No se lo decían frontalmente, pero los comentarios le llegaban. La gente daba por hecho que Tomás Ramírez era homosexual. Qué hacía si no practicando gimnasia en vez de jugar al fútbol. Y ahora natación sincronizada, un deporte exclusivo de mujeres. ¿Qué pinta en esa piscina un hombre? Pese al tamaño de los prejuicios y el runrún de la maledicencia, hoy ya con 25 años, este chico de Las Condes rompe moldes, derriba barreras, hace historia. Está a un paso de convertirse en el primer varón chileno en competir oficialmente en una modalidad cerrada en femenino. Y no son muchos en el mundo los que se han adentrado en el desafío. El relato de un pionero.
“Yo comencé en natación clásica como a los siete años”, describe; “estuve como tres años y me cambie a gimnasia artística. Ahí estuve desde los 12 a los 22, en el club Stadio Italiano y en la selección de mi universidad. En simultáneo, mi hermana mayor y mi mejor amiga fueron seleccionadas nacionales en nado sincronizado. En 2015, cuando se aprueba que puedan competir hombres, me empiezan a motivar. Ahí, en 2019, después de cuatro años que me venían insistiendo, me atreví a volver a las aguas a todo dar en esta nueva disciplina”.
Fue en los Mundiales de Rusia 2015 cuando la FINA incluyó una categoría mixta en la natación sincronizada, un deporte reconocido como olímpico en Los Ángeles 84, pero solo para mujeres. ¿Es un tan complicado para los varones? “Si y no”, tercia Ramírez. “Es verdad que la anatomía es diferente y eso hace que la biomecánica y la técnica no funcionen completamente de la misma forma. Resulta difícil traducir lo que hacen las mujeres en el agua para que nos veamos similares. Pero hay otros temas como la flexibilidad, la fuerza y la resistencia que se pueden entrenar para igualar condiciones. Hay hombres con mucha flexibilidad y mujeres con mucha fuerza”.
Para Ramírez todo fue muy rápido. Cuatro meses después de volver a la piscina, se puso a competir: “Lo primero fue el torneo nacional de invierno. Nos presentamos dos duetos mixtos. Éramos dos hombres compitiendo. Primera vez que se daba. Y ahí me vio la seleccionadora. Me comentó que para los Sudamericanos de 2020 se abría la categoría y en la selección habría cupo para un hombre. Se disputó en un selectivo en octubre, donde nos presentamos cinco o seis varones. Quedamos dos, uno en categoría junior, que luego dio un paso al costado, y yo en adulto”. Y así se convirtió en el primer seleccionado chileno de nado sincronizado.
A la batalla competitiva, tuvo que añadir otra paralela: “En estos deportes, hay prejuicios cien por ciento. Aunque en el nado me ha tocado un camino fácil. Sí lo viví cuando practicaba gimnasia artística. Corrían comentarios dentro del club, que le hacían llegar a mis hermanas o amigos. Nunca me he sentido atacado, perseguido ni hostigado por practicar deportes que a los ojos de muchos son de mujeres, pero sé que pasa. Los dos grandes del nado sincronziado, el ruso Alexander Maltsev y el estadounidense Bill May, tienen una historia dura por meterse en deportes que practican las mujeres. Entrenadores que no los querían aceptar, bullying de las mismas compañeras... Esas historias son más crudas y reflejan el miedo que puede existir por hombres para sumarse a este deporte”.
En carne propia, Tomás lo vivió más de cerca en la gimnasia. A una edad más vulnerable: “Los comentarios eran principalmente hacia mi orientación sexual. Si la persona es gay o no, solo por practicar este deporte. La gente asumía que yo era homosexual. En lo personal nunca me ha molestado. No lo soy, pero serlo o no nunca lo he encontrado de lo que preocuparme. Sí me molestaba la forma en que era asumido por una asociación simplista”. ¿En gimnasia deportiva o rítmica? “La artística. Antes era percibida como un deporte femenino. Yo diría que hasta 2010 más o menos, cuando Tomás González toma protagonismo y se hace mas visible que los hombres pueden hacer gimnasia”.
Tomás Ramírez está ahora en una selección de nado sincronizado compuesta por un hombre y 12 mujeres. La entrenadora, Marcia Leite, fue quien lo captó: “El mundo está cambiando y la igualdad de género se está dando en todos los ámbitos. Encuentro que es una buena oportunidad para demostrar que los deportes no se rigen por sexos, sino por pasión, esfuerzo, gustos y talento. Causa extrañeza por la falta de costumbre, pero es una persona como otra cualquiera entrenando un deporte como otro cualquiera. Pero sí, todavía se dan los malos comentarios. Creo que van a pasar algunas generaciones para que se terminen los prejuicios en los deportes que históricamente eran practicados por un único sexo”.
Natalie Lubascher, miembro del equipo y referente chilena en la disciplina, no se siente invadida. “Es muy bienvenida la presencia de uno o varios hombres. Como el nado sincronizado siempre ha sido reconocido como un deporte de mujeres, cuesta entender ver hombres. Pasa con todo lo nuevo. Es como que el rugby siempre ha sido de hombres; nunca he visto a una mujer haciendo rugby. Tal vez algún día va a ser así y se genere un prejuicio. El nado sincronizado se entiende como un deporte de mujeres. Pero nosotras no somos el machismo. No tenemos ese sentimiento de pertenencia. La llegada de Tomás ha sido demasiado bien recibida. Nos faltaba en Chile un hombre. Hay varios, pero él fue seleccionado como el mejor. Es un gran aporte. Ahora Chile puede competir en dueto mixto. Y, por otro lado, es un líder innato. De hecho es el capitán de la selección. Él es lo máximo”.
Fue Beatriz Osorio la escogida para ser su pareja en el dueto mixto: “Cuando llegó el Tom a la selección, hicimos pruebas entre parejas, con varias chicas. Uno tiene que tener piernas parecidas para que se note la sincronización como dueto. Me eligieron porque era de las que tenía más experiencia y soy saltadora. Tengo experiencia con levantadas, soy muy flexible, entonces jugamos mucho a la hora de crear las rutinas. Con el Tom nos conocíamos de antes, estábamos en el mismo club, pero él nadaba con otra chica. Cuando nos eligieron como pareja trabajamos súper bien. Aparte, somos mateos y con buena disposición a entrenar. Creamos súper buena química”.
“Me he sentido acogido desde el primer minuto”, refrenda Tomás. “Mi llegada se ha celebrado como un logro para el deporte y el país, además del personal mío. Todos han estado de acuerdo y apoyándome. Todo el mundo tiene curiosidad. Se nota una mayor atracción hacia ver qué pasa con los hombres en este deporte”, relata.
“Como es un deporte más bien visto femenino”, añade Beatriz Osorio, “al entrar un hombre, la gente piensa que se va ir por el lado femenino. Pero en el nado, los hombres destacan el lado masculino. Como esto es de bailar, de danza, siento que se ve femenino, pero definitivamente no lo es. Esto de pareja hombre-mujer es vistoso. No sé si es más difícil a un dueto femenino, pero sí muy diferente. Los femeninos son más de sincronización; los duetos mixtos han evolucionado hacia no hacerlo igual, que se perciba la diferencia entre lo masculino y femenino. Hacer cosas diferentes, pero que se note una sincronización en la rutina. Tienen muchas levantadas, ahí jugamos mucho por la fuerza del hombre. Es diferente a trabajar con mujeres”.
Sin Tokio no hay permiso
Todo iba bien para el nadador de Las Condes, hasta que el Covid-19 se llevó por delante los Sudamericanos en los que tenía que debutar y pasar a la historia. “La noticia de la suspensión fue justo un día antes de mi defensa de tesis (Ingeniería civil). Yo defendía un jueves en la mañana y el miércoles anterior iba a entrenar. Llego ese día y veo que en Instagram, uno del equipo de Argentina, había publicado algo. Nos juntamos todos en la piscina y nos dieron la noticia. Quedé un poco en shock. Fue inevitable pensar en tantas horas de sacrificio en vano por sacar la tesis y estar entrenando nueve horas diarias. No solo yo había dejado mucho de lado. En el dueto adulto, Natalie Lubascher también ha dejado mucho de lado por estar en la selección, hasta su trabajo. De la noche a la mañana se nos movió todo”, cuenta Tomás.
Hoy, sin una fecha clara para que se desarrolle el torneo, Tomás entrena, desde su hogar y sin agua: “Nos seguimos preparando, manteniendo el físico y la motivación, pero el entrenamiento fuera del agua casi no tiene sentido. Me molestó que no nos incluyeran en los permisos. Eso refleja un poco el valor que se les da a los deportistas en Chile. Quienes han mostrado resultados son los que pueden volver a entrenar, pero las selecciones que se están jugando escalones para poder llegar a ese nivel se están quedando frenadas”.
Otro factor que juega contra Ramírez y su categoría mixta es que todavía no es considerada para los Juegos Olímpicos. Otra barrera que superar: “En diciembre de este año se decidirá si la disciplina será olímpica. Lo más probable es que se apruebe, y que el dueto mixto sea una realidad en 2024. No sé si es una meta llegar a unos Juegos. Quizás la mía son los Panamericanos de 2023, en Chile. Aunque tampoco está claro si van a incluir duetos mixtos. Lo cierto es que al no ser olímpico todavía no puedo recibir aportes del COCH, pero sí del IND o del Team Chile”. Y ahí prolonga su queja: “Yo no recibo ingresos. Nada. El modelo de financiamiento de deportistas en Chile es complejo. Uno tiene que entrenar y sacarse la cresta para sacar resultados. Una vez que los muestras te empiezan a financiar. Tenemos una barrera de entrada que cuesta mucho romperla. ¿Cómo me saco la cresta yo, dejando de lado un trabajo, para entrar en ese circuito? ¿Dónde puedo mostrar resultados?”.
Olímpico o no, Tomás Ramírez rompe barreras, aplasta prejuicios, hace historia. Siempre será el primer varón chileno en la selección de natación sincronizada: “Me pesa y me motiva abrirles el camino a los demás con un poco de madurez. Quiero ponerle el pecho a las balas y a todos los prejuicios. Posicionar que también podemos hacer este deporte y no nos hace menos hombres. No tiene ninguna relación con la orientación sexual que uno pueda tener”.