Una historia conocida en la Copa Libertadores. Colo Colo es superior, domina, se crea oportunidades, pero no las aprovecha y cae en el Monumental ante la jerarquía. El gol de Manoel y una amarga derrota silenciaron a un Monumental repleto. Fue un cambio de sensaciones tras la derrota ante Fluminense, pues se pasó de la esperanza a la decepción al complicar sus aspiraciones en el certamen continental.
Como ha venido siendo la tónica, el recinto de Macul vivió una nueva desilusión cuando el camino más claro parecía y cuando más se necesitaba. Un triunfo hubiese encarrilado la clasificación, sin embargo, la caída obliga al cuadro albo a sumar en Lima y Asunción.
Era el último partido del Cacique en el Monumental por fase de grupos. A diferencia del Campeonato Nacional, se pudo utilizar el aforo completo, algo que se notó desde el inicio. Hubo un gran ambiente, el estadio repleto fue una caldera. Ejemplo de esto fue la gente que se ubicó incluso en las escaleras de la zona denominada como Océano, mientras que en el sector de Magallanes se agruparon los hinchas de Fluminense
El inicio entusiasmó a la fanaticada local. Los hinchas albos comenzaron a cantar con más intensidad viendo cómo Colo Colo metió en su arco a Fluminense. Fernando Diniz mostró disconformidad por la presión ejercida por el Cacique y le pidió a sus pupilos que adelantaran las líneas. Sus apuntes buscando corregir errores fueron una constante durante el partido y sobre todo durante la primera mitad
Jorge Almirón, en tanto, gesticuló durante todo el primer lapso al analizar a sus dirigidos. El sosiego se fue transformando poco a poco y en media hora ya estaba rozando la línea demarcatoria de la cancha. La intranquilidad aumentó ante las numerosas ocasiones que el Cacique desperdició. Zavala, Bolados y Pavez provocaron, a su vez, que el público se tomara la cabeza. Más de alguno debe se debe haber imaginado que esto les terminaría pesando.
El inicio de la agitación
En el complemento primó la impaciencia. La inquietud era parte de cada uno de los asistentes al Monumental. Colo Colo siguió aproximándose, pero continuó fallando. Hubo pifias y abucheos en cada reanudación del Flu. Cada paralización del juego terminaba en tiempo perdido, lo que fue cuestionado por la hinchada alba.
En medio del dominio local, Fluminense se encontró con el gol. El desvío de Manoel enmudeció al recinto de Macul. Fue la única ocasión del partido, haciendo gala de la jerarquía de la escuadra brasileña.
El golpe se sintió y la galería cambió su tono. Lo que parecía una fiesta, ya no lo era. El silenció comenzó a asomar junto a las típicas arengas con muestras de impaciencia: “Dale, hue..., pa’ adelante”, se escuchaba, por ejemplo, en las tribunas. La intranquilidad de Almirón aumentó, mientras que Diniz comenzó a pedir la hora desde que se cumplieron los 90′. Su trabajo estaba hecho.
Final copero
Cuando finalizaba el duelo, la hinchada del Cacique acudió a un tradicional cántico: “A ver, a ver los jugadores si pueden oír, por la camiseta del Albo, matar o morir”.
Luego del pitazo de Wilmar Roldán vino la mayor polémica. Los jugadores del Flu no se guardaron nada en los festejos, algo que molestó a Leandro Benegas. El ariete reaccionó instantáneamente y se lanzó en busca de Marquinhos, acusando una burla de él.
“Hay unas cosas que pasan en el fútbol que yo no las comparto. Son cosas que uno vive con adrenalina y cuando se pasan al otro lado, se burlan después de una victoria, yo no lo comparto. Son cosas del momento. Hasta su propio compañero se dio cuenta de que no era el momento de tener esa acción con un compañero mío. Son cuestiones de segundos que a uno se le vuelan los pájaros, como se dice. Cuando uno siente que lo pasan a llevar, es difícil de manejar”, explicó tras el partido el albo.
Rápidamente se formó un tumulto, pero Maximiliano Falcón y Jorge Almirón fueron por el delantero, logrando separarlo. En la otra vereda, Marcelo hizo lo propio al tomar el liderazgo y pedirle calma a sus compañeros. ”Marcelo... qué decir de él. Es un jugador íntegro, que entiende de este juego. Él se dio cuenta de que su compañero se había equivocado e intentó bajar las pulsaciones de ese momento”, añadió Benegas.
La gresca se calmó, pero la molestia generalizada, tanto por la situación como por el resultado, ya era parte de la hinchada, que despidió al plantel de Fluminense con proyectiles, por lo que debieron correr hacia a la manga que da al túnel que lleva a los vestuarios.
La fanaticada alba mostró su descontento y despidió a sus jugadores con desilusión. Fue mensaje claro para los jugadores: “Ganan sueldos millonarios, jueguen con el corazón, respeten por la camiseta, por la historia del campeón”, fue coreado por decenas de miles de hinchas que llegaron al recinto de Macul. Un cierre que complica al Cacique y sus aspiraciones de clasificar a octavos de final. Una derrota que sirve de muy poco, pues debe sumar obligatoriamente en Lima y Asunción, además de aferrarse a Fluminense no tropiece.