A 60 años de la Copa del Mundo Chile 1962, todavía se siguen contando historias. En esta oportunidad, fue el profesor y periodista Enrique Corvetto quien escribió el libro 1962, los secretos del mundial imposible, en el que narra diferentes sucesos que entrelazan lo deportivo con el entorno social, político, cultural y económico de la época.

El libro tiene varios pasajes desconocidos del mundial. Por ejemplo, cómo se libró la Guerra Fría en plena competencia, cuál era la faceta política desconocida de Carlos Dittborn y cuáles eran sus redes, qué diplomático chileno jugó un rol fundamental en Europa para convencer a los presidentes de las restantes federaciones para votar por Chile, qué sucedió en Italia cuando se difundieron las imágenes de la Batalla de Santiago, cuál era el nexo de Ernesto Alvear con el ex presidente Eduardo Frei Montalva (también se describe desconocida vida del dirigente como niño Sename), cómo se forjó Fernando Riera como DT, entre otras”, describe Corvetto a El Deportivo.

A continuación, te presentamos uno de los capítulos del libro, que fue realizado al alero de la editorial Trayecto (Para más información sobre cómo adquirir un ejemplar, clic aquí).


Guerra Fría en pleno Mundial

El embajador de Estados Unidos en Chile, Charles W. Cole, tenía la apremiante necesidad de despachar un cable a Washington para dar cuenta de una particular situación que estaba sucediendo en Santiago. Con un mes de anticipación al inicio del Mundial, la selección rusa había llegado a Santiago acompañada por sus compatriotas del ballet Berioshka. Mientras los futbolistas se adaptaban al clima de Arica, en Santiago el cuerpo de baile estaba causando furor tras presentar su arte ante la sociedad chilena, lo que había dado paso a que repletara en innumerables ocasiones los teatros de Santiago y Caupolicán. El diplomático norteamericano, cuyo país no había clasificado al mundial de Chile, veía con consternación que la Unión Soviética estuviese acaparando el protagonismo.

En plena Guerra Fría, y cuando la Unión Soviética ya le había ganado la presencia en el espacio exterior a Estados Unidos en el año 1961 con Yuri Gagarin (aunque sería Estados Unidos el primer país en llegar a la luna el 16 de julio de 1969 con el Apolo 11, siendo sus tripulantes Neil Armstrong, Michael Collins y Buzz Aldrin), nuevamente los de la bandera roja con la hoz y el martillo lo hacían en una cita planetaria del deporte donde los ojos del mundo estaban en Chile. La Casa Blanca, tras recibir la alerta de su embajador, contactó a Louis Armstrong, músico norteamericano de fama mundial que cultivaba el jazz y el blues. Entonces, en tiempo récord, lo despacharon a un avión con destino a Chile a fin de contrarrestar el protagonismo cultural soviético. El artista bajó en Santiago con un sombrero y manta típica chilena.

¿Cuáles eran las dimensiones desconocidas de este partido ideológico entre Estados Unidos y Unión Soviética que se jugaba fuera de la cancha, pero en medio del mundial de Chile? ¿Qué pasó, finalmente, con Armstrong en medio del tumulto mundialista?

Pugnas ideológicas

La Guerra Fría surgió después del término de la Segunda Guerra Mundial, producto de un conflicto entre Estados Unidos y los países de izquierda liderados por la Unión Soviética. Se trataba básicamente de un enfrentamiento entre dos modelos de Estado: el capitalismo y el comunismo. Este duelo se libró en los ámbitos políticos, militares, económicos, deportivos y culturales.

En agosto del año 1961, el presidente John F. Kennedy crea la “Alianza para el Progreso”. La instancia socializada públicamente por este lado del continente en Punta del Este, Uruguay, se traducía en ayuda económica y social desde Estados Unidos hacia los países americanos. La intención de la “Alianza para el Progreso” era posicionar a Estados Unidos y a sus ideales, y de paso, apaciguar los ánimos revolucionarios. Gracias a esta colaboración norteamericana, diversas naciones, entre ellas Chile, pudieron concretar avances en vivienda, educación y reformas agrarias.

En un plano deportivo, la selección de Colombia dejó fuera del Mundial de 1962 a Perú, de la mano de figuras del Club Millonarios de Bogotá como Delio “Maravilla” Gamboa, Efraín “Caimán” Sánchez y Marino Klinger. Colombia doblegó a Perú de local por la cuenta mínima y empató a un tanto de visita en Lima. Esto le permitió clasificar por primera vez a una competencia mundialista, generando en los colombianos algarabía y orgullo por su equipo nacional.

El sorteo de grupos del Mundial, arrojó que Colombia debía trasladarse hasta la ciudad de Arica, donde enfrentaría a la complicada selección de Uruguay, y a potencias de izquierdas, como señalaban los medios de comunicación de la época, al referirse a Yugoslavia y Unión Soviética.

Los diarios colombianos comenzaron a cubrir periodísticamente a los rivales europeos, a quienes no conocían mucho, dándose la tarea de “explicarle a sus lectores que en estos dos países –Unión Soviética y Yugoslavia–, el fútbol era una política de Estado, y que los miembros de la selección eran oficiales del ejército”. Conviene recordar que ambas naciones europeas sintonizaban con ideologías de izquierda ligadas al comunismo.

La prensa colombiana comenzó a exacerbar las capacidades deportivas de sus rivales europeos, produciendo que las ilusiones de tener un buen desempeño en el Mundial decayeran. En el papel, el rival de mayor jerarquía era Unión Soviética, que venía de ganar la Copa de Europa del 60 y tenía como guardavallas a Lev Yashin.

Con todo el delicado contexto político internacional descrito, el conjunto soviético, antes de arribar a disputar el Mundial de Chile, hizo una escala en Colombia con el propósito de medirse con clubes del campeonato local. Coincidencia o no, escogerían un país al cual Kennedy lo había catalogado como aliado estratégico. La presencia de los rusos en Colombia causó suspicacia, especialmente por la buena relación que había logrado Kennedy con el presidente colombiano Alberto Lleras.

El último partido que jugó el seleccionado soviético en Colombia fue contra el Club América de Cali, encuentro que terminó empatado sin goles. Este resultado reactivó la ilusión de la afición colombiana respecto a que sí se podía hacer un buen papel en el Mundial. El 22 de mayo de 1962, más de diez mil personas llegaron a despedir al conjunto colombiano que partía a Chile a enfrentarse con las selecciones del bloque comunista.

En Chile, la fiebre mundialista ya se había desatado y el único tema que rondaba por bares, calles y almuerzos familiares, era el Mundial. En este contexto, el equipo soviético había llegado un mes antes a Chile para ambientarse al país y, en particular, a la sede de Arica. Pero los soviéticos llegaron acompañados por el Ballet Berioshka, agrupación artística que realizó diversas presentaciones dejando una buena impresión en la sociedad santiaguina.

La presencia de la Unión Soviética en Chile 1962 se vio reflejada también en los souvenirs de la época. Foto: Archivo Copesa.

Estados Unidos no había clasificado al mundial de Chile, por lo que miraba con cierto recelo que su contrincante ideológico estuviera ganando protagonismo en un país donde su gobernante, Arturo Alessandri, era ideológicamente más cercano a ellos que a la Unión Soviética.

El gobierno norteamericano, para contrarrestar el lucimiento de los rusos, decidió enviar a Santiago a Louis Armstrong, quien cinco años antes había estado en Chile con un éxito total. En consecuencia, Armstrong era un arma cultural segura para mitigar las estrategias de acercamiento de la URSS al público chileno.

El músico norteamericano llegó a Chile el 1 de junio de 1962, dos días después de la inauguración del Mundial. Armstrong fue consultado por los periodistas frente a posibles motivaciones políticas respecto a su intempestiva visita, recordando que hacía poco había visitado el Congo en medio de una guerra civil. En dicha ocasión, el trompetista y cantante habría concurrido con el propósito de inducir a “propiciar la paz”. En la oportunidad, la Radio Moscú calificó la acción del músico como “una distracción capitalista en la lucha de liberación del pueblo congoleño”. Había señales nítidas de que la Guerra Fría en Chile, en medio del Mundial, estaba desatada.

La embajada de Estados Unidos le entregó a Chile la responsabilidad de organizar logísticamente los conciertos de Armstrong. En un principio, hubo problemas para definir los lugares donde se presentaría el cantante de jazz, ya que toda la atención estaba puesta evidentemente en lo deportivo. En cuanto se concretaron los espacios físicos para llevar a cabo el show de Armstrong, se comenzaron a vender las entradas a un precio accesible. El objetivo era que las presentaciones tuvieran un importante marco de público, pero eso no siempre ocurrió.

Armstrong logró presentarse en una carpa de circo arrendada ante su improvisada visita, pero la asistencia no fue de las mejores. La primera presentación coincidió con el partido entre Chile e Italia, por lo que la muestra artística del norteamericano fue irrelevante.

Después de la decepcionante presentación, el trompetista se trasladó junto a sus músicos a Valparaíso y se presentó en Playa Ancha. Apelando a la fama de ciudad bohemia, se esperaba un lleno, pero nuevamente el público no ocupó todos los asientos disponibles.

Armstrong tomaría un avión de retorno a Estados Unidos el 3 de junio. Su estadía en Chile pasó desapercibida en cuanto a asistencia de público e impacto mediático. Junto al vuelo que llevaba al músico a Estados Unidos, se cerraría el partido ideológico entre ambas potencias en el contexto del Mundial de Chile, aunque quedarían hechos anecdóticos por suceder.

Tras perder Chile en el último partido de la primera fase con Alemania, la selección tuvo que desplazarse hasta Arica para medirse con Unión Soviética. En el vuelo hacia la extrema ciudad nortina, los jugadores del conjunto chileno coincidieron con el senador socialista Salvador Allende, quien en 1958 había perdido por estrecho margen la presidencia de la república ante Jorge Alessandri. A Allende, que como un hincha más iba a presenciar el partido, se le preguntó a quién iba alentar, si a los soviéticos por su afinidad política, o a Chile. El político respondió que a Chile y prometió que, si el conjunto nacional ganaba, le regalaría una casa a cada uno de los jugadores. Dado el triunfo de Chile, finalmente Allende, como presidente del Senado, gestionó que a cada seleccionado se le obsequiara un departamento en la Villa Olímpica.

Cuatro meses después de terminado el mundial, se produjo la denominada “Crisis de los Misiles”, luego de que Estados Unidos detectara que la Unión Soviética tenía proyectiles nucleares de mediano alcance emplazados en Cuba y con dirección al territorio norteamericano. Hubo días de mucha tensión, pero los ánimos beligerantes se lograron apaciguar gracias al pertinente ejercicio de la diplomacia internacional.

El fútbol y la política siempre han estado ligados, y lo que ocurrió en Chile es una muestra más de ello.


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