Katherinne Wollermann abandona el Vaires-sur-Marne Stadium, el escenario del día más feliz de su vida. La van que la traslada hacia la Villa Paralímpica de Saint Denis hace un pausa a la salida. Un viaje que realiza junto a El Deportivo. Ahí se reencuentra con su madre y por fin bota todas las emociones tras su histórico oro en los 200 metros KL1 del para canotaje los Juegos de París. Los abrazos y fotos se multiplican.
“Todavía no caigo”, dice. “Estoy asumiéndolo, estoy asimilándolo. Fue todo muy rápido, la velocidad es muy rápida. Recién me estaban contando un poco de la carrera, cómo fue la carrera. Yo la viví tan de forma interna que llegué a un estado en el que no sabía. Estaba funcionando en piloto automático. Hasta que llego y miro hacia los lados y dije voy, voy sola. Y lo primero que hago es levantar el dedo, así hacia arriba, hacer número uno para que mi equipo supiera que estaba bien, pero con espasticidad”, confiesa.
Y precisamente sorprende aún más cuando cuenta que el récord mundial y paralímpico que obtuvo en la prueba lo consiguió. “Cuando comencé, comencé con espasmos. Después ya iba controlando, controlando y al final ya era mucho más de lo que pensaba”, reconoce. Y agrega: “Frente a la espasticidad no hay mucho que hacer porque son movimientos involuntarios. A mí solamente me queda preocuparme de ir lo mejor posible técnicamente y buscando desplazamiento para poder avanzar lo máximo que sea posible”.
Esta condición aparece en situaciones límites y la oriunda de Chiguayante está acostumbrada. “Es muy variable, ¿sabes? Depende de muchas cosas. Depende de presiones. Normalmente siempre me pasa en las finales. Siempre me caigo al agua. Siempre. Es una cuestión así. Todos dicen always, porque siempre me caigo al agua. Es como el sello que tengo, parece. Con todo, si no pa’ qué”, cuenta, entre risas.
A lo largo de la conversación, el concepto que más se repite es la sensación de no creer lo que está ocurriendo. “Si tú me lo preguntas, es como que estoy en un estado de que estoy en este lugar, pero en realidad no lo estoy. Creo que con los días voy a poder empezar a asumir un poco lo que he hecho, ¿sabes? Porque tengo una consciencia-inconsciencia, ¿me entiendes? Consciente dentro de lo que tengo aquí en las manos, pero inconsciente de cómo pasó todo esto”, plantea.
Las reflexiones
La semana pasada, Katherinne Wollermann contaba que una de sus grandes pasiones es la escritura y que gracias a eso puede ir plasmando sus emociones. Y esta vez no fue la excepción. Relata que lo hizo segundos antes de iniciar la final. “Escribí en una nota cómo me sentía antes de poder lograr esto. Las sensaciones que tenía. Siempre explicarlo puede ser una sensación muy de calma, muy de tranquilidad, creo que de mucha autoconfianza, pero esa que te permite estar en un límite equilibrado”, relata.
Y esta historia también tiene un capítulo reservado. Ella misma toma su celular y comienza a leer sus reflexiones previas a su inolvidable competencia. Esta es su reflexión:
Voy camino a la pista en estos momentos. Me siento bien, tranquila. He entrenado mucho. Estoy preparada para dar lo mejor de mí. Dominar cualquier condición climática. Salir fuerte, como lo hice en entrenamientos. Me enganché súper bien. Pude mantener una frecuencia alta.
Estoy feliz. Me encanta lo que hago y todos los días han sido increíbles. He recibido mucho amor de la gente en general. Estoy esperando el momento para salir del carril 5. A toda velocidad para poder pasar en primera instancia.
Me siento conectada con mi presente. He esperado mucho este momento para mostrar la mejor versión de sí misma. Creer en ti mismo, en tus capacidades y en lo entrenado. Eres y serás la mejor. Las fuerzas no se agotan, se renuevan respirando.
El viaje de una hora a la Villa Paralímpica termina. Katherinne Wollermann es recibida con mucho cariño y su sonrisa característica no la borra nadie. Sabe que está en la historia del deporte nacional, con un oro que buscó desde sus inicios. Hoy es la mejor del mundo.