El largo y cuestionado silencio de Michael Clark, el presidente oculto, en el peor momento de la U: “No da la cara y debe hacerlo”
Los azules caen frente a Universidad Católica en el clásico universitario y los hinchas se desbordan. Hay invasión al campo de juego, lo que el Tribunal de Disciplina puede sancionar severamente. Los fanáticos exigen explicaciones, pero hace rato que el timonel no las da. De hecho, del Estadio Nacional salió unos diez minutos antes de que terminara el choque ante los cruzados, para evitar encontrones con los fanáticos. Y, sí, en silencio.
Universidad de Chile cae frente a Universidad Católica. Los azules vuelven a perder un clásico, aunque lo más preocupante para sus hinchas, al margen del descrédito de verse disminuidos frente a otro de sus tradicionales rivales, es la posición que el equipo de Diego López ocupa en la tabla de posiciones. Los números son fríos: la U está decimocuarta con 22 unidades, apenas un punto sobre Deportes La Serena, el primero de los equipos que está en zona de descenso directo. Del colista, Coquimbo Unido, los separan apenas tres. El fantasma que los ha acechado en los últimos años vuelve a aparecer. El Estadio Nacional estalla. Los hinchas cantan en contra de Azul Azul, aunque lo peor es que los más exaltados las emprenden contra los encargados de custodiar la seguridad y, finalmente, invaden el campo de juego, dejando imágenes que evocan lo que sucedió en octubre del año pasado en Rancagua. Hubo robos y agresiones a jugadores de ambos equipos y la invasión al Memorial de los Detenidos Desaparecidos. El descontrol se puede traducir en severas sanciones: el informe del juez Julio Bascuñán considera el detalle de los excesos y ahora es el Tribunal de Disciplina de la ANFP el que tiene en sus manos aplicar duras sanciones. Los posibles castigos comprenden multas y una posibilidad concreta: que los laicos enfrenten la recta final del Campeonato Nacional sin poder recibir público, un elemento que, teóricamente, siempre jugaba a su favor. Y por el que habían bregado tanto.
“A ver si se dan cuenta de que no los quiere nadie”, resuena en el principal coliseo del principal coliseo deportivo del país. Es la parte reproducible de un cántico que incluye un grueso insulto dirigido hacia la testera de Azul Azul, encabezada por Michael Clark. Los hinchas exigen explicaciones para el agudo momento del club. No es primera vez que lo hacen. Las manifestaciones se han producido en cada uno de los estadios que recorrieron los laicos antes de volver a Ñuñoa y se han hecho evidentes, también, en el Centro Deportivo Azul, el recinto que el club mantiene en La Cisterna. No siempre, eso sí, de la manera más aconsejable. De hecho, en esta oportunidad, el club los condenó. Les cantan a dirigentes que, virtualmente, no conocen.
Lo paradójico es que es mientras el Nacional era un hervidero Clark ni siquiera estaba en las tribunas del recinto. Por disposiciones de seguridad, el máximo dirigente laico abandonó el recinto unos diez minutos antes de que finalizara el encuentro.
Silencio prolongado
Si son pocos los hinchas laicos que retienen la imagen de Clark, los que recuerden su voz deben ser cada vez menos. Incluso a los periodistas que cubren al club laico les resulta complejo el ejercicio: la última vez que el dirigente pasó por la sala de prensa de los estudiantiles fue para la presentación de Diego López como el nuevo entrenador del primer equipo universitario, el 6 de junio. Es decir, han pasado 84 días desde que se escuchó por última vez a la máxima autoridad de la institución. En esa oportunidad, por cierto, el mandamás tuvo que afrontar otro momento crítico: debió explicar los problemas que se produjeron por la falta de ambulancia en el Superclásico femenino. Y también abordó la posibilidad de reforzar el plantel. “Cuando empezamos esta ruta, dijimos que haríamos una administración responsable y profesional (...). Vamos a invertir lo más posible dentro de la realidad y de lo que el club puede hacer. No podemos poner en peligro la estabilidad del club. Creemos que tenemos un grupo sano, con liderazgos positivos, que tiene ansias de lograr cosas (..... Nuestra política es ser lo más serio posible. No creo que sea bueno hablar de números o nombres, porque le puede hacer muy mal al club”, enfatizó.
Poco más se sabe del máximo directivo de la entidad estudiantil. Los miércoles, y a veces más días de la semana, concurre al CDA para revisar asuntos relacionados con el club y para departir con los jugadores y el cuerpo técnico de Diego López, cuya suerte pasó a depender de la suerte que corra la U en el duelo frente a Coquimbo Unido, que ahora adquiere características de final. Si lo pierde, el ciclo del uruguayo estará virtualmente sentenciado. De hecho, en un sector de la mesa de Azul Azul ya hay un nombre que empieza a cobrar relevancia: hay quienes abogan por la idea de pasarle el equipo a Sebastián Miranda, quien asumió interinamente ente la salida de Santiago Escobar y el arribo de López. Su buena relación con el plantel y, sobre todo, el conocimiento que tiene de la plantilla lo tornan como una opción viable ante el agudo momento. Quienes más lo promueven son los directores que han mostrado discrepancias con la administración de Clark. Eso sí, en La Cisterna nadie quiere ponerse en la situación. Principalmente, por el riesgo que implica.
Este domingo, el club sacó un comunicado para condenar los hechos de violencia que empañaron el Clásico Universitario. Y también para ofrecer disculpas por el bajo rendimiento del equipo, en una carta que va sin firma. “Ofrecemos disculpas a nuestros fanáticos por el mal rato vivido en el Estadio Nacional. Por el resultado en la cancha y por lo sucedido tras el final del partido. Aceptamos los reproches, pero sabemos también que, la única forma de salir del mal momento, es la unidad y el trabajo”, dice el escrito.
“Debe dar la cara”
Roberto Reynero, ex capitán estudiantil, expone como ejemplo una situación con la que implica el desarraigo institucional. “Yo vine de Chillán a ver el clásico. Nosotros tenemos una corporación de ex jugadores. Por intermedio de WhatsApp nos anotábamos con dos entradas para poder asistir al partido. Y nos tiraron el tejo para atrás a última hora. Yo viajé 200 kilómetros. Los acompañantes eran nuestros hijos. Y nos dicen que no nos pueden dar 50 entradas. Nos bajaron a 30. Estoy muy decepcionado por cómo ha actuado la dirigencia. Esta es una muestra de cómo se están haciendo las cosas”, dice.
El diagnóstico se vuelve, después, más general. “Hasta ahora Clark no da la cara y debe hacerlo. No sé a qué vinieron, para qué están. Yo jugué 10 años en la U y me da lata de que en estas circunstancias que la U esté por cuatro año consecutivo peleando el descenso nadie sea capaz de decir nada. Menos el presidente. Los hinchas tienen toda la razón. Van todos los domingos a alentar al equipo. Tienen el derecho de pedirles a los dirigentes que den la cara. A lo mejor lo que sienten quienes conducen al club es una vergüenza enorme por lo que están haciendo, por cómo están llevándolo”, sostiene.
Reynero vaticina que los problemas continuarán. “Los hinchas se van a hacer sentir cuando se reanude el Campeonato. No sé cómo se van a manifestar. Ya hubo un indicio al ingresar a la cancha y hacer escándalo”, proyecta. El ex capitán de los laicos apunta contra un estilo de gestión que le parece distante y ajeno. “En este momento hay una debacle sin rumbo. Les falta esa muñeca que podría tener un dirigente tradicional del fútbol. Hace un mes incorporan a (Mauricio) Etcheverry, la mano derecha de Jadue. De qué estamos hablando. Les damos pega a los cuestionados. Nadie ha hecho nada por parar esta debacle”, sentencia. Y, finalmente, compara. “Nosotros bajamos y la U volvió y fue campeón años después. Había un relato, el del ‘volveremos’, y volvimos. No sé qué va a pasar ahora. De verdad que no lo sé”, insiste.
Sandrino Castec coincide. “La U está incendiada. Para mí ya no hay que echarle más leña a esta hoguera. Tiene que intervenir la universidad. Es penoso por la gente, de todo el país. A nosotros nos dejaron de lado. Ni siquiera nos han invitado a conversar con ellos. Yo soy cercano a la barra. Me han invitado a reuniones y les he dicho que intervendría en forma pacífica. Es gente que ha estado ligada por 15 años al club. Están desesperados. Me respetan y me piden que diga lo que está pasando. El problema es que al club nuestra opinión no les interesa. Es una empresa”, lamenta el Bombardero.
“Hay muchos detalles que están ocurriendo y que están terminando en un desenlace complicado. No me sorprende de parte de ellos, gente ligada a Universidad Católica, hinchas de ese club. Hay gente de la U calificada para estar trabajando en el club. Así como se ve, está difícil. Nosotros queremos conversación, no violencia. Pero si no nos escuchan, esto tiene que tomarlo definitivamente la universidad. No queda otro camino”, concluye el exdelantero.
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