El lado más íntimo de Jaime Fillol: “Muchos abuelos quisieran tener una relación así de cercana como la que tengo con Nico”

JAIME FILLOL
Jaime Fillol, ex-tenista posa para entrevista en La Casona UNAB. Foto: Luis Sevilla

Este miércoles, el legendario tenista lanzará sus memorias en el Chile Open. El texto repasa los momentos más alegres y también los más tristes de una vida entregada al deporte, a su familia y a Dios.



Jaime Fillol (3 de junio de 1946), durante muchos años, guardó la idea de escribir un libro con sus vivencias. Sin embargo, no había encontrado la oportunidad hasta ahora, que lanzará Huellas en la Arcilla, este miércoles, a las 11.00 horas, en el Chile Open. Un texto donde repasa sus memorias y también incorpora la visión de su familia y de leyendas como su amigo Stan Smith.

“Publicarlo es gracias al apoyo de la Universidad Andrés Bello. A pesar de haber iniciado con Amparo Cornejo un texto hace varios años, eso quedó congelado y yo tenía un poco de pudor de publicar un libro. Y fue cuando a la actual decana de la Facultad de Educación y Ciencias Sociales, le conté que tenía este libro y no sabía qué hacer y entonces me dijo que a la facultad le interesaba que saliera y que la universidad iba a apoyarme en que se lograra su publicación. Yo sabía que había cosas valiosas o entretenidas para contar y también sabía que no quería ser yo solo”, explica, el extenista, quien además es director del Instituto del Deporte y Bienestar UNAB.

El libro tiene un prólogo de Fernando González y un epílogo de Nicolás Jarry...

La relación con Nicolás, el nieto, ha sido muy cercana. Muchos abuelos quisieran tener una relación así de cercana como la que tengo con Nico, de compartir tanto tiempo. Y la relación ha sido casi uno con uno por mucho tiempo, así que todos los que escribieron algo, sus opiniones, sus vivencias, las hicieron de mucho gusto. La universidad invitó a Fernando y yo feliz de que estuviera.

En el texto usted cuenta que su primera impresión sobre McEnroe fue que era un tramposo. ¿Por qué?

Es una manera de decir. No es que uno esté pensando que intencionalmente anda haciendo trampa, pero cuando uno está en la cancha con alguien, tú inmediatamente dices, “es una trampa, te está haciendo leso”. Esa es la sensación que me causó. No solamente a mí, sino que a varios. Presionaba a los árbitros y jueces de línea. Era difícil jugar contra él.

¿Tuvo la posibilidad de decírselo?

No, porque nunca fui tan cercano. Además, se podría interpretar como una excusa de por qué me ganó y él jugaba muy bien, era mejor que yo. Eso no se podía ni cuestionar.

También usted habla de Guillermo Vilas, de quien dice que se fue alejando y enfocando solo en lo material después de conocer a Ion Tiriac.

Eso que yo veía en él que fue evolucionando negativamente, por decirlo así, coincide con el ser gestionado por Ion. Diría que también coincide con la separación de sus padres y él se fue aislando del resto del grupo, cosa que no hacía antes.

Menciona en su libro que a él le gustaba ir cambiando de amistades.

Estaba un periodo de tres o cuatro meses con una persona, estaba muy cercano y luego cambiaba, sin decir nada...

Estaba muy necesitado de cariño, de acuerdo a lo que dice en el libro...

Yo creo que era eso lo que él buscaba. Era más allá de ir a la cancha a tal hora y terminar a tal hora, sino que había una relación de sentarse a conversar, a lo mejor de comer juntos, y como lo digo ahí, le gustaba jugar con mis hijos. Era bien cercano. Después se fue aislando.

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Jaime Fillol cuenta detalles de su vida a La Tercera. Foto: Luis Sevilla

Dentro de los testimonios, Patricio Cornejo dice que usted se enamoró a primera vista de su esposa Mindy Haggstrom.

Así fue. Nos casamos rápido, un poquito más de un año de habernos conocido.

¿Y cómo fue asimilar esa vida de casado en el tenis, en una época de pocos torneos y menos ingresos?

Nunca la ecuación económica la tuve presente en nuestra relación, en nuestro propósito de formar una familia. Lo que más nos ayudó a tomar la decisión era que realmente veíamos que nos necesitábamos, nos hacíamos bien entre nosotros en ese corto año de estar juntos, pero ya yo creo que a esa edad uno se puede dar cuenta de eso. No es una cosa rara, tampoco impulsiva, sino que tiene una lógica de si yo me siento bien y siento que tengo una compañera que está entregada totalmente y además si yo le entrego lo mismo a ella y siente ella lo mismo, ¿qué más hay que esperar?

En otro de los pasajes usted relata cómo se fue preparando para el fallecimiento de su esposa.

Efectivamente, diría que nos empezamos a preparar realmente cuando tuvimos un diagnóstico ya claro y definitivo de lo que tenía. Y eso ocurrió en 2016. Fueron cinco años. Entonces uno en ese momento empieza a aterrizar, a darse cuenta, a ver cómo aportar, cómo hacerlo lo mejor posible.

No deja de ser impresionante la naturalidad con que toman la muerte. Incluso, cuenta que sus hijas le preguntaban a ella qué cosas conservar tras su partida.

Así fue. Fue algo que nos enseñó mucho. Bueno, a mí, pero a nuestros hijos y a los nietos también, porque los nietos también venían y eran muy cariñosos con ella. A mí me sorprendía ver a un niño o una niña de ocho o 10 años acercarse a una persona enferma. Es poco común de ver. Uno puede sentir una especie ya de distanciamiento, pero en ellos era todo lo contrario.

¿Qué concepto tiene de la muerte?

En la casa de Alsacia, donde nos criamos, vivió mi abuela, la mamá de mi papá. Ella murió en la casa y también murieron un tío que vivía con nosotros y una tía abuela. Ya de chicos nos acostumbramos. Es una cosa que va a pasar, aunque nunca la tiene uno tan presente hasta cuando llega un momento tan cercano como el de mi esposa. ¿Temor a la muerte? Yo diría que no. Sabemos, creemos que es un paso a una vida mejor y nos vamos preparando entonces para eso. Dentro de la iglesia católica, de las iglesias cristianas, todos creemos en eso, en la resurrección. A eso vino Jesús, a mostrarnos el reino de Dios y la vida eterna. Entonces, tenemos un futuro mejor.

¿Sintió rebeldía contra Dios por lo que vivió su esposa?

No, yo diría que no a ese punto de rebeldía realmente, sino que de cuestionamiento. Porque también rezamos para que se haga la voluntad de Dios. Entonces hay un análisis que uno tiene que hacer ahí: ¿qué es lo que estoy rezando? ¿Qué significa realmente lo que estoy rezando?

Una de sus hijas dice en el libro que si enviudaba se lo imaginaba como sacerdote. ¿Se le pasó por la cabeza?

Fue Natalia la que dijo eso, pero a mí no me lo ha dicho. Y no, no lo pensé. Yo recuerdo que en el colegio, en el Luis Campino, había un grupo de alumnos que eran los Cruzados. Yo sabía que existía ese grupo, pero yo nunca fui un Cruzado, por decirlo de esa manera. Y yo creo que mi vocación siempre fue la familia.

Por otro lado, usted menciona que fue un exiliado económico tras la crisis del 82. ¿Por qué utilizó ese concepto?

Bueno, yo tuve contacto con exiliados. Muchas veces me fueron a ver a distintas partes, y yo feliz de estar con ellos. Ahí entendí muchas cosas. Una de ellas, es que efectivamente desearían estar en su país de origen. En mi caso, no era por algo político, sino que por algo económico. Tenía que seguir viviendo, debía tener un trabajo y ese trabajo surgió afuera. Esa fue una crisis bastante fuerte, no fui el único perjudicado, pero no tengo resentimiento ante eso, aunque efectivamente usé ese término porque me fui obligado.

Su etapa como jugador coincide con situaciones difíciles en el país. En el libro habla de por qué no quiso ir al acto de Chacarillas y también menciona las amenazas en Suecia.

Claro, recuerdo que yo trataba muchas veces de decir de que no había que mezclar la política con el deporte y eso yo más o menos lo traté de defender, pero no lo pude mantener en el tiempo porque me fui dando cuenta de que estas mismas cosas que me pasaban a mí le pasaban a otros. Por ejemplo, hice amistad con varios tenistas checos y también con Nastase, con quien tuve una amistad cercana. Y ahí fui aprendiendo. Estos señores, que son de otro mundo, porque en ese tiempo era hablar de la cortina de hierro y hablar del este y el occidente, eran de otro mundo. Pero no lo eran, tenían las mismas preocupaciones que yo, estaban preocupados de su familia. Por eso digo que como tengo esa base de formación cristiana uno puede de cierta manera comprender que hay otra cosa que tiene que ver con, no sé, con tener criterio, con tener sentido del bien común.

Usted fue presidente de la ATP hace 46 años. ¿Cuánto ha cambiado?

Fue cambiando con el tiempo. Pensar que la ATP fue creada por los jugadores, eso es bien inusual porque lo que hizo el ATP el año 72 y después ratificó todo con el boicot a Wimbledon y con el ranking ATP el año 73 fue más allá de un sindicato o de un colegio profesional, sino que sentó las bases para un desarrollo de una actividad. Y eso fue un impulso de los tenistas. Obviamente que había gente bien preparada, con estudios, de leyes, de gobierno, que contribuyó a la formación. Pero éramos nosotros, los jugadores, los que estábamos diciendo “no, esto debiera ser así, esto debiera ser de esta otra manera”, y fuimos creando lo que hoy día se ve.

Para usted el mejor tenista que vio fue Lucho Ayala. ¿Cómo llega a esa conclusión?

Eso es lo que yo pienso, según sus resultados, además de haberlo visto jugar. Y eso, las comparaciones son siempre muy difíciles porque son tantas las variantes, cómo comparar en un rendimiento físico o deportivo a las generaciones.

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Jaime Fillol da las claves del momento de Jarry. Foto: Luis Sevilla

¿Cómo proyecta a Nico este año?

Yo sé que él ya está metido. El ranking que tiene es su ranking, no es mentiroso, no es porque se dieron ciertas circunstancias o ciertas cosas. Él ya tiene ese nivel y eso es fantástico que lo tenga, es buenísimo. Y va a estar ahí, puede seguir mejorando y él reconoce que puede. Entonces, como es empeñoso, va a seguir tratando de mejorar.

¿Lo ve top ten en el corto plazo?

No sé si en el corto plazo, pero sí lo veo. Puede ser perfectamente.

¿A esta altura qué cree que le falta?

Yo pienso que el tenista siempre tiene que estar buscando desarrollar mayor intensidad y mayor consistencia. Es decir, si yo estoy a un nivel de desplazamiento, un nivel de ubicación en la cancha y eso es más rápido que el resto, si a eso le sumo también consistencia y regularidad, le voy a ganar al rival. Entonces, ese trabajo es el que yo le propongo a él. Que es el que tiene que ir desarrollando, tiene que él distinguir también los momentos del partido. No en cuanto a la cuenta, sino que del juego. O sea, ser más, más creativo, por decirlo así, en el juego. Cosa que también él ha ido desarrollando porque, por ejemplo, en los últimos partidos empezó a hacer unos drop shots que antes no tiraba, ha subido mucho más a la red, ha mejorado su devolución de servicio. Entonces, él mismo sabe qué tiene que ir mejorando.

¿Cómo fue su experiencia en la United Cup dirigiendo a su nieto?

Bueno, yo tengo una mirada bastante crítica del coaching. Y yo siempre pensé que una de las cosas que hacen del tenis un deporte realmente potente es que el deportista es el protagonista y él es el responsable y va marcando su camino. No es así en todos los deportes y esa es una de las gracias que genera que la competencia sea tan dura y que genere tanto nerviosismo, tanta inseguridad. Entonces, cuando Nicolás me llamó para invitarme, para decirme que a él le gustaría que yo fuera el capitán, porque lo correspondía a él nombrar un capitán, cosa que le agradecí inmediatamente. Pero después me puse a pensar que no iba a ser una cosa fácil, ni una cosa liviana.

¿Y cómo lo hizo, entonces?

Yo sabía que todo lo que yo diría iba a estar grabado e iba a salir al público porque esa era una de las condiciones de trabajo del capitán. Nosotros como capitanes teníamos un rol de cierto protagonismo en el espectáculo. Bueno, pensé “¿voy a hablar en inglés con Nicolás Jarry para que me entienda todo el mundo o voy a hablar en castellano?”. Y eso lo pregunté en la reunión de capitanes en Sídney. Y todos se rieron. “Obvio que tienes que hablar en castellano con tu nieto. Cómo vas a hablar en otro idioma”, me dijeron. Sabía que no sería fácil.

En un momento a Nico se le vio algo malhumorado y usted se mantuvo firme...

Esa es la relación de confianza que tenemos. Obviamente él estaba molesto porque no le estaban saliendo las cosas, pero no es la primera vez que hablamos así y eso es lo bueno porque entendemos que yo soy abuelo y él es nieto. Aparte que yo sea entrenador y él es el tenista, pero siempre primero está la relación familiar. Yo tengo esa parte que a lo mejor no se nota, pero sí, a veces puedo ser duro.

Finalmente, ¿Qué sensación le dejó el libro?

De alegría, yo creo que va a servir como un poco lo que dice el título: Huellas en la arcilla. Me dio la oportunidad de contar muchas cosas, pero contarlas desde una mirada más bien de huellas, y que haya sido una realidad, tenerla ahí, creo que puede ser valioso, puede ser un buen testimonio, puede ser útil. Así que eso me deja muy contento y agradecido de la universidad.

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