La ventaja de dos puntos que 10 segundos antes habían conseguido los Mavericks se borró con el triple de Marcus Morris. Los Clippers se ponían un punto sobre Dallas y con nueve segundos del tiempo extra por jugar. El momento final, sin embargo, no estaba destinado para ellos. Los focos tenían otro destinatario: un chico esloveno, de 21 años, tez blanca, cara de universitario, de niño bueno, del hijo que no hace maldades, pero de una bestia dentro de la cancha: Luka Doncic. Y como si nada, cual templanza de Michael Jordan, tomó la pelota a 3″17 del final, amagó y tiró con la campana sonando para darle un agónico triunfo a los Mavs, que seguían con vida en los playoffs.
La última jugada del cuarto duelo de los cuartos de final del Oeste quedó en el recuerdo, independiente de que finalmente fueron los Clippers quienes avanzaron. Lo del esloveno, eso sí, fue el sello para enmarcar una temporada de ensueño para quien solo lleva dos años en la NBA. No pareciera tan poco, pues, aunque ya se despidió, no hay una persona en la Burbuja que no haya admirado sus jugadas de veterano ganador de partidos.
En algo así se convirtió Doncic, quien aquella noche anotó 43 puntos, 17 rebotes y 13 asistencias. Hombre récord en la NBA: el jugador más joven que hace un triple-doble con más de 40 puntos; el tercero que hace por lo menos 40 puntos, 15 rebotes y 10 asistencias en playoffs; el más joven en anotar un game winning buzzer beater (canasta sobre la bocina), el quinto que la sumando además más de 40 puntos y una canasta ganadora; y el único que ha anotado 70 puntos en sus primeros juegos de postemporada, porque hay que recordarlo: eran sus primeros playoffs.
No se notó la falta de experiencia para promediar 31 puntos, 9,8 rebotes y 8,6 asistencias ante los Clippers, convirtiéndose en el sexto mejor debutante en el aro rival. Los números de su segunda temporada en la mejor liga del mundo se redondean en 28,8 puntos, 9,4 rebotes y 8,8 asistencias en la etapa regular.
Sus impresionantes estadísticas son la conclusión de años de talento prematuro. Desde su infancia en Liubliana, donde creció viendo a su padre, Sasa, jugar por su país y ser la puerta de entrada para un pequeño Luka que no solo disfrutaba del básquetbol, ya que también jugaba fútbol y tenis. Lo importante era la pelota y él, en definitiva, se decidió por los botes y canastas. Su mayor cercanía siempre la tuvo con el baloncesto. “Su madre (Mirjam Poterbin) le llevaba a mis partidos, donde ocurría algo increíble: pese a ser un bebé muy inquieto que estaba todo el día llorando, una vez empezaba la acción, se calmaba y no se movía más”, dijo Sasa a la NBA, el año pasado.
Luka parece estar destinado a seguir el paso de los grandes. Creció admirando a Vassilis Spanoulis, el mítico griego que jugara la temporada 2007-2008 de la NBA con los Houston Rockets y que hizo el resto de su carrera destacando en el básquetbol FIBA, donde lideró a su país a la medalla de plata del Mundial 2006, en el que derrotaron en semifinales a Estados Unidos. Doncic le admiraba cuando joven, mientras se formaba en el Olimpija de su ciudad.
A los 13 años, en 2012, el esloveno ya deslumbraba a nivel local y le valió el salto a la cantera del Real Madrid. Tres años más tarde debutó en el primer equipo y no paró de ganar: tres Ligas ACB, dos Copas del Rey, dos veces el Mejor Jugador Joven de Liga ACB y una Euroliga en 2018, el año de su máxima consagración con el MVP de ese torneo y del cuadrangular final.
El draft de la NBA aguardaba por él. Fue la tercera elección de la primera ronda de dicho año. Atlanta Hawks lo escogió y lo cedió a Dallas, donde disfrutaría de la última temporada de Dirk Nowitzki, el mejor europeo en la historia de la NBA. El cambio le llegaba a los Mavs en el momento preciso.
El resto es historia, pero una que recién comienza. Dos años en la mejor liga del mundo le han bastado al esloveno para concentrar elogios de las mejores estrellas que juegan junto a él. Centro de atención de sus rivales, vivió en carne propia la dureza de los playoffs y sufrió los golpes de los Clippers. Él, siempre con elegancia, salió diciendo que así es el juego, pero que no le gustaría compartir con la violencia de Morris (lo expulsaron por darle un manotazo). Con clase y calma, Luka se abre paso entre los grandes. El Jordan blanco.