
El paso más difícil al que apuesta la Roja: cuánto demora una figura de la Sub 17 en alcanzar la consolidación
La clasificación de la Roja juvenil al Mundial de Qatar ha generado diversas reacciones. Las más eufóricas sitúan al equipo de Sebastián Miranda como la nueva esperanza de recambio. La experiencia aconseja mesura.

La Selección Sub 17 vence a Paraguay y clasifica al Mundial de Qatar. El empate le bastaba al equipo de Sebastián Miranda para asegurar el cupo en la cita planetaria, pero el lanzamiento penal que acertó Alonso Olguín en el epílogo le dio una cuota adicional de realce al logro. La Roja conseguía el objetivo inicial y ahora puede soñar con el título del Sudamericano.
Ni bien se selló la hazaña, la alegría y el entusiasmo se tomaron las redes sociales. También el desahogo. La paupérrima realidad de la Selección adulta, que comanda Ricardo Gareca, tenía el ánimo de los hinchas de la Roja por el suelo. No fueron pocos los que llegaron a proponer que la nueva camada recogiera el testimonio, saltándose la serie de procesos que aún les quedan pendientes a jugadores que siguen en formación. De hecho, todavía les faltan algunos años para completar esa etapa.
El paso más difícil: cuánto demora un Sub 17 en alcanzar la consolidación
La realidad aconseja mesura. Sin ir más lejos, a propósito de la consolidación de Felipe Loyola en Independiente y en la Roja, Ariel Paolorossi, exjefe de las divisiones inferiores de los albos planteaba a El Deportivo uno de los problemas que había detectado en el fútbol chileno. "Es el apuro que hay en Chile. Dicen que los chicos tienen que jugar a los 17 años en Primera”, sostuvo a El Deportivo. El enfoque choca con otra realidad: la tardía inserción de los valores jóvenes en los primeros equipos. De hecho, la norma que tiende a favorecer la inclusión sitúa la barrera bastante más allá: la condición de Sub 21.
César Vaccia aborda la materia. “De alguna manera está la respuesta. El viaje que hacen esos chicos es muy largo. Salvo alguna excepción, como Alexis o Gary, a los 21 o 22 años podrían tener una chance. Después de esto viene el Sudamericano Sub 20, aunque leí que harían mundiales todos los años. Estos chicos no necesariamente son la nueva Sub 20. Normalmente sobrevive uno o dos, porque se prefiere a los jugadores que ya están en el plantel. Se quedan en el camino. A este grupo de jugadores hay que mantenerlo como una selección permanente, salir a jugar, invertir, no parar la formación. Porque vuelven a los clubes y juegan el fin de semana en Quilín. Y en regiones, entre ellos. La parte competitiva la pierde. Se produce una involución”, diagnostica el DT bicampeón con la U y exseleccionador juvenil.
En ese contexto, el también instructor de la Conmebol se abre a la posibilidad de una norma que promueva la inclusión. “Es muy difícil que un club que piensa a futuro los ponga y les exija a los entrenadores que los haga jugar. No soy partidario de la norma, pero si no hemos tenido resultados, más que un Sub 21, un Sub 17 o Sub 18 es diferente. El entrenador queda un poco blindado. Es una alternativa. La otra es que sigan en la ANFP como un proyecto a futuro, saliendo a jugar, aunque no venga una competencia para ellos. A Brasil, Argentina. De lo contrario, llegará uno o dos de forma espontánea, como ha pasado en las generaciones anteriores.

Leonardo Véliz, entrenador de la Sub 17 que fue tercera en el Mundial de Japón, en 1993 (con elementos destacados como Sebastián Rozental, Manuel Neira, Héctor Tapia y Frank Lobos), aporta más variables. “Hay una serie de variables. Si alguno entra y hace dos goles y lo van a seguir poniendo. Para llegar, antes debe tener un apoyo de todas las áreas. La ciencia, la tecnología, la sicología. Tienen que renunciar a la adolescencia y eso significa no ir a cualquier fiesta o decirle que sí a cualquier amigo”, explica.
Sin embargo, apunta que hay ejemplos de desarrollo prematuro producto de políticas deportivas claras. “Los franceses, a los 17 años, están considerados para trabajar en el alto rendimiento. Hay una maduración que los pone a un paso. A los 18 años ya juegan con los grandes. Hay un trabajo científico detrás. Es clave que el joven entienda que su principal capital es el físico, el cuerpo. Que no tiene que castigarlo. Ahí empezamos a pensar en un jugador perfecto”, destaca.
El ejemplo más cercano
La participación más reciente de Chile en un Mundial Sub 17 se produjo en 2019, de la mano de Hernán Caputto. Esos jugadores tienen hoy, en promedio, 22 años. Dos de ellos, Vicente Pizarro y Alexander Aravena comienzan a consolidarse en la Selección. Ricardo Gareca los ha incluido como titulares en las actuales Eliminatorias. El mediocampista es, además, uno de los puntales de la oncena de Jorge Almirón en Colo Colo. El Monito dio un salto mayor de calidad: ya está en el fútbol brasileño, donde defiende al Gremio.
Gonzalo Tapia es otro de los nombres insignes. Después de despuntar en la UC y de terminar su relación contractual con los cruzados, acometió un desafío tan atractivo como riesgoso: emigró a River Plate. La realidad es que en Argentina ha recibido más críticas que alabanzas. Igualmente, se le puede considerar como uno de los integrantes de la generación que ha respondido a las expectativas.
De otros, se esperaba mucho más. Luis Rojas, por ejemplo, dejó la U para emigrar al fútbol italiano. Se lo llevó el Crotone, que entonces militaba en la Serie A, pero nunca se pudo consolidar en el club, que, por cierto, también desapareció de la primera línea del fútbol peninsular. Un paso por el Pro Vercelli, de la tercera categoría antecedió a su situación actual: juega en el FK AS Trencin, de Eslovaquia. Es decir, muy lejos de las expectativas propias y ajenas.
El caso insignia podría ser Joan Cruz. El volante emergió como la gran promesa de Colo Colo, justo cuando los albos buscaban alguna esperanza para salir de un pantano deportivo que los había llevado, incluso, a merodear el descenso. Terminó yéndose en 2002 a la filial del Oviedo, donde prácticamente no jugó. Volvió a Everton, donde tampoco ha gravitado.
“El desarrollo depende de cada organismo. Un Sánchez o un Vidal necesita menos tiempo. Un jugador de elite se salta el calendario. Vienen premunidos de otras características. Hay chicos que físicamente son buenos, pero técnicmente no. O al revés. O que no tienen la potencia mental. Y le agregaría la parte social, la capacidad de interactuar, de desenvolverse”, sostiene Vaccia.
Su llamado es a la mesura. Abarca todos los planos. “A veces exageramos. En la prensa aparecen los apodos. Los representantes se entusiasman, los papás también. Aparecen las ventas de chicos que no están formados, que no alcanzan a procesar. La televisión los lleva a programas. Ya nos pasó. Y todo eso, en vez de sumar, resta, porque no tenemos jugadores con tanta personalidad”, sentencia.
La reflexión concluye con un ejemplo. “Lamine Yamal tiene 17 años, pero fisicamente es un toro. Y le sobra personalidad. Pero nosotros no tenemos ese tipo de perfil. Entonces, hay que invertir. Los clubes, por ejemplo, tienen que salir a jugar afuera. Un partido internacional vale por 10 en Quilín. Hay que tener un plan. Lo mismo la selección. Es la única forma de acelerar ese proceso”, apunta.
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