La ecuación parece sencilla y, en el fondo, también simétrica: 11 jugadores de un lado y del otro Cristiano y diez más. Esa ha sido al menos la puesta en escena presentada en el Mundial de Rusia por las selecciones de Uruguay Portugal, rivales hoy en el Olímpico de Sochi por una plaza en los cuartos de final. El peso del grupo y la solidez colectiva contra la diferencia específica y el desequilibrio individual. Dos conjuntos con propuestas de juego más bien ásperas, similares incluso, pero tan parecidas en el fondo como diferentes en su forma y distanciadas, especialmente, por su consigna principal. Mientras en el cuadro charrúa es el jugador el que se sitúa al servicio del equipo; en el bando luso el grupo aparece supeditado a su jugador principal.

Basta, en todo caso, con echar un vistazo a los números firmados durante la fase de grupos por una y otra selección para darse cuenta de cuáles son las principales fortalezas de cada una de ellas. Mientras el combinado charrúa ha destacado en apartados fundamentalmente grupales (puntaje perfecto o arco menos batido de todos los conjuntos participantes, por ejemplo), los únicos guarismos en los que Portugal figura a la cabeza de las tablas son aquellos relacionados directamente con las estadísticas de su principal figura (autor de cuatro de los cinco goles que contabiliza su equipo). Es por eso que cuesta tanto (por más que Uruguay cuente también en su nómina con futbolistas mediáticos de primera línea como Cavani o Suárez) tratar de descifrar a esta selección portuguesa desvinculándola de la alargadísima figura de CR7. Una sensación que, lejos de combatir, el propio futbolista se encarga a menudo de reforzar con sus actos y declaraciones.

Y es que en los días previos al arranque de los octavos de final de Rusia 2018, las cuentas del combinado ibérico han sido las cuentas de Cristiano; sus aspiraciones, las aspiraciones de Cristiano; y sus metas colectivas, los desafíos individualizados del delantero para hacer añicos todos los registros posibles.

Con el récord de anotaciones de un futbolista portugués en la historia de los Mundiales (los nueve del inmortal Eusebio) en el horizonte más inmediato (Cristiano acumula siete); con Messi todavía en carrera en su particular gallito de todos los años por el balón de oro; y con la bota de oro del Mundial también (hoy en manos de Kane) a un solo tanto; se ha dado tanta cobertura a los desafíos personales del jugador del Real Madrid que muchos parecen haberse olvidado de que esta tarde Portugal también se juega cosas en la cancha. Cosas importantes. Y que su mejor futbolista (que ha marcado en Rusia más goles que en sus tres mundiales anteriores) jamás ha visto puerta aún en una fase eliminatoria.

De que no lo haga se deberá ocupar una Uruguay tan fiable como siempre, pero aparentemente más sólida que nunca. Con Muslera convertido en el único guardameta del Mundial con su arco en cero luego de tres partidos; con Suárez (bigoleador) entonado; y con toda su capacidad competitiva intacta; Uruguay quiere soñar a lo grande.