Maña es una de las pocas palabras en la lengua española que significa una cosa y, a la vez, todo lo contrario. Las primeras dos acepciones que aporta la RAE hablan de su acepción positiva. “Destreza, habilidad”, consigna la primera. “Artificio, astucia”, añade la segunda, que ya empieza a asociarla con un matiz más oscuro. La tercera, derechamente, cae en ese ámbito. “Vicio, mala costumbre, resabio”, consigna la referencia obligada para cualquier hispanohablante o quien pretenda comprender el idioma castellano: el diccionario de la academia.

Todas pueden utilizarse a la hora de analizar a Alexis Sánchez, un mañoso por naturaleza y por el paso de los años. Las primeras, por sus condiciones naturales, que le han catapultado a lo más alto de la escena en el fútbol mundial. La última, por el perfil hosco que mostró en el debut de la Selección en la Copa América, frente a Perú, donde, después de desperdiciar una ocasión de gol que pudo cambiar el trámite del partido en el inicio, se cansó de pelear con sus compañeros. De Niño Maravilla, su mejor versión, Sánchez pasó a ser el Niño ‘Mañavilla’, recogiendo la acepción más extrema de la construcción que, aunque ni siquiera es necesario aclararlo, escapa a absolutamente a la formalidad, pero bien vale para explicar la peor.

Pataletas y protección

Sánchez analizó el partido ante Perú con más serenidad que la que mostró en la cancha, pero con total dureza. “Tuvimos ocasiones, tuve una o dos veces. Esto es Copa América y cuando tienes una ocasión hay que hacerla. Un poco impreciso en los pases, jugamos un solo partido antes de venir acá, pero me voy con una sensación buena porque creo que hay nivel, hay jugadores y estoy contento con el desempeño”, dijo después, a DSports, incluyéndose en la revisión. Las críticas incluyeron un repaso a la ANFP por la falta de amistosos antes del torneo. “Fuimos muy impreciso en los pases. Jugamos un solo partido antes de venir acá. Pero me voy ilusionado, creo que hay buenos elementos”, expresó.

También se quejó por el arbitraje. “Del árbitro mejor ni hablar. La verdad que empujaban a los peruanos y era todo a favor de ellos. No es excusa. Caliente y todo, me sacaron amarilla, pero es parte del fútbol”, explicó. La amarilla fue, precisamente, por reclamar una amonestación para Paolo Guerrero, luego de una falta sobre Claudio Bravo.

Alexis Sánchez intenta zafarse del peruano Sergio Peña. (Foto: Photosport)

En la cancha, en cambio, mostró su versión más mañosa. En el sentido negativo, se entiende. Como pasa habitualmente cuando no le llega el balón, reclamó notoriamente. Los platos rotos los pagaron varios: Eduardo Vargas y Ben Brereton se llevaron retos por no entregarle el balón en ocasiones en que el ahora exjugador del Inter de Milán juzgó que estaba en mejor posición que los receptos que eligieron sus compañeros.

En sentido contrario, se tomó el tiempo para proteger de las críticas a Darío Osorio, a quien concibe como su sucesor y ha intentado incorporar al grupo, una dinámica a la que también se ha sumado su socio de siempre en la Roja: Mauricio Isla. “Es una persona callada, como ustedes lo ven, hay que ser crítico, pero apoyarlo. No debemos tirarlo para abajo, creo que tiene mucho que aprender. A veces la prensa o la gente que habla de fútbol debe ayudar al jugador chileno”, manifestó. El emplazamiento incluyó a las viejas glorias, algunas devenidas en comentaristas. “Todos somos chilenos y queremos que nos vaya bien. Los exjugadores también tienen apoyar más que hablar cosas que perjudican”, apuntó.

Efectos

Miguel Ángel Gamboa, mundialista en España 82, analiza detalladamente la performance de Sánchez. “Me pareció exagerado, demasiado. Hay una cosa que suele suceder con este tipo de jugadores, que juegan en grandes equipos y tienen grandes compañeros. En un nivel más bajo, se desesperan, reclaman. Se olvida que no está en el Barcelona o en el Inter. Por ahí pasa. Debe tener un poco más tranquilidad y mirar la realidad. Tampoco es la mejor versión personal”, acota.

Luego, se toma más tiempo en analizar la función del nortino en la Roja. “Sánchez tendría que jugar libre y habría que esperar lo mejor de él, driblear y encarar. Cuando se pone de centrodelantero, tiene la tendencia de tirarse atrás. Por las orillas ya no juega. Sigue siendo de lo mejor que tiene Chile. A veces te mandan a jugar libre o a veces te desesperas e intentas hacer más de lo que te corresponde. Es parecido a lo que le pasa a Vidal. Son jugadores que siempre quieren tener la pelota. Eso es bueno y malo. Yo prefiero que la tenga uno bueno y no uno más limitado. Si ves los grandes equipos, los que tienen el balón son los buenos. De la mitad para adelante debe tenerla el que más sabe. Argentina es el ejemplo. O el City. Puede producir desorden, pero quedarse quietos en un lugar termina hastiando a los jugadores buenos. Cumple la labor táctica, pero en el interior se sienten un desastre. Hay que ver a qué lo manda el técnico, también”, apunta.

Alexis Sánchez junto a Ben Brereton, durante el duelo ante los peruanos. (Foto: Photosport)

También se detiene en el efecto que producen los desplantes de Sánchez en la cancha. “Algunos lo toman bien. Otros se resienten. Se puede tomar de ambas maneras. El que tiene personalidad, lo encara. En Colo Colo me agarraba mucho con el Loco Páez. Le contestaba, pero hasta ahí llegaba. Hay jugadores a los que les afecta, sí”, explica, desde la experiencia de haber lidiado con grandes figuras.

Jorge Aravena se detiene en un factor que considera crucial para explicar la actuación huraña del exdelantero del Barcelona. “Hay que entenderlo. En el primer tiempo lo patearon en todas las jugadas. El árbitro no lo protegió. Eso hace que el jugador se vaya alterando”, dice el Mortero, quien también destacó en la Selección.

El Cañonero de América, como también fue apodado por la potencia de sus disparos, apunta que ese elemento mezclado con la impericia generalizada termina transformándose en una mezcla explosiva. “Después, el juego lo hizo enojarse más. Eso también afecta. Más allá de la condición de referente, Alexis es un ser humano como cualquier otro. Los golpes le duelen como a todos. Y si las jugadas no salen, se va enojando más. Es natural”, explica.

De hecho, le resta importancia a los encontrones con Vargas y Brereton. “Son diálogos que se producen dentro de la cancha, que se dan siempre y que tienen que ver con la intención de que todo funcione mejor. Quedan ahí”, sentencia.

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