El de Qatar será el último Mundial de Lionel Messi. El planteamiento no es antojadizo. El astro argentino tiene 35 años y es prácticamente imposible que en cuatro más esté en las mismas condiciones competitivas que ahora. Incluso a la cita asiática llegará algo disminuido. Una lesión tendinosa le impidió participar del último partido del PSG antes del inicio de la competencia global, por lo que, literalmente, llegará con menos fútbol al estreno, aunque con más descanso. De igual forma, se prevé que, por su calidad, no tendrá problemas para afrontar la exigencia.

La Pulga se juega un montón de objetivos. Primero está el colectivo: el equipo de su homónimo Scaloni llega envalentonado por el título que consiguió en la última Copa América. Si ya suele ser considerado un candidato natural, ese elemento añadido refuerza la convicción. La meta individual va de la mano: el título del mundo es, probablemente, el único elemento que le falta para imponerse en la disputa con Diego Maradona por convertirse en el mejor futbolista transandino de todos los tiempos. Y también por apropiarse de otro, que también discute con su compatriota y un par de cracks más, como Pelé: el del mejor futbolista de la historia.

“Hay un poco de ansiedad y nervios al mismo tiempo...es el último”, declaró el astro, en octubre, a Star+. “No sé si somos grandes candidatos, pero creo que Argentina es candidata siempre por historia, lo que significa y más ahora por cómo llegamos”, añadió respecto de la ineludible candidatura. “Llegamos en un buen momento por cómo se dieron todas las cosas, con un grupo armado y muy fuerte. Pero después en un Mundial puede pasar de todo, todos los partidos son dificilísimos. No siempre los favoritos son los que terminan ganando”, advirtió.

Un Mundial especial

Messi tendrá al mundo sobre sus hombros. Tampoco es algo distinto a lo que vive cada fin de semana, cuando millones de televisores se encienden en el planeta solo con el afán de verlo jugar. La pregunta es si la madurez que ha alcanzado con el transcurso de los años le permitirá manejar la presión y cargar con el equipo de su país hasta elevarlo a la consagración. “Messi tiene una gran presión. Es un gran jugador, pero un Mundial es un Mundial. Y no es solo él. Todo el equipo tiene que acompañarlo. Además, porque ya dijo que, por ahí, es su última oportunidad de un Mundial, por su edad. Ojalá que se concrete en un triunfo y en una tercera estrella para Argentina. Las posibilidades están dadas”, estima Alberto Tarantini, quien levantó el máximo trofeo a nivel planetario en 1978, en el torneo que se disputó en Argentina.

El Conejo prefiere creer. Dice que ve a Messi en un momento óptimo y que la madurez le ayudará a manejar los momentos. Sin embargo, insiste en que la responsabilidad no es solo individual. “En el equipo son 11. Lo tienen que acompañar”, establece. En esa línea, intenta restarle intensidad a la responsabilidad que recae sobre el exdelantero del Barcelona. “Yo creo que los 10 restantes tienen que estar con él. Por eso digo lo de acompañarle”, insiste.

En esa lógica, aparta la otra variable: la sombra de Maradona. “Maradona es Maradona. Son dos jugadores extraordinarios pero diferentes. Igualmente, no creo que Diego sea una sombra para Messi. Los dos tienen atributos indiscutibles. Maradona solamente tenía otro carácter. Pero Leo puede ganar. Sin ninguna duda. Y se lo merece”, sostiene.

En el afán de ayudarle, Tarantini se anima a aconsejar a Messi. “Para ganar un Mundial se necesita salir a la cancha y olvidarse de la presión, pero, te repito, un Mundial tiene muchos bemoles que te pueden ayudar o no. Nosotros, por ejemplo, no pudimos concretar en el de España 82 teniendo mejores jugadores que en el 78. O más jugadores, como Maradona. Y, sin embargo, no se pudo”, recuerda.

Lo único que le falta

El recuento de trofeos de Messi es interminable. La consideración corre para los colectivos y para los individuales. Es más fácil, entonces, decir que la Copa del Mundo es uno de los pocos que le faltan. En la Copa América de Brasil, en 2021, saldó una de las deudas que lo perturbaban: se consagró con la selección argentina en un torneo adulto. Igualmente, esa consideración era relativa, porque había obtenido el oro olímpico en 2008. Tres años antes había levantado un trofeo planetario, pero a nivel juvenil: el del Mundial que se jugó en Países Bajos.

Sin embargo, por más que en su armario ya no haya más espacio para distinciones, lo concreto es que lograr el Mundial es la llave que le abriría las puertas del Olimpo futbolístico. Y, probablemente, el logro que le permitirá sacarse de encima el estigma de la recurrente comparación con el Diez.

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