Había una vez un cisne que nadaba gallardamente en la laguna. Todos decían que era el cisne más lindo del mundo, que en 2018, en Rusia, sería consagrado como tal. Agrandado con tanto elogio, perdió con Paraguay, perdió con Bolivia, perdió con Brasil, quedó fuera del Mundial, y el cisne se convirtió en el patito feo.
Tan feo, que nadie quiere ser su entrenador. Ni siquiera Manuel Pellegrini, quien dijo hace algunos años que la selección se iba a cruzar en su camino. Cuando se le cruzó, Manuel frenó, la pisó y la selección chilena, patito feo ya no cisne, pasó de largo. La gambeta puede ser considerada la mejor de Mañungo en su carrera. Cuando jugaba de central lo suyo era fuerte y derecho.
Maradona, en 1993, dijo que Alfio Basile "se emborrachó con dos copas". Se refería a los dos títulos de Copa América que había logrado Argentina en 1991 y 1993. Después, el equipo, lleno de estrellas, no hizo sino caer. ¿Estaremos en las mismas? ¿Cuánto dura la resaca? Ni Pellegrini quiere meterse acá teniendo a Arturo Salah en la ANFP ¿Qué hay más allá de Vidal, Sánchez y, en menor medida, Bravo, Aránguiz y Medel?
Yo le digo qué hay: un grupo de instituciones sacándose las mechas por descuartizar los derechos de televisión y la hipotética venta del CDF; un cártel de clubes endeudados que tienen que hacer de barra brava de los dueños de un factoring que los tiene cogidos de las gónadas; unas divisiones cadetes tan contaminadas por los empresarios que, hace dos semanas, un abogado recibió una oferta para "ir a probarse a Europa" por su hijo de ¡siete años! que juega en Colo Colo; un campeonato tan mal estructurado que cambia de forma cada seis meses, según la contabilidad del momento; una cadena de televisión metida hasta al cogote con Burzaco y la mafia de Grondona, que así y todo hace lobby para quedarse con el fútbol chileno y a nadie parece importarle.
Y todavía hay ingenuos que creen que todo se resuelve trayendo a tal o cuál entrenador para la selección chilena. Que el fútbol chileno, en definitiva, es la selección chilena y, mientras ella funcione, hay que tirar la basura bajo la alfombra, pintarse la cara y apoyar, de lo contrario se estará incurriendo en traición a la patria. El señor de las moscas en su plenitud. Por ahí, si Marcelo Díaz no hace ese penal ridículo en La Paz, Chile clasificaba y todavía nos creeríamos el cisne más lindo de la laguna, el tarro con más duraznos y el techo con más gatos.