Por si faltaba alguno, la victoria de Perú sobre Uruguay fue un golpe de realidad para la Roja. El equipo de Ricardo Gareca tocó fondo. Ya ni siquiera es figuración. Si la derrota frente a Brasil había sido una bofetada, el triunfo del equipo del Rímac sobre la escuadra de Marcelo Bielsa fue el golpe al mentón que puso a la Selección en el suelo: última en la tabla de posiciones de las Eliminatorias. El Mundial de 2026 se ve más lejos que nunca. Con cinco puntos, está a seis del séptimo puesto, la última chance para rasguñar un lugar. Matemáticamente, sí, aún es posible colarse.

Por si fuera poco, ni las polémicas ni el infortunio sueltan a la escuadra nacional. En la primera categoría, Carlos Palacios protagonizó el escándalo del fin de semana, con una deserción explicada por ‘razones personales’ que no fueron suficientemente aclaradas. En la segunda, la neumonía que afecta a Esteban Pavez y la dolencia de rodilla de Williams Alarcón le restaron valiosas opciones al Tigre, quien convocó de urgencia a César Pérez. La pizarra se moverá. Por convicción y por necesidad.

El otro infierno

La Roja busca aire. Tendrá que encontrarlo, literalmente, en el infierno. Colombia no solo es un rival altamente peligroso por la capacidad de sus futbolistas ni porque sea el escolta de Argentina en la clasificación. También lo es por el aliado geográfico con el que cuenta: a la hora del partido, en Barranquilla habrá unos 30 grados de temperatura y, por cierto, una alta humedad. La mezcla de ambos factores suele resultar explosiva para los rivales. Los cafetaleros le sacan ventaja.

Sin embargo, las principales respuestas que debe encontrar la Selección son futbolísticas. Ante la Canarinha, hubo señales positivas, partiendo por el prematuro gol de Eduardo Vargas que alcanzó para abrirle una ventana a la ilusión, aunque el equipo de Dorival Júnior se encargó de cerrarla con un gol en la clausura de cada tiempo. Eso sí, resulta atrevido afirmar que el equipo nacional superó en algún aspecto decisivo a su linajudo rival en el trámite. Aparte del marcador, otro dato derriba la creencia: el Scratch tuvo un 71,4 por ciento de la posesión del balón y el doble de remates que Chile (14 contra 7).

Eduardo Vargas y Thomas Galdames, en el partido entre Chile y Brasil.

En Barranquilla, Gareca podrá contar con dos piezas claves: Paulo Díaz y Erick Pulgar. Tanto el defensor de River Plate como el volante del Flamengo cumplieron las suspensiones que les impidieron actuar en Ñuñoa, aunque solo el volante aparecerá en la alineación estelar para darle a la escuadra del Tigre la experiencia que le pena en una instancia que comienza a ser determinante. A la Roja ya no le queda margen de error. En la zaga, se mantendrá Kuscevic y en el mediocampo no estará el complicado Pavez. Por cierto, para esa zona tampoco está disponible Alarcón, quien se infiltró para jugar ante Brasil y no resistió las molestias de una tendinopatía rotuliana.

No tocar

Al margen de las ausencias obligadas, Gareca procura dar una señal significativa: la de la estabilidad. En la práctica, mantendrá el sistema táctico que utilizó frente al pentacampeón del mundo, quizás como una forma de restar un factor a las confusiones que la Roja ha mostrado durante todo su período al mando.

En las labores ofensivas, Darío Osorio tendrá una nueva oportunidad para graficar en la Roja los progresos que, semana a semana, luce en el fútbol danés y que le han situado en la órbita del Liverpool. La misma lógica corre para Diego Valdés, baluarte del América de México, quien en la Selección ha mostrado el mismo nivel que luce en tierras aztecas en contadas ocasiones. En los casos de Víctor Dávila y Eduardo Vargas está clara la convicción del técnico de que son elementos que pueden aportar contundencia. Sobre todo en el caso de Turboman, Gareca no admite discusiones. Hoy es el día para que ambos respondan a esa confianza extrema.

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