El jueves 7 de enero se produjo un cortocircuito entre la Conmebol y la ANFP. Aquel día, por orden del Ministerio de Salud, el duelo que enfrentaba a Coquimbo Unido y Defensa y Justicia, por las semifinales de la Conmebol, debió suspenderse por un brote de Covid en el equipo argentino. Pese a las tratativas que se hicieron hasta último momento desde el ente regulador del fútbol, el gobierno de Chile no cedió en su afán de privilegiar la salud por sobre cualquier actividad.

Aquel episodio tensionó al fútbol nacional. Frente a la Conmebol, Chile se convirtió en una plaza poco confiable frente a la rigurosidad de sus protocolos. Y el hecho que los tres jugadores acusados del equipo transandino resultaran falso negativo terminaron entorpeciendo aún más las relaciones. De alguna manera, la federación que maneja Pablo Milad comprometió sus localías futuras pues la organización con sede en Paraguay establece que los equipos que no puedan garantizar el libre desarrollo de su cordón sanitario tendrán que jugar de local sus partidos en otro país. Por lo mismo, la Conmebol sacó a los Piratas de Chile a jugar el duelo frente a DyJ en Asunción, sin público.

La Conmebol quedó descolocada. Respeta que las leyes de los países están por encima de cualquier protocolo particular, pero lo que no les cuadró fue que el gobierno negoció y aceptó las condiciones que después movió. Fue el 20 de agosto, después de varias semanas de incertidumbre, cuando el Ministerio del Deporte validó el protocolo sanitario que permitía el tránsito de las delegaciones que visitaran el país.

Frente a tal escenario, días después del incidente que manchó la llave entre Coquimbo y Defensa y Justicia, se generó una cita entre Pablo Milad, el presidente de la ANFP y Alejandro Domínguez, máxima autoridad de la Conmebol. Este último interrumpió sus vacaciones para atender el problema con Chile. Estaba molesto y lo dejó en claro. Pidió a Chile generar cambios o, eventualmente, las futuras localías correrían riesgo frente a los reglamentos que se han fijado en la Conmebol por el Covid.

En aquella cita, Milad se comprometió a negociar frente al gobierno. Ambas partes acordaron una serie de modificaciones, que la semana pasada ya fueron visadas, no sin cuestionamientos, por parte del Ministerio del Salud. Hoy, según el compromiso acordado, Chile ya sería un país confiable para realizar cualquier evento internacional. El duelo frente a Paraguay, por las clasificatorias, o los enfrenamientos de los equipos chilenos por la Libertadores o Sudamericana, no están en peligro.

Los cambios se darán desde la llegada de los equipos. No volverá a repetirse la historia que manchó el duelo frente a Defensa y Justicia. Los futbolistas deberán llegar con un PCR negativo, con un plazo no mayor a las 72 horas. En su ingreso al país no serán testeados, pero sí se les exigirá el resultado del examen a cada integrante. Los seleccionados chilenos serán examinados cada 72 horas.

Las delegaciones deben llegar al país en chárter privados, en una delegación que no podrá superar las 55 personas. Aterrizarán en el sector Aerocardal del aeropuerto Arturo Merino Benítez, zona privada que está alejada de los vuelos ordinarios.

En su ingreso a Santiago, las delegaciones deberán cumplir una estricta burbuja sanitaria. Los traslados se realizarán en un bus con todos los resguardos necesarios y solo podrán movilizarse entre el estadio, el campo de entrenamiento y el hotel de concentración.

Otro de los puntos que se modificó fue el modo de operar en caso que un jugador diera positivo. No se aislará a toda la delegación, como sí ocurrió con Defensa y Justicia. Hoy, el profesional que presente el virus será aislado y no se considerarán contactos estrechos.

Por ahora, Chile vuelve a ser fiable para la Conmebol. El nuevo protocolo, que deberá ser oficializado durante los próximos días, ya cuenta con la aprobación del Minsal, que tuvo que hacer concesiones para que la Roja y los clubes no vieran amenazadas sus localías.