con un triunfo sobre Albania y una prometedora actuación frente a Francia, había comenzado a disiparse en una Copa América sin triunfos ni goles y se esfumó después de las dos primeras fechas eliminatorias a su cargo. Hoy, los hinchas se hastiaron, aunque lo realmente preocupante para el entrenador son las señales internas. En la intimidad de la Roja se ha llegado a poner en duda la efectividad de la metodología de trabajo del entrenador y, sobre todo, sus decisiones futbolísticas más directas. Solapadamente, se habla de una notoria involución. “Es un técnico antiguo”, se dice, bajo cuerdas en Pinto Durán. El DT, por cierto, se defiende de las críticas presumiendo su condición de tal. Sus números lo condenan, ya que estadísticamente firmó un peor arranque que Reilando Rueda, Martín Lasarte y Eduardo Berizzo. Ninguno de sus antecesores cayó en los primeros encuentros oficiales que disputó.

El huracán que puede llevarse a Gareca

El entrenador está abatido. En la comparecencia posterior al traspié ante los cafetaleros, asume que las preguntas abordarán su continuidad en el cargo. Dice que está dispuesto a responderlas todas, siempre que se planteen con respecto. “No tengo la respuesta yo. Hoy no le puedo dar una respuesta concreta. Siempre me invaden cosas, a todos, de la misma forma que ustedes, yo también las siento, pero no estoy acostumbrado a tomar decisiones en caliente. Quiero pensar, enfriarme. Es un proceso difícil, complicado. Hoy no estoy para tomar una decisión. Necesito calmarme, enfriarme, estar con los dirigentes, con mi cuerpo técnico. Una decisión de abandonar el cargo no estoy en condiciones de manifestarla. Estoy acostumbrado a reflexionar cualquier decisión que tome”, plantea, como declaración de principios. Luego, ahondará en el tema, aunque, curiosamente, también abrirá una ventana para dirigir un proceso de largo aliento.

Pablo Milad, el presidente de la ANFP, responde en un tono parecido. “Nosotros siempre nos reunimos para hacer un análisis completo. De la logística, de todo. Eso se hace en frío. Ya conversaremos con Ricardo. Cualquier decisión que se tome tiene que ser en frío”, sostiene el máximo dirigente del fútbol chileno. “Tiene contrato vigente”, plantea después, como si se tratara del débil hilo del que pende la suerte del entrenador.

Después del bochorno en Colombia, no hubo espacio para que ambos se juntaran. Esa cita se producirá, probablemente, este jueves, en Quilín. Este miércoles, el equipo nacional llegó de madrugada, a eso de las 5.30 horas. El desgaste acumulado por el partido y el viaje tornaban imprudente una conversación de esa naturaleza. Gareca sí se reunió con su cuerpo técnico apenas finalizó el partido. Lo hizo en el camarín, a cierta distancia de los jugadores. A los pocos minutos, llegó el encargado de prensa a buscarlo para que atendiera a los medios en la conferencia post partido.

El 26 de enero, Gareca asumió la Roja, en reemplazo del Toto. “Nosotros tenemos metas. A mí lo que me interesa es estar en un Mundial, pero eso se construye y que a partir de ahora podamos estar alineados y estar unidos, jugadores, dirigencia, público, el periodismo”, postuló. “Chile no está demasiado lejos, está al toque, ahí no más. El objetivo no es alcanzar la punta, el objetivo es estar, es lo que queremos todos”, dijo. Por esos días, la Roja estaba en el octavo puesto. Tenía los mismos cinco puntos que hoy, cuando ocupa el décimo casillero. Está, literalmente, en el suelo. Los llamados de unidad en torno al equipo han resultado vanos. Hoy, más bien, Gareca y sus pupilos reciben dardos desde todos lados.

Ricardo Gareca no levanta cabeza en la Roja.
Ricardo Gareca no levanta cabeza en la Roja. (Foto: Photosport)

Cuestión de números

Contratar a Gareca fue una apuesta cuantiosa. El pago de su contrato implica US$ 3,7 millones por año, la inversión más alta que la ANFP ha realizado en ese ítem. El pacto rige hasta el término de las Eliminatorias y se prorroga automáticamente si se consigue la clasificación al Mundial que Estados Unidos, México y Canadá organizarán en 2026. Por estos días, quizás la cifra y la literalidad del vínculo sea lo poco que mantenga al entrenador con ganas de seguir en el país. De hecho, antes del partido con Brasil. el técnico reconoció que estaba al tanto de la densidad ambiental y reveló, por ejemplo, que salía menos a la calle, para no exponerse al rechazo de los fanáticos. “Soy respetuoso de los momentos”, sostuvo en esa oportunidad. Al DT también le da vuelta en la cabeza su prestigio: claramente su nombre se está desvalorizando al mando de una Selección que ya no encontró el rumbo.

Efectivamente, como dice Milad, Gareca “tiene contrato vigente”. La única forma de abortarlo anticipadamente depende de que no queden opciones matemáticas. Ahí, las partes tendrían una ventana para sentarse a negociar lo más amistosa posible. Otro camino obligaría a una asociación mermada económicamente, a realizar un gasto lapidario para su caja. Otro más.

Los hinchas no son los únicos descontentos. En su estadía, Gareca ha tenido que soportar el fuego de Arturo Vidal, que le ha criticado públicamente por no llamarlo y también por las decisiones que toma en cada partido. Incluso sus jugadores se le han rebelado. Cuando sustituyó a Ben Brereton, en la media hora del partido ante Bolivia, fue notorio el respaldo de sus compañeros al ariete de Southampton. Pocos entendieron cómo el entrenador trataba así al único jugador nacional que actúa en la Premier League. Esa sensación subió un par de pisos hasta la tribuna de honor del reducto. El delantero, por cierto, no apareció en la convocatoria para los recientes traspiés del combinado nacional.

Luego vinieron las deserciones. La lista la abrió Charles Aránguiz, quien anticipadamente había declarado que no se sentía en condiciones de rendir a la altura que requiere el nivel de selección, y la continuó Carlos Palacios. El último es un caso que trae cola: después de asumir que no sería titular frente a los cafetaleros, La Joya pidió salir de Pinto Durán. Aludió a problemas personales, que la ANFP tradujo en un comunicado público. El lío, que involucra a Colo Colo, la U y a Quilín. está en pleno desarrollo. Por lo pronto, el exhispano no podrá jugar ante La Calera y corre, también, el riesgo de perderse el partido ante Palestino. Gareca, entre tantas cosas que ha vivido en Chile que no logra entender, no comprendía cómo el jugador le daba la espalda a la Selección.

El proceso, cuando menos, está seriamente desgastado. El propio Gareca ha transmitido que no ha logrado la cohesión que esperaba con el plantel, un elemento que considera clave y que sí alcanzó con creces en el exitoso paso por Perú. Ese factor y la evidente falta de respuestas futbolísticas le hacen dudar de la conveniencia de seguir. En ese contexto, incluso, ingresa en la ecuación el riesgo de cumplir una presentación bochornosa en Lima, un golpe letal para su prestigio. Es la gran decisión que tiene que tomar.

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