El clamor de Gustavo Quinteros por un centrodelantero de calidad para Colo Colo no era nuevo. El año pasado, de hecho, fue una de las prioridades que estableció cuando el nivel de Iván Morales había comenzado a bajar y en la banca no encontraba una opción que le llenara plenamente el gusto, al margen de alguna actuación particular de Javier Parraguez. El técnico albo sabía que para enfrentar un nuevo calendario, con la Copa Libertadores como gran desafío, necesitaba una carta de peso en la plaza más relevante de la ofensiva. La dirigencia le dio en el gusto con la llegada de Juan Martín Lucero, un ariete que cumple con todas las cualidades que había pedido. El mendocino, de 30 años, luce una extensa carrera, pero, sobre todo, está plenamente vigente. Viene de marcar 12 goles en su última campaña en Vélez Sarsfield, el club desde el que llega a Macul. Esa producción es parte de una carrera que refleja una buena relación con las redes rivales: ha anotado 95 goles en 300 encuentros. Es decir, promedia 0,32 anotaciones por compromiso.
Lucero llega con buenos antecedentes. En Macul, sin embargo, el pasado no suele ser garantía de éxito. Basta recordar el traumático paso de otro connotado en el fútbol argentino por la escuadra alba: Nicolás Blandi. Después de arribar como gran precio, en una operación que bordeó los US$ 1,2 millones y que involucraba un sueldo top para el mercado nacional, el ex capitán de San Lorenzo partió sin luces a Unión de Santa Fe. En 21 encuentros, marcó apenas dos goles. Ese fantasma es, precisamente, el que deberá enfrentar e, idealmente, superar el ex atacante de Defensa y Justicia, Independiente, Johol Darul Takzim, Tijuana y Godoy Cruz, además del citado paso por el Fortín.
Un desafío habitual
“El centrodelantero depende del equipo, del juego de conjunto. Es el que termina la jugada. Por eso la elección de distintas características, de un esquema. Hay que pensar en qué lugar pueden rendir de mejor manera ‘el nueve’. Todo va de la mano de la elección del entrenador”, explica Ricardo Dabrowski, quien también llegó desde el otro lado de la cordillera para terminar transformándose en un centroatacante emblemático, parte de la campaña que finalizó con los albos conquistando América en 1991.
El Polaco centra la importancia en el soporte que el conjunto le pueda brindar a Lucero. “Independientemente de la capacidad y características del centrodelantero, depende del conjunto que pueda ayudarlo y este, a su vez, colaborar en la concreción de jugadas. Es multifactorial el rendimiento de un atacante: depende de la adaptación, circunstancias, de situaciones personales, físicas. Hay muchas cuestiones. Los antecedentes, indudablemente, son válidos. Y, después, influyen, la capacidad de sobreponerse a situaciones adversas o aprovechar las favorables. Y que el equipo sepa aprovecharlos, para que pueda desplegar sus capacidades”, analiza
Fernando Vergara, quien también ocupó la plaza, advierte que a Lucero se le medirá como a todos los que ocupan esa demarcación del campo. “La evaluación es súper estadística: los goles que haces. A Lucero lo avalan las estadísticas y el buen momento. Además, es joven. Es una buena carta. Blandi llegó con buenos antecedentes, pero no recientes. El momento es súper importante”, dice. La segunda parte del análisis coincide con la de Dabrowski. “Blandi era un buen jugador, pero no tuvo la rebeldía de superar la situación. Pero no venía de una buena campaña. Lucero está más vigente. Al contratar hay que fijarse en los momentos. Eso es fundamental. En equipos como Colo Colo no se puede esperar. Hay que rendir al tiro”, sostiene.
Cualidades
Ambos exdelanteros confluyen, además, en otra idea: el perfil que debe cumplir quien porte la camiseta 9 del Cacique. “Un centrodelantero de Colo Colo tiene que ser técnicamente muy bueno, porque los compañeros lo son. Eso ha sido así históricamente. Debe saber acoplarse a las acciones asociadas. No se puede ser el músico sordo. Yo tuve que acoplarme y entender muy bien cómo jugar con el Diablo Etcheverry, por ejemplo. Me costó asumirlo, pero es así. En mi época, si devolvías mal una pared, te miraban feo. Te daba vergüenza. No podías ser el ‘rompeolés’”, expone Vergara.
Dabrowski, en tanto, resalta que el refuerzo más sonado de los albos debe ser capaz de sumarse a una estructura que Quinteros ya afinó durante una temporada. “Hoy en Colo Colo se ve una coherencia. El año pasado venía del borde del precipicio. Hoy está en otra perspectiva, piensa en un torneo internacional o en campeonar. Hay más exigencia de un mayor rendimiento. Hay una base con un año de trabajo, que todo el mundo piensa que en este debe dar resultados. Hay que entender el contexto en el que estaba Colo Colo cuando vino Blandi. Y hay jugadores que son presa fácil de esos momentos. Había un combo de situaciones. Todo llevó al equipo a 90 minutos de perder la categoría. En el intertanto, no hay soluciones mágicas. No rindieron Blandi ni un montón de jugadores. Ahora es distinto”, sentencia.
Vergara repara, finalmente, en las alternativas que tendrá Quinteros para el puesto. “Hay una sobrepoblación de centrodelanteros, considerando que también están Christian Santos, Javier Parraguez e Iván Morales, pero hay Copa Libertadores y Copa Chile también. A veces se ocupan todos. Algunos pueden jugar por las puntas. Morales ha jugado por fuera, de hecho. Con Santos se ha sido un poco injusto en la evaluación, porque prácticamente no ha jugado. Se le condenó rápidamente. Necesita jugar. Quinteros tiene un lindo problema en la elección”, concluye.