El Príncipe de la gente
El ídolo sacó la voz y representó el sentir de los rincones donde creció en Puente Alto. Un lugar cuyo entorno no entrega esas pasiones exacerbadas por la figura de un futbolista, ni tampoco las recibe, como sí pasa con otras figuras de la Roja. Aránguiz es de igual manera un héroe de su barrio.
En las calles calientes de la Villa Nueva Esperanza de Puente Alto, niñas y niños celebran como un gol de Chile cuando un chico logra abrir un grifo. Todos en traje de baño se abalanzan hacia el fuerte chorro de agua fría que los refresca. El asfalto queda inundado, y a nadie parece importarle el derroche de agua ni los riesgos que conllevaría en caso que más tarde ocurriera algún incendio. Ellos solo quieren pasar los 32º C que azotan ese día, y por un rato, jugar y disfrutar en tiempos que no ha habido mucho lugar para la risa.
Son los caminos en los que creció Charles Aránguiz (30), de apellido materno Sandoval, el que más significado tiene por esos sectores. Es el héroe de barrio, sí, pero uno que no mucho se muestra ni que comparte con los vecinos cuando vuelve de su vida de futbolista de élite en una de las ligas más potentes de Europa. Es uno que deja una huella muy propia de su estilo. Es el ídolo que no recorre los rincones de su villa regalando balones como lo hacen en Tocopilla, ni uno que lidere masivos eventos en San Joaquín. Aquel que prefiere pasar sus vacaciones en la población en vez de lujosos resorts del Caribe o islas del Mediterráneo. Es un referente muy querido y a la vez de muy bajo perfil que apoya a los suyos calladito y que evita a toda costa los bombos y platillos.
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Charles Aránguiz (al centro de la foto) cuando defendía el equipo de "cachorros" del Club Nueva Esperanza.[/caption]
En un sitio en donde el forastero es mirado con ojos de mucha desconfianza, varios vecinos dicen verlo poco y nada rondando por ahí. Porque Charles es bien apegado al barrio, pero más a través de su círculo familiar, refugiado en lo más íntimo. Los Sandoval son muchos y muy unidos. Representan una buena porción de la también conocida como Villa Diego Portales y en cada esquina se puede topar a alguno. En la avenida que lleva el nombre del mediocampista de la Roja y donde también se ubica la casa de su madre, Mariana -quién no quiso conversar-, su tío Carlos Sandoval (42) muestra con orgullo el mural que él mismo pintó a pocos metros del hogar de toda la vida del Príncipe. El arte urbano, hecho con más ganas que talento, homenajea la carrera del futbolista y luce ya desteñido y descascarado, todas las camisetas que el sobrino ha vestido.
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La calle Charles Aránguiz Sandoval.[/caption]
Dio que hablar el ilustre personaje del barrio. Cuando Aránguiz se refiere al estallido social, lo hace en nombre del pueblo, comenta su tío. "Charly dejó a la gente de aquí recontenta, porque todo lo que dijo representa el sufrimiento general. Sabe que estamos todos cansados de que nos caguen. Él creció en la marginalidad, cuando vivir aquí sí que era duro, las calles eran todas polvorientas y todo estaba dominado por la droga. Una vez lo cogotearon entre cuatro y llegó a pata pelá a la casa llorando. El barrio ha ido mejorando y va a seguir saliendo adelante, hoy gracias a los jóvenes", comenta mientras camiones toman turnos para transitar por la estrecha Avenida Aránguiz.
Sandoval muestra el grupo de WhatsApp familiar, donde todos responden ante el saludo del futbolista cuando llega a Chile y le mandan memes de él en la cancha con un pañuelo para protegerse de las lacrimógenas: "Al Charly lo quieren mucho por su sencillez. Él ayuda al barrio a través del club. Lo que pasa es que nunca lo hace público porque no le gusta. Para él es desagradable la fama".
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Miguel Cabrera, auxiliar del colegio de Charles, muestra la puerta trasera por la que se arrancaba sin permiso a entrenar.[/caption]
El colegio también representa de alguna manera la ligazón con la vida de barrio. Sin embargo, a Charles no lo marcó de gran manera su último establecimiento. Ya cuando cursaba la Educación Media en el Complejo Educacional Consolidada, cercano a su casa, tenía la cabeza en la cancha y no en la sala de clases. Dos de sus profesores lo recuerdan principalmente por el poco interés que tenía para estudiar y por lo anecdótico que fue, cuando homenajeado en el gimnasio municipal posterior al título de América frente a todos los estudiantes de su ex colegio, no dijo una palabra en alusión a ellos. O cuando le respondió a una profesora de historia que lo regañaba, que de cualquier manera él ganaría más plata que ella. Dichos propios de la inmadurez, dicen.
Luego Miguel Cabrera (59), auxiliar de La Conso quiere dar su testimonio para decir lo mucho que apreciaba al entonces adolescente con quien compartió entre 2003 y 2005 antes de que partiera a lucir su fútbol al desierto. Relata una anécdota para explicar el poco apego de Charles con su escuela: "Los otros le ponían trabas para que entrenara. Porque éramos amigos yo le dejaba abierta una puerta trasera y le daba una señal para que pudiera arrancarse a entrenar. La dejábamos pa callao".
Sentado en el mismo lugar del patio donde solía dialogar con Aránguiz, reflexiona sobre sus dichos. Se emociona. Y desliza que nadie le va a contar al chico cómo es el sentir de la gente ni cómo se vive en la población. Que aunque hoy tenga a la mano todos los lujos que un futbolista de alto nivel posee, lo primero seguirán siendo sus raíces puentealtinas. Y que por eso dice lo que dice en redes, animando a la gente a seguir en su lucha, pese a las muertes, y por eso lideró el plante de la Roja a jugar en Perú.
Club de barrio agradecido
Qué es de un barrio sin fútbol, dirán los devotos. Y qué es del fútbol de barrio sin su club regalón. Germán Hernández (63), presidente del Nueva Esperanza desde hace varios años cierra por un rato el almacén que tiene junto a su casa para ir a mostrar la sede de la pequeña institución, que es para la villa también un centro social. Ahí, culto para el hijo predilecto: un mosaico en la pared de la entrada hecho a partir de la imagen del Príncipe conduciendo el balón frente a Brasil en 2014, en su Mundial. "Orgullo de nuestro club", reza el homenaje. No son las grandes pinturas que otros seleccionados tienen por sus figuras.
Mostrando las fotos donde Charles aparece siendo un niño, Hernández comenta que se sintieron acogidos con sus palabras y por la decisión de no jugar el amistoso ante Perú para empatizar con el pueblo: "Cada uno lucha a su manera y la de Charles fue sacando la voz. Con su sinceridad nos representa y a la vez es positivo y necesario para él mismo". El dirigente destaca la importancia del apoyo del jugador del Bayer Leverkusen, quien no se olvida del club que lo vio nacer y que viste y calza a las distintas divisiones, además de brindar otro tipo de utilería. "Acá no lo vas a ver rodeado de gente por las calles, pero igual los vecinos lo miran como un ídolo y un ícono de este barrio", agrega. Charles aprovecha de ir a la cancha cuando visita Chile. Se queda toda la tarde junto a su familia y sus amigos disfrutando un asado, y comparte en el camarín con los miembros de su equipo formador. Sin ir más lejos, su tío pronosticaba que este fin de semana gozarían de una tarde así en compañía de Aránguiz. Sin embargo, la fecha del fútbol de la comuna se debió suspender.
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Carlos Sandoval, tío de Aránguiz, posa delante del mural que él mismo pintó en homenaje a la carrera de su sobrino[/caption]
A no muchas cuadras de su casa, una pared que ignora la geografía, le rinde tributo a los otros referentes de la selección chilena. A Medel, Bravo, Sánchez y Vidal. Conchalino, buinense, tocopillano y sanjoaquinense. El mural no entiende que el más importante de ese sector es otro. El referente de Puente Alto, el chico de bajo perfil, la pieza clave del esquema rojo, el futbolista que expresa el sentir de su gente y que se regresa con pena a Europa por separarse de lo suyo. Así, una vez más, se da cuenta de que el listado de homenajes hacia el Príncipe no son suficientes y la idolatría que se palpa no parece estar en línea con su importancia. Como si estuviera subvalorado. Lo está. Pero es como al mismo Charles le apetece que sea.
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