Hace seis meses el gimnasio del Centro de Alto Rendimiento (CAR) del Estadio Nacional era un hervidero. Decenas de campeones panamericanos y nacionales, o miembros de las distintas selecciones chilenas, coincidían ahí diariamente. Hoy, en cambio, esa pasarela de orgullos criollos solo es un buen recuerdo, que retumba en el silencio de una de las salas de musculación del recinto, vacía desde hace meses.
En la otra, ubicada apenas unos metros más allá, la nueva normalidad impuesta por la pandemia comienza a cocinarse. Cerca de la entrada, un seleccionado de vóleibol entrena guiado por su preparador físico, quien lo corrige y monitorea a través de una videollamada por Zoom; al fondo, el pesista paralímpico Jorge Carinao es apoyado en un empuje de banca por su entrenador, que lo asiste portando un cubreboca y hasta un protector facial. Para estar aquí, cada uno debió someterse a un test PCR y descartar cualquier tipo de infección. La escena parece exagerada, pero son las nuevas reglas del alto rendimiento.
Desde el 16 de marzo, el Estadio Nacional cerró todas sus instalaciones, funcionando al mínimo en su capacidad. Solo los deportistas del Club de los 13 permanecieron en cuarentena en el hotel y ocuparon las instalaciones, por eso es que este momento fue esperado por muchos durante meses. “Todos vienen más gorditos, pero es algo normal, porque han estado muchos meses sin entrenar bien. Ahora hay que retomar la forma deportiva lo mejor posible”, dice el luchador Yasmani Acosta, uno de los deportistas que enfrenta el confinamiento desde el recinto ñuñoíno.
El clasificado a Tokio está realizando estiramientos junto a su amiga, la karateca Carol de la Paz, otra de las deportistas que ha vivido la pandemia aquí. Pese al retorno de muchos, la rutina no les ha cambiado demasiado: “No hay mucha diferencia a como era antes en cuanto a los entrenamientos. Quizás ahora hay que tener mayores cuidados porque han llegado más compañeros de afuera, pero debemos cuidarnos todos”.
Por la naturaleza de la actividad física, este retorno debe ser especialmente cuidadoso. Para evitar cualquier tipo de contacto estrecho, cada recinto alberga solo a 10 personas simultáneamente, entre las que cuentan un supervisor, un coordinador deportivo y un especialista médico. “Aquí tenemos carga de bloque, que quiere decir que los deportistas pueden venir en bloques horarios de dos horas. Así nos dan un espacio de tiempo para sanitizar los baños y los espacios que hayan ocupado”, explica Roberto Rojas, encargado del estadio. Las puertas se abren desde las 8 a las 17.30 horas.
A unos cuantos metros, en dirección a Grecia, se encuentra el Centro de Entrenamiento Acuático. Son las 11.00 y el pentatleta Esteban Bustos, otro de los clasificados a los JJOO, está terminando su entrenamiento. Nadó por más de una hora en una piscina muda; no lo hacía desde hace cuatro meses. “Volver a entrenar en los recintos donde uno normalmente lo hace es una motivación súper especial. Yo me lo tomo como un nuevo inicio, para de aquí en adelante preparar Tokio con todo”, dice.
Pese a la incertidumbre por no saber si se aplazaban o no los Juegos, supo salir adelante durante estos meses. “Fue un período bien productivo para mí. Venía de una operación a la cadera y ya estaba en rehabilitación, así que me conseguí una trotadora, rodillo y algunos implementos para entrenar en casa, porque un deportista no puede parar. Además, estoy a un paso de egresar de mi carrera de Matemáticas”, dice el medallista de plata en Lima 2019 y estudiante de la Universidad de Chile.
Pese a lo productivo de Bustos, lo cierto es que el cambio de ritmo en la rutina del Team Chile es un golpe del que aún cuesta reponerse a muchos. María José Moya bien lo sabe. Como nunca, ha estado en casa dedicada completamente a su hija de dos años, teniendo que adecuarse hasta en la madrugada para entrenar. “Lo describo como caótico-maravilloso. Ansias, pena, tristeza, frustración, alegría… Creo que hemos vivido tantos sentimientos con todo esto, que sí afecta mucho a lo deportivo”, confiesa. Pero Pepa ya comienza a dar vuelta esas páginas. Hoy entrenó a fondo en el patinódromo, solo junto a dos deportistas más, todos distanciados.
Y a unos metros del patinódromo está el estadio atlético Mario Recordón. Allí, la entrenadora Julia del Río entrena a sus deportistas, con Carlos Díaz a la cabeza. Preparan piques de entre 100 a 400 metros, aprovechando el sol que calienta el último miércoles de julio. Y el bronce panamericano en los 5.000 metros lo aprovecha de sobremanera. Junto a sus compañeros, cada uno tiene su agua y toma distancia. Aunque cueste, las medidas se respetan. Será la única forma de evitar contagios.
“Estamos felices de que vuelvan nuestros deportistas, sabemos de que ellos tenían muchas ganas de volver y nosotros muchas ganas de recibirlos (…). Ha sido una labor extensa, con muchos detalles y que ha tenido a muchos actores para preparar los protocolos de la manera más completa posible, pero creo que el resultado ha sido positivo”, evalúa la ministra del deporte Cecilia Pérez.”Este proceso de retorno, poco a poco, irá sumando más deportistas en caso de que la pandemia lo permita. El Estadio Nacional, al igual que otros recintos, está listo para tenerlos de vuelta, aunque esto se irá dando por distintas etapas”, confía.
En silencio, a distancia, con mucho alcohol gel y desinfectante, tras cuatro meses el deporte se adapta a su nueva normalidad.